Gaza después de las bombas
29 AGOSTO 2014
El martes pasado, luego de 51 días de enfrentamientos que provocaron 2.140 muertes del lado palestino (más del 60 por ciento fueron víctimas civiles) y 70 del lado israelí (seis civiles y 64 soldados), ambas partes llegaron a un acuerdo que supone, en principio, el cese “definitivo” del fuego. En principio. Por supuesto, hay motivos para celebrar un alto el fuego que frenará la carnicería genocida que Israel instaló en Gaza durante 50 interminables días (véase recuadro). También hay que celebrar la extraordinaria resiliencia y resistencia tanto de la población civil gazatí como de sus organizaciones armadas –una y otras más unidas que nunca.
Si se mide teniendo en cuenta la cantidad de daños y de víctimas, podría decirse que Israel ganó. En siete semanas mató a más niñas y niños palestinos que en los últimos cinco años; y diez veces más que en la operación Escudo Defensivo sobre Cisjordania en 2002. Pero si se mide en legitimidad ganada o perdida ante la opinión pública mundial, no cabe la menor duda: Israel ha perdido décadas de credibilidad, y todas sus pérdidas han sido cosechadas por la causa palestina. Numerosos análisis se refieren estos días al exponencial crecimiento del movimiento global de Boicot, Desinversión y Sanciones (bds), y los efectos ya están alarmando a Israel. La imagen internacional de “la única democracia de Oriente Medio” está en su punto más bajo. Y en casa las cosas tampoco son fáciles para Netaniahu, que encabeza una coalición de gobierno y un gabinete sumamente divididos, de cara a una sociedad que en un 90 por ciento quería continuar la agresión y ahora seguramente está furiosa ante esta “claudicación”. Israel terminó haciendo concesiones que hace dos meses ni siquiera estaba dispuesto a discutir. Incluso los analistas israelíes califican el resultado no ya como derrota sino como hundimiento. El diplomático Barak Ravid afirmó en Haaretz que Netaniahu “vio la oportunidad de huir de Gaza, y la tomó”, calificando el acuerdo firmado como “regresión”: “Esa regresión se resume en las 69 víctimas israelíes, las 2 mil víctimas palestinas (la mayor parte de ellas civiles inocentes), los miles de cohetes sobre nuestras comunidades en el sur, los cientos de misiles en el centro del país, las comunidades desiertas, la pérdida de confianza en el ejército y en el gobierno entre los habitantes del sur, los perjuicios económicos (el sector turístico perdió miles de millones esta temporada) y los daños diplomáticos y políticos que son imposibles de cuantificar”.
Por contraste, la resistencia palestina surge moralmente victoriosa: Israel no consiguió destruir el arsenal palestino ni que los cohetes dejaran de caer sobre su territorio, y tuvo que terminar negociando. “Sobrevivir a esta agresión es una nueva vida. Vivir durante 51 días de misiles y bombas continuas es una victoria”, dijo a Electronic Intifada la joven escritora gazatí Malaka Mohammed.
MOTIVOS DE CAUTELA. Pero los motivos para celebrar no son tantos, no sólo por el inmenso costo en vidas humanas y en infraestructura civil (la actual destrucción de Gaza no tiene precedentes), sino por varias razones más.
En primer lugar, ¿qué hacer con la impunidad de Israel? ¿Esperar que su máquina de guerra se recomponga hasta el próximo ataque? ¿Cómo hacer para que por una vez ese niño malcriado de la comunidad internacional que se convirtió en el matón intocable del barrio tenga que rendir cuentas ante los tribunales internacionales por crímenes de guerra y de lesa humanidad?
En segundo lugar, porque algunas de las más sensibles demandas palestinas quedaron para ser negociadas más adelante (la reconstrucción del aeropuerto y el puerto de Gaza, la liberación de los presos canjeados en 2011 por el soldado Gilad Shalit y re-arrestados recientemente), y ya se sabe cómo terminan los temas que se dejan para más adelante.
En tercer lugar, porque aun en caso de que se dé efectivamente una gradual apertura de los pasos fronterizos y se alivie el bloqueo que Gaza sufre desde hace siete años, ¿quién va a definir lo que se permite entrar o no, qué se puede considerar “materiales de reconstrucción”, “ayuda humanitaria” y demás? Y como dice la analista Rania Masri: “¿Y qué hay de la reconstrucción de la economía? ¡No queremos caridad!”.
Y lo que es más importante: ¿quién va a asegurar que Israel, que tiene una larguísima historia de acuerdos incumplidos con los palestinos, cumpla lo acordado? Empezando por los ficticios Acuerdos de Oslo en 1993, hasta cada alto el fuego que puso fin a cada agresión a Gaza (también prometió levantar el bloqueo en noviembre de 2012 y nunca lo hizo). ¿Quién va a monitorear que Israel respete las seis a doce millas náuticas que ahora prometió a los pescadores gazatíes? (los Acuerdos de Oslo les otorgaron 12 millas, pero Israel, unilateralmente y a fuerza de ataques desde sus naves militares, las redujo a menos de tres, hasta hoy).
Nada se ha hablado de lo que los palestinos vienen reclamando desde hace décadas e Israel rechaza: el establecimiento de una fuerza multinacional de la onu que monitoree el cumplimiento de los acuerdos por ambas partes. Mientras no se establezcan mecanismos eficaces de vigilancia, Israel podrá continuar violando todos los acuerdos firmados sin pagar ningún precio por ello.
Hay otros aspectos por demás preocupantes y peligrosos: al parecer, la desprestigiada anp, con Majmud Abbas a la cabeza, sería la encargada de controlar los pasos fronterizos (en lugar de Hamas) y de administrar, junto con los donantes internacionales, la reconstrucción de Gaza. En una palabra, “cisjordanizar” a Gaza. Y puedo asegurarles que la perspectiva no es nada alentadora… Precisamente lo que ha llevado al total desprestigio de la anp es su corrupción en el manejo de los fondos internacionales, la profundización de la dependencia de esos fondos (condicionados a “portarse bien”), y la nefasta “coordinación de seguridad” con Israel para desarticular toda resistencia, lo que ha convertido a la anp ante los ojos de la población en un “agente de la ocupación”. Lo único que le falta a la sufrida población gazatí es que los corruptos gobernantes ficticios y sus socios occidentales lucren con su desgracia.
Conviene recordar que mientras Israel llevó adelante la masacre sobre Gaza simultáneamente acentuó la represión en Cisjordania y en Jerusalén este, donde se están viviendo situaciones que algunos analistas califican de “pre Intifada”. De hecho, desde el 8 de julio el ejército de ocupación asesinó a 15 adultos y dos menores e hirió a 2.139 personas allí.
En cualquier caso, el escritor gazatí Rifat Alarir considera que el acuerdo alcanzado representa “una victoria simbólica sobre un poder colonial brutal; un paso para Gaza y un salto para Palestina”. Y agrega: “Es una victoria porque Gaza no se arrodilló, porque demostró que Israel puede ser disuadido y aislado, porque Gaza expuso el horrible rostro del apartheid israelí y el de Estados Unidos, que nunca dejó de enviarle armas, y porque más y más personas se están uniendo al bds en todo el mundo y están más decididas a poner fin a esta injusticia por todos los medios eficaces (…) en lugar de sólo mandar oraciones y buenos deseos”.
Pero Alarir también recordó que mientras la población de Gaza comienza el arduo camino hacia la recuperación física, emocional y mental de los horrores, el trabajo por la justicia no puede detenerse. Israel no habría podido perpetrar semejantes atrocidades sin el apoyo y la complicidad de tantos gobiernos, empresas e instituciones en todo el mundo. Los esfuerzos por mantener esta ocupación colonial y racista son globales, y por eso la lucha para derrotarla –especialmente a través del bds– tiene que ser global también. Como afirma el analista y activista Ali Abunimah: “El fin del apartheid y la colonización israelí y la fundación de un país para todos y todas sus habitantes –en donde los refugiados, no más excluidos por leyes racistas, puedan regresar a su tierra– es el único monumento que vale la pena construir en honor de tantas personas cuyas vidas fueron arrebatadas violentamente”.
Festejo
Gaza salió a las calles festejando
Gaza salió gritando: muerte a la muerte
Gritando contra el cielo: rechazamos morir
Y yo, como aquel que sale de su tumba, saludo a los demás
Los que sobrevivieron el pleno infierno. n
Ahmad Yacoub
(escritor y poeta palestino)
Desde Gaza
http://brecha.com.uy/index.php/mundo/4363-gaza-despues-de-las-bombas
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