de Gerardo Leibner desde Tel Aviv
20 de noviembre 2012
¿Porqué alzamos la voz?
Gerardo Leibner*
El jueves a eso de las 18:30 (ya la noche había caído bastante antes) éramos un poco más de 100, tal vez 120 manifestantes, mitad árabes y mitad judíos, que ocupábamos esa estratégica esquina de la antigua ciudad de Jaffa, hoy convertida en el empobrecido suburbio urbano al sudoeste de la ciudad de Tel Aviv, cuando de repente el sonido de una fuerte sirena se superpuso a nuestras consignas. Las dudas sobre si se trataba de un mal chiste se disiparon muy pronto, al minuto y poco, cuando oímos una fuerte explosión no muy lejos de donde estábamos. Luego nos enteramos que no hubo heridos ni siquiera daños materiales. La guerra de los misiles y los bombardeos había llegado a Tel Aviv, al centro del país.
Nuestra protesta, al día siguiente de iniciada la escalada militar, era el segundo realizado en la zona de Tel Aviv y luego siguieron, esa misma noche y todos los días siguientes una serie de actos de protesta que han logrado convocar a cientos de personas cada uno en distintas partes del país. ¿Protesta contra qué? Contra la escalada bélica transformada en casi una guerra. Contra la muerte de civiles, contra el uso cínico de la población civil. Contra la perversa lógica de la guerra, la lógica de ellos o nosotros, la lógica de pretender apagar fuego con más fuego. Pero también contra las causas de las periódicas irrupciones de violencia. La más inmediata: contra el cerco, el bloqueo, aéreo, marítimo y terrestre de la Franja de Gaza. Contra la hipocresía occidental al legitimar el bloqueo. Contra el hambre y la escasez que sufre buena parte de la población de Gaza, por el bloqueo y por años de destrozos y décadas de alta concentración de desplazados y refugiados palestinos en un terreno muy reducido. La Franja de Gaza de la cual Israel se retiró unilateralmente en 2005, se convirtió al mismo tiempo en territorio palestino liberado al retirar Israel a sus colonos y, al estar bloqueada, en una inmensa cárcel al aire libre. Y tras las elecciones palestinas en 2006 y los enfrentamientos entre Hamas (movimiento de resistencia islámico, religioso y conservador) y Fatah (nacionalista moderado), quedó Gaza aislada del resto de los territorios palestinos ocupados.
Somos ciudadanos israelíes, tanto los judíos como los árabes, por lo tanto nuestra protesta iba dirigida contra el gobierno que supuestamente nos representa y a quien consideramos principal responsable de la escalada bélica. ¿Qué consignas gritábamos en árabe y en hebreo? “Judíos y árabes nos negamos a ser enemigos!”, “En Gaza y en Sderot las niñas quieren vivir”, “De Gaza a Bilin el pueblo palestino vive y será libre”, etc.
¿Cómo reacciona la mayoría de la gente ante nuestras protestas? La inmensa mayoría de la población judía-israelí se identifica con el gobierno en esta guerra. Es muy difícil cuestionar tanto las ideas anti-palestinas muy arraigadas como la propaganda de los medios de comunicación masiva israelíes que presentan ante los espectadores una realidad muy parcial. Los ciudadanos israelíes saben muy poco sobre la realidad en Gaza, mucho menos que ciudadanos bien informados en otras partes del planeta. Y, sin duda, los métodos de lucha del Hamas y otras organizaciones, métodos que incluyen ataques a la población civil, que no discriminan entre combatientes y civiles, crean una justificada sensación de inseguridad. Desde el desmoronamiento de las negociaciones de paz en el año 2000 cada ronda de violencia entre israelíes y palestinos ha contribuido a tirar hacia la derecha intransigente a sectores importantes en ambas poblaciones. Pareciera que el Likud y el Hamas son muy funcionales uno al otro. Y en Israel hoy en día algunos partidos políticos otrora de centro y centro-izquierda se acomodan en posiciones beligerantes adaptándose y tratando de no perder a parte de su base social. El partido Laborista ha otorgado un apoyo total a Netanyahu en el actual ataque a Gaza. Cientos de miles de israelíes bajo la amenaza de los misiles reaccionan exigiendo al gobierno mano fuerte y este responde muy ávido. El gobierno islámico conservador de Gaza no goza de buena reputación por lo tanto al comienzo de esta escalada las potencias occidentales justificaron la ofensiva israelí. A Netanyahu le bastaron dos acciones palestinas para salir a atacar desproporcionadamente y desencadenar la lógica de la escalada. De esta manera un escenario pre-electoral que se le estaba complicando y que apuntaba a centrarse en la temática socio-económica fue revertido en menos de una semana. Aparentemente él sale fortalecido de este enfrentamiento y los partidos de centro muy debilitados. Claro está que es muy temprano y queda por ver si la escalada bélica concluye hoy o mañana en un acuerdo de cese de fuego o si se complica hacia una guerra terrestre, en ambos casos los sucesos pueden remover nuevamente el escenario político.
La población en las ciudades y localidades de sur-oeste de Israel son mayormente trabajadores asalariados de bajos ingresos o de clase media baja. Es una población supuestamente muy interesada en un cambio de agenda socio-económica, con mucho resentimiento hacia los sucesivos gobiernos que la han descuidado. Sin embargo, al momento en que caen los misiles, en que sus vidas son amenazadas en sus propios hogares, las consideraciones económicas pasan a un segundo plano. Algunos también son conscientes de las capas más profundas del conflicto palestino – israelí. Más de la mitad de la gente de Gaza son descendientes de palestinos que fueron desplazados en 1948 y poco después de toda la región que va desde la ciudad de Jaffa (sí aquella donde se desarrolló la manifestación interrumpida por el misil) hacia el sur-oeste. Estos refugiados palestinos residen hasta el día de hoy en lo que fueron campamentos y son hoy barrios muy pobres, hacinados, en la Franja de Gaza. El trauma de 1948 no ha sido superado por la simple razón que desde entonces no han tenido ni oportunidades de recuperarse, ni de superar el enfrentamiento con Israel. El ejército israelí ocupó Gaza muy brevemente en 1956 y luego en 1967 hasta 2005. En esos 38 años la población estuvo bajo ocupación militar, plena de revueltas y represiones. Los palestinos tuvieron eso sí más oportunidades de trabajo al incorporarse al emergente mercado israelí, aunque siempre como obreros manuales mal pagos en inferioridad de condiciones. Las paradojas de las relaciones: decenas de miles de palestinos en Gaza provienen, por ejemplo, de Majdal una ciudad palestina de la que fueron evacuados al crearse el estado de Israel y en la cual Israel pobló con inmigrantes pobres en la década del 50 rebautizándola con el nombre bíblico de Ashkelon. Luego en los 70 al modernizar sus ciudades y resolver los problemas de vivienda de los inmigrantes pobres de las décadas anteriores muchos hijos de refugiados palestinos de 1948 regresaron a las localidades de sus padres como obreros de la construcción. No hay edificio construido en Ashkelon, en Ashdod o en Beer Sheva entre 1970 y 1990 que haya sido construido por obreros de Gaza. Y hoy, entre otros son los nietos de los desplazados de esos lugares y los hijos de aquellos obreros de la construcción los que dirigen sus misiles hacia Ashkelón y Ashdod. Y son los hijos y nietos de inmigrantes pobres que poblaron esas ciudades y otras quienes pagan el precio por el irresuelto conflicto de 1948, y es su indignada reacción la que rebota en la forma de los bombardeos israelíes de Gaza sembrando más odios, más cuentas abiertas y más desesperanza.
En enero de 2009 me encontré en una situación parecida, explicando a hispano-parlantes lo que sucedía en la operación plomo-fundido. Hoy leo lo que dije y escribí entonces y lamentablemente sigue siendo muy actual. Y quiero repetir: contrariamente a lo que divulgan voceros de la propaganda israelí en el exterior, criticar al gobierno de Israel y su política no es ser anti-semita. Por el contrario, si no se cae en las generalizaciones típicas del antisemitismo y no se confunde al gobierno israelí con “los judíos”, al criticar duramente a la política bélica y la lógica colonialista dominante en Israel se está contribuyendo a la posibilidad de un futuro cambio hacia un futuro de paz y convivencia entre iguales para palestinos e israelíes, futuro sin el cual la mera existencia de ambos seguirá cuestionada. Flaco favor hacen a los judíos-israelíes quienes ahorran sus críticas a los gobernantes de Israel y quienes no alzan su voz para reclamar por el derecho palestino a independencia y soberanía y el derecho de ambos pueblos a vivir en paz en fronteras reconocidas.
* Gerardo es uruguayo, docente en la Universidad de Tel Aviv
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