LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
El título de la nota es el de un famoso libro de la década de los 60´ que ahora puede dar un nombre a la tragedia que vivió y vive el pueblo palestino. Pasaron los chinos y esta vez no es cuento. Muchos “buitres” sobrevuelan nuestro país y varias cuestiones internas siguen preocupando.
Arrancaba la década de los 60. Nuestra América era un volcán. Había triunfado la Revolución Cubana. El Che anunciaba “uno, dos, tres Viet Nam”, rememorando la gesta de ese pueblo que enfrentaba a los poderosos de la tierra. África se despertaba y quería liberarse de largos siglos de sometimiento. La Gran Guerra, con sus millones de muertos, había pasado y un Imperio con problemas permitía pensar que otro mundo era posible. En ese marco, un mestizo caribeño que vivía el dolor de la ocupación francesa –en la Isla Martinica que lo vio nacer- publicó un libro que calzaba como anillo al dedo para los sueños de esos tiempos. Se trataba de Frantz Fanon y el libro tuvo el título de estas reflexiones. El célebre filósofo francés Jean Paul Sartre le puso el Prólogo. Allí, pensando en Argelia y otros pueblos africanos, se hablaba acerca de la necesidad que los mismos enfrentaran violentamente a quienes los dominaban, porque solo en la lucha contra ellos tendrían la dignidad que les corresponde.
Medio siglo después otro pueblo, relativamente pequeño y sometido, vive el dolor de la ocupación y responde con la violencia que Fanon ponía como condición para recuperar o mantener su identidad. Son los palestinos.
Frente a los hechos de Gaza los grandes medios de prensa y la mayor parte de los gobiernos piden por la paz y llaman que cesen los ataques “de uno y otro bando”. En una especie de nueva “teoría de los dos demonios”, que pretendió igualar el accionar de la dictadura militar con la resistencia a la misma, mide con la misma vara la acción del ejército israelí con la que desarrolla la resistencia palestina. Al plantear la cuestión de ese modo dejan de lado la historia de las últimas décadas y esa forma de presentar las cosas termina avalando la agresión israelí. En general omiten decir porqué pelean unos y otros.
Entre las innumerables razones que se oponen a esa forma de enfocar la cuestión hay dos que se destacan y que no podemos olvidar. Ellas se refieren a lo que viene aconteciendo con el territorio y la población palestina.
¿Qué ocurre con el territorio?
Hasta 1947 convivían en territorio palestino una amplia mayoría de árabes, una cifra bastante menor de judíos y muy pequeños grupos humanos de otras comunidades. La extensión total de ese territorio era de 27 mil kilómetros cuadrados. En ese año las Naciones Unidas deciden crear el Estado de Israel y le asignan –aproximadamente- la mitad del territorio de Palestina.
En la actualidad el Estado de Israel manifiesta tener 20.720 kilómetros cuadrados y el territorio palestino apenas abarca 6.335 (5970 en la Cisjordania y 365 en Gaza, actualmente en conflicto) ¿Qué pasó en el medio? A través de guerras y ocupaciones, Israel se ha ido apoderando de territorios a expensas de Palestina. Todos sabemos qué tenemos que hacer si alguien se quiere meter en nuestra casa y ocuparla por la fuerza. Defender lo propio forma parte de la esencia de la vida humana y no le podemos pedir a los palestinos que desistan de ese principio que es una característica vital de nuestra especie.
¿Qué pasa con la población?
Los palestinos son algo más de 10 millones. Menos de la mitad, 4 millones, habitan en territorio palestino (Cisjordania y Gaza) los restantes (6 millones) forman parte –en su inmensa mayoría- de la diáspora palestina. La presión israelí de los ilegales “asentamientos” de colonos israelíes, las guerras y ocupaciones los han empujado a esa situación. Obviamente, quienes permanecen en el lugar -que los vio nacer a ellos y sus antepasados- tratan de seguir viviendo en su tierra. Ellos constituyen la legítima resistencia palestina. Lo hacen con los medios que tienen a mano.
El actual ataque en la Franja de Gaza no es distinto a las anteriores agresiones, todas ellas persiguen los objetivos señalados: Los israelíes quieren más tierra y menos palestinos habitándola. Los palestinos le responden con la justicia de su causa y los recursos que pueden. La realidad muestra que entre sus orgullos figuran los hijos, el promedio es de 5 por familia. Por eso, hay tantos niños muertos, hasta ayer sumaban 192 (según cifras de UNICEF), sin contar otros 8 en la propia Cisjordania.
A esos objetivos permanentes se le agregan otros coyunturales. En esta agresión a Gaza no es descartable que procuren que miles de palestinos emigren a Egipto. Con ello quieren complicarle la vida al nuevo gobierno egipcio, conducido por el General Abdel Fattah El Sisi, quien está rompiendo la alianza con Occidente y procurando acuerdos con Vladimir Putin y los rusos. Tampoco hay que olvidar que a pocos kilómetros de las costas de la Franja de Gaza hay importantes reservas de gas que esperan ser explotadas.
La política de Derechos Humanos, de raíz occidental, tiene que asumir la responsabilidad de tener presente que estamos ante un genocidio y delitos de lesa humanidad, donde la condenable “limpieza étnica” está ocupando un lugar central. En muchos lugares del mundo hay movilizaciones que sostienen que, para no avergonzarnos de nuestra pertenencia a la raza humana, es preciso que los gobiernos actúen con mayor decisión.
Juan Guahán/Question
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