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La muerte de dos niñas

La muerte de dos niñas

Por Niko Schvarz - Periodista

Montevideo, miércoles 20 de enero de 2010 (La República).-

 

El lunes 18 fui a ver el documental "Disparar a un elefante" (To shoot an elephant) sobre la invasión israelí a la franja de Gaza del 27 de diciembre de 2008 al 18 de enero de 2009. La exhibición se realizó en el mundo entero en el primer aniversario del fin de la agresión israelí. Aquí se dio en la sede de la Federación de Estudiantes (FEUU).

Es un documento impactante, realmente sobrecogedor. Yo quedé particularmente impresionado por la imagen de dos niñas, de 4 y 6 años, que estaban jugando en la puerta de su casa y fueron ametralladas. Los médicos, en condiciones precarias, hacen lo imposible por salvarles la vida. Les aplican el estetoscopio para detectar un latido, intentan reanimarlas. En vano. Están muertas, con los ojos abiertos. El padre se queda solo con ellas. Las besa con infinita ternura, permanece largo rato llorando en silencio, las acaricia y las vuelve a besar.

Después, a lo largo de casi dos horas, aparecen muchas escenas captadas en medio del peligro y diálogos memorables. Pero yo me quedé con esa escena en la cabeza hasta el final. Creo que en esa parte no había música. Los sonidos que se escuchan mayormente a lo largo de la película provienen del estruendo de las bombas. Pero yo me imaginaba que estaba sonando el cuarteto La muerte y la niña de Franz Schubert, que ha atravesado casi dos siglos.

En el año transcurrido desde la invasión a Gaza he leído decenas de artículos de origen judío dictados por el propósito inocultable de justificar la acción del gobierno israelí. Han escrito en esa dirección embajadores y cónsules, columnistas permanentes y corresponsales desde Israel, así como sus respectivos reemplazantes. Puede detectarse en esas notas ligeras variaciones de tono pero el denominador común es, invariablemente, la justificación de la blitzkrieg israelí, de las más de 1.400 muertes, los miles de heridos, el arrasamiento de barrios enteros, de las escuelas y de los centros de abastecimiento de la ONU. (Ahora recuerdo que, pasado un año, el gobierno israelí decidió estos días compensar a la ONU con algunos millones de dólares por la destrucción de la escuela, que según alegan, fue un error, una suerte de "daño colateral" como los que se suceden en Irak y Afganistán, y pronto en Yemen). Pues bien: a todos estos redactores juntos y a cada uno, les digo: sus argumentos no valen absolutamente nada frente a la imagen de las dos niñas muertas. Son absolutamente fútiles, superficiales y vacuos. Son inhumanos. Carecen de sentimiento. Anímense a ver esas imágenes de las dos niñas muertas mientras jugaban en la puerta de su casa y verán a qué extremo se han degradado.

Hay otros muchos aspectos que están exhibidos con gran dignidad, profesionalismo y valentía por los realizadores, Alberto Arce y Mohammad Rujailah. De gran valor porque muestran sur le vif la saña y la obsesión por matar de los invasores. Me pregunto, como muchos: ¿cómo es posible que integrantes de un pueblo que fue víctima de los horrores inauditos del Holocausto ordenen y ejecuten el ametrallamiento selectivo de las ambulancias, el bombardeo a los hospitales y escuelas, el lanzamiento de bombonas de fósforo vivo que no se extingue y se reaviva, la destrucción de los centros de almacenamiento de comestibles y medicinas de la ONU, que vemos arder hasta su consumación final? Todo eso está en las imágenes que no dejan mentir y en los diálogos de los participantes directos, con autenticidad total, por ejemplo de los choferes de las ambulancias que desafían la muerte. Uno de ellos dice que su hijo no quiere que salga a cumplir con su labor porque sabe que lo van a matar. Cuando se habla de la cultura de la muerte, ¿no habría que tomar en cuenta la desesperanza que agobia a quienes no tienen posibilidad de escapar con vida frente al martilleo de los bombardeos arrasadores? Eso podría discutirse en otra instancia, pero hoy sólo quiero volver a la imagen de las dos niñas muertas. Y quizá agregarle, en homenaje a los realizadores, esa secuencia maravillosa que muestra, en medio del horror, la imagen queda de otra bellísima niña, con sus ojos negros y sus largas pestañas. Quizá como una tenue luz de esperanza.

El documental es, en suma, una condena ilevantable contra Israel por su genocidio en la franja de Gaza, un crimen de lesa humanidad que debe ser condenado por los organismos internacionales de justicia. No puede haber impunidad.

3 comentarios

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