Líbano a través de la mira de un bombardero
Noam Chomsky
En el Líbano, un cese del fuego que se cumple a regañadientes
permanece en efecto. Se trata de una más en una serie de treguas entre
Israel y sus adversarios que se prolonga desde hace décadas, en un
ciclo que, como si fuera inevitable, retorna a la guerra, a la matanza
y a la miseria humana.
Tratemos de describir la crisis actual por lo que realmente es: una
invasión al Líbano llevada a cabo por Estados Unidos e Israel, con
apenas una cínica pretensión de legitimidad. De entre todas las
acusaciones y réplicas, el factor más inmediato detrás del asalto es
el conflicto israelí-palestino.
Esta no es la primera vez que Israel ha invadido el Líbano para
eliminar una presunta amenaza. La más importante de las invasiones del
Líbano hechas por Israel y apoyada por Estados Unidos, en 1982, fue
ampliamente descrita en Israel como una guerra por la Cisjordania.
Fue emprendida para finalizar los molestos llamados de la Organización
de la Liberación de Palestina para un arreglo diplomático. Pese a que
hay muchas condiciones diferentes, la invasión de julio puede ubicarse
dentro del mismo diseño.
¿Que rompería el ciclo? Los esquemas básicos de una solución al
conflicto entre Israel y Palestina son conocidos, y han sido apoyados
por un amplio consenso internacional durante 30 años: un acuerdo de
dos estados en una frontera fijada por organismos internacionales, tal
vez con ajustes menores y mutuos.
Los estados árabes aceptaron formalmente esta solución en el 2002,
como lo hicieron los palestinos, mucho antes. El líder de Hezbolá,
Sayyed Hassan Nasrallah, ha sido claro. Él ha dicho que aunque esta
solución no es la preferida de su organización, esta no perturbará su
desarrollo. El 'líder supremo' de Irán, el ayatola Jamenei,
recientemente señaló que también Irán apoya el acuerdo. Hamas ha
indicado claramente que también está preparada para negociar por el
pacto en esos términos.
Pero Estados Unidos e Israel continúan bloqueando este acuerdo
político, como lo han hecho durante 30 años, con breves e
intrascendentes excepciones. La negación puede ser lo preferido en
casa, pero las víctimas no gozan de ese lujo.
El rechazo de Estados Unidos y de Israel no está solamente en las
palabras, sino de manera más importante en las acciones. Con un
decisivo apoyo de Estados Unidos, Israel ha estado formalizando su
programa de anexión y desmembramiento de los menguantes territorios
palestinos. Se trata de un programa de 'convergencia' que, de manera
asombrosa, es llamado por Estados Unidos "valiente retirada".
Como consecuencia, los palestinos enfrentan la destrucción nacional.
El apoyo más significativo para los palestinos viene de Hezbolá, que
se formó como una reacción a la invasión de 1982. Hezbolá ganó un
prestigio considerable al liderar el esfuerzo para obligar a Israel a
retirarse del Líbano en el 2000. Además, como otros movimientos
islámicos, Hezbolá ha ganado apoyo popular al proveer servicios
sociales a los pobres.
Para los planificadores de Estados Unidos e Israel lo que hay que
hacer es debilitar o destruir a Hezbolá del mismo modo que la
Organización para la Liberación de Palestina debía ser desalojada del
Líbano en 1982.
Pero Hezbolá está tan profundamente arraigado en la sociedad libanesa
que no puede ser erradicado sin destruir también gran parte del
Líbano. De ahí la magnitud del ataque contra la población del país y
su infraestructura.
Al seguir una pauta conocida, la agresión está incrementando
bruscamente el apoyo a Hezbolá, no solamente en el mundo árabe y
musulmán, sino en el propio Líbano.
A fines del mes pasado, las encuestas revelaron que el 87% de los
libaneses apoyaban la resistencia de Hezbolá contra la invasión. Eso
incluye un 80% de los cristianos y los drusos.
Inclusive el patriarca católico maronita, el líder espiritual del
sector más pro occidental del Líbano, se unió a los líderes religiosos
sunita y chiita en una declaración que condena la 'agresión' y aclama
"la resistencia, principalmente conducida por Hezbolá".
La encuesta también descubrió que el 90% de los libaneses considera a
Estados Unidos "cómplices de los crímenes de guerra de Israel contra
el pueblo libanés".
Amal Saad-Ghorayeb, un ensayista libanés y un experto en Hezbolá,
observa que "estos resultados son aun más significativos cuando se los
compara con los resultados de una encuesta similar conducida hace solo
cinco meses, que mostraba que solamente el 58% de los libaneses creía
que Hezbolá tenía el derecho a permanecer armada, y por lo tanto, a
continuar su actividad en la resistencia".
La dinámica es conocida. Rami G. Khouri, un editor del periódico
libanés "Daily Star", escribe que "los libaneses y los palestinos han
contestado a los persistentes y cada vez más salvajes ataques de
Israel contra enteras poblaciones civiles a través de la creación de
liderazgos paralelos o alternativos que pueden protegerlos y
ofrecerles los servicios esenciales".
Este tipo de fuerzas populares solamente ganarán poder y se volverán
más extremistas si Estados Unidos e Israel persisten en demoler
cualquier esperanza de que los palestinos obtengan el derecho a
construir una nación, y continúan destruyendo Líbano.
En la crisis actual, incluso el rey Abdulá de Arabia Saudí, el más
antiguo (y más importante) aliado de Washington en la región, se vio
forzado a decir: "Si la opción de paz es rechazada debido a la
arrogancia de Israel, entonces solamente la opción de la guerra
permanece, y nadie sabe las repercusiones que afectarán a la región,
incluyendo guerras y conflictos de los que nadie estará a salvo,
incluyendo aquellos cuyo poder militar los está tentando a jugar con
fuego".
No es un secreto que Israel ha ayudado a destruir el nacionalismo
secular árabe y a crear a Hezbolá y a Hamas, del mismo modo que la
violencia de Estados Unidos ha acelerado el ascenso del
fundamentalismo islámico extremista y del terror de los guerreros
santos. La última aventura va a crear probablemente nuevas
generaciones de jihadistas resentidos y furiosos, del mismo modo que
lo hizo la invasión de Iraq.
El escritor israelí Uri Avnery señaló que el jefe del estado mayor del
ejército de Israel, general Dan Halutz, ex comandante de la fuerza
aérea, "mira el mundo a través de la mira de bombardero". Lo mismo
puede decirse de Donald Rumsfeld, de Dick Cheney, de Condoleezza Rice
y de otros altos funcionarios de la administración de Bush. Como lo
revela la historia, esa manera de mirar el mundo no es rara entre
aquellos que detentan la mayoría de los medios de violencia.
Saad-Ghorayeb describe la violencia actual en "términos apocalípticos"
advirtiendo que posiblemente "se abrirán las compuertas del infierno"
si el resultado de la campaña de Estados Unidos y de Israel crea una
situación en la cual "la comunidad chiita bulle de resentimiento
contra Israel, Estados Unidos y al gobierno que percibe como un
traidor".
El tema central el conflicto Israel-Palestina puede manejarse a través
de la diplomacia, si Estados Unidos e Israel abandonan su idea de
rechazar todo compromiso.
Otros problemas pendientes en la región también son susceptibles de
negociación y de diplomacia. Su éxito nunca puede ser garantizado.
Pero podemos estar razonablemente confiados de que mirar el mundo a
través de una mira de bombardero traerá más miseria y sufrimientos,
tal vez incluso en "términos apocalípticos".
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