Iniciativa Septiembre: Derechos Nacionales Palestinos como punto de partida
El real significado de la iniciativa palestina ante Naciones Unidas en septiembre reside en que ofrece la oportunidad para recordar los axiomas que deberían guiar las decisiones políticas: derechos nacionales y sociales de los palestinos, con todas sus dimensiones. Nasser Ibrahim lo explica.
2011-09-04 15:36:36 / Fuente: Nassar Ibrahim, Centro de Información Alternativa (AIC)
El anuncio del presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmound Abbas, de que en septiembre la AP requerirá en la Organización de Naciones Unidas (ONU) plena membrecía y reconocimiento de un estado Palestino por la comunidad internacional, eleva controversias políticas y cuestiones legales tanto en la escena palestina como internacional. A medida que las organizaciones políticas y de la sociedad civil palestinas exploran esta cuestión, más complejos se vuelven los interrogantes. Esta complejidad creciente demuestra cómo dicha iniciativa falla en la medida en la que no se desprende de una estrategia política nacional razonable, que es lo que debería guiar el camino hacia la misma. El reclamo del reconocimiento de un estado podría haber sido la culminación de un proceso real y pragmático de reconciliación entre Hamas y Fatah, una restructuración de los movimientos populares palestinos y una reforma de la relación con las pueblos árabes, así como con los movimientos internacionales e israelíes de la sociedad civil anti-sionistas, permitiendo así una nueva posición ante futuras iniciativas de paz. Pero este no fue el caso.
El primer elemento preocupante es que esta decisión emergió abruptamente y no como resultado de un proceso de evaluación del desempeño político palestino desde Oslo hasta la actualidad. En otras palabras, pareciera ser una decisión tomada debido a una crisis, más que un paso intencionado hacia una nueva estrategia nacional. Un análisis del contexto político e histórico, indisociablemente ligado a la lucha nacional palestina y sus objetivos, resulta fundamental para que la iniciativa implique más que una maniobra diplomática bajo el techo de los llamados procesos de paz (es decir, las negociaciones) que fueron un proceso disfuncional desde su comienzo en 1991 con la Conferencia sobre la Paz en Madrid hasta su final en 2011. Este fracaso se remonta al hecho de que el proceso de paz no contó desde su inicio con las condiciones necesarias precondiciones para su éxito, siendo que todas las negociaciones estaban sujetas a las relaciones de poder desiguales entre la alianza Israel-Estados Unidos, respaldada por la Unión Europea y los regímenes árabes, quienes eran interlocutores válidos en esta alianza.
Acercarse a esta opción política y sus diversas dimensiones significa identificar el punto de partida de este proceso, a fin de evitar que el debate caiga en la trampa del uso táctico político. Un hecho que nos permite una vez más remontarnos a la base del conflicto entre la ocupación colonial israelí y sus objetivos, y las aspiraciones de los palestinos por la liberación nacional. Una evaluación -positiva o negativa- debería tener lugar más allá de enfoques estrechos y comenzar a partir de un punto de vista estratégico. Es importante identificar los principios y objetivos de la estrategia de liberación nacional, si los palestinos irán o no a la ONU. La discusión aquí va más allá de las controversias legales y las campañas de relaciones públicas que tienen como objetivo estimular el otro lado. El tema central no es si la moción en la ONU está bien o mal, como cuestión de principio. ¿Esta elección significa un distanciamiento de las estrategias y las referencias de negociaciones previas (los términos dictados por el desequilibrio de poder) y representa un retorno a las resoluciones de la ONU y el derecho internacional como una referencia para cualquier futuro proceso de paz? Esta pregunta y sólo esta pregunta debería ser la referencia para cualquier discusión. Si la respuesta es positiva, la solicitud del reconocimiento del Estado representaría el primer paso hacia una nueva estrategia palestina: La reconstrucción de la lucha nacional palestina sobre la base de los requisitos de la unidad nacional y una reconsideración de la resistencia en todas sus formas, así como la reconstrucción de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) como el único representante legítimo del pueblo palestino, basándose en un consenso nacional en torno a los derechos nacionales palestinos (el derecho al retorno, la autodeterminación y el establecimiento de un estado palestino independiente y soberano con Jerusalén como su capital y el desmantelamiento de los asentamientos). En vista de ello, la iniciativa de septiembre formaría parte de una estrategia política nacional y no sería la estrategia misma. Ir a la ONU en septiembre no es ni debe ser el punto final, ya que la realidad sobre el terreno no va a cambiar mucho como resultado de este primer paso.
La experiencia de la lucha palestina durante las últimas décadas demuestra que la garantía de una cierta armonía entre las exigencias de los derechos nacionales palestinos, por un lado, y las dinámicas políticas, sociales y culturales por el otro, ha sido el único elemento capaz de mantener la lucha palestina en su marco estratégico. En todo momento histórico estos principios han sido violados por razones tácticas y el precio que han pagado los palestinos con respecto a sus derechos ha sido muy elevdo. Esta es la lección que debemos aprender de la amarga cosecha de los Acuerdos de Oslo, y la razón se remonta al hecho de que el proceso de paz no ha respetado las bases y los objetivos de esta etapa de liberación nacional. Para cumplir con el acuerdo, se convirtió en la meta y no en un medio para respetar los derechos nacionales palestinos. Algunos incluso han sugerido que el mero comienzo de las negociaciones y el establecimiento de la AP significan que el pueblo palestino ha superado esta etapa, con todas sus necesidades nacionales, políticas y organizativas.
En lugar de aferrarse de la iniciativa de septiembre, debe promoverse un debate interno dentro de la sociedad palestina, con el objetivo de revisar la actitud política del liderazgo de las dos últimas décadas. El punto de partida es una reestructuración del equilibrio de poder interno entre los actores políticos y sociales -los movimientos sociales, los partidos de izquierda y la multitud con sus interconexiones internacionales interesada en continuar la lucha por la liberación.
En cualquier caso, el liderazgo palestino ha de recordar que el fracaso de todas las "iniciativas de paz" se explica por el simple hecho de que se trató de pasar por encima de los fundamentos de los derechos nacionales y la unidad del pueblo palestino, con el objetivo de construir una paz bajo los criterios de la ocupación israelí. Las concesiones otorgadas por los dirigentes palestinos han sacudido profundamente las bases de esos derechos y por lo tanto destruido toda legitimidad potencial del proceso de paz, que se ha convertido, a los ojos de la mayoría de los palestinos, en la decisión de una pequeña elite política que se contradice con los derechos y los intereses de la mayoría, mientras que la contraparte de las negociaciones (Israel) se aferra a sus políticas coloniales, incluidos los asentamientos en tierras palestinas.
El argumento antes mencionado no es un conflicto artificial, pero es, en esencia, un retorno a los activos que se perdieron en las astutas políticas que aún continúan adaptándose a los requisitos para poner fin al conflicto, a veces un resultado del realismo y en otras ocasiones, una balanza de poder. Cualquier acción política exitosa debe basarse en los factores determinantes y los requisitos de la etapa de liberación nacional y sus objetivos y estrategias, de la que su legitimidad y la moralidad se derivan. El compromiso y la adhesión a los derechos nacionales palestinos y su justa lucha por la libertad, la independencia y la autodeterminación sobre la base del derecho internacional y las resoluciones de la ONU. Este es el factor determinante de cualquier decisión palestina.
A la luz de este hecho y de las experiencias prácticas previamente mencionadas, el reto más importante para las élites políticas, sociales y culturales respecto a la iniciativa de septiembre radica en su capacidad para navegar por el laberinto de las últimas dos décadas con el objetivo de desarrollar y mejorar la política, el desempeño social, económico y cultural para satisfacer las necesidades de la liberación nacional palestina y poner fin a la ocupación, y no considerarlo simplemente como un debate jurídico y diplomático.
Para verificar esta ecuación, el significado de septiembre depende de dos condiciones principales. Primero: La restauración de la estrategia nacional palestina, en conformidad con las prioridades nacionales en todos los niveles, empezando por el hecho de que el pueblo palestino sigue viviendo en la etapa de liberación nacional, incluida la interacción entre las diferentes formas de resistencia y de unidad nacional como un requisito previo. En este contexto, la tarea es en primer lugar evaluar el desempeño político después de Oslo, reconociendo los desequilibrios y retrocediendo a las apuestas incorrectas con el fin de recuperar la iniciativa de acuerdo con el interés nacional palestino. Mucho antes de que la iniciativa de septiembre se encontrara en el horizonte, el poeta palestino Mahmoud Darwish nos advirtió de las consecuencias dramáticas del proceso de Oslo, escribiendo que "(Israel) entendía la aplicación de la paz falsa para lograr lo que no podía a través de la guerra: la hegemonía regional y tratar con el pueblo palestino bajo asedio como una entidad aislada ... Mientras tanto los palestinos agotaron toda su flexibilidad para pagar finalmente un precio más alto para una mediación dirigida no más que para el reconocimiento del derecho a establecer un estado independiente en el 20% de la tierra de nuestra patria histórica merecida, e Israel en el otro lado se niega a retirar hasta 1 metro de espacio donde su leyenda debe realizarse, y todavía ve nuestra existencia histórica en nuestro país como una ocupación extranjera en "la patria eterna judía", para liberarse de nosotros y de nuestra historia" (periódico Al-Dustour, Jordania, 2002).
Segundo: Cumplir con el requisito de la reconstrucción de los cuerpos políticos palestinos (la OLP y la AP), de acuerdo con la mencionada nueva estrategia. El primer objetivo de esta reorganización institucional es determinar límites claros entre las tareas de "la revolución y la Autoridad (Palestina)", especialmente en vistas de las terribles consecuencias políticas y culturales del proceso de mezcla entre ellos. Fue precisamente este error intencional que empujó a los dos grandes movimientos políticos de la historia contemporánea de Palestina (Fatah y Hamas) a su actual crisis, arrojando primero el movimiento Fatah y luego Hamas para que ambos sirvan a la AP y no a la estrategia de liberación. Esto llevó a un cambio fundamental en la estructura de los dos movimientos, de tal manera que la AP vinculó con éxito sus roles a las fronteras de la AP sobre la base de los Acuerdos de Oslo, al tiempo que debían mantener su papel como agentes para controlar y guiar el desempeño para servir a la estrategia de liberación política, sin negar, por supuesto, el papel de la AP a nivel civil y social, con el fin de satisfacer las necesidades sociales del pueblo palestino y promover la práctica de la democracia en la sociedad palestina.
Así, la contradicción entre la lucha nacional y la AP emergió y rápidamente se salió de control. Si las fuerzas políticas han mantenido una distancia segura de la AP, el conflicto no ha llegado al punto en que amenaza la unidad del pueblo palestino y sus aspiraciones de libertad e independencia. La incapacidad de la élite política palestina para hacer frente a esta ecuación condujo a la división de la sociedad palestina y la crisis política que los palestinos están tratando de resolver en vano por fuera del contexto de Palestina está contribuyendo en convertir a la realidad palestina permeable de interferencias exteriores.
Fuera de esto, una base democrática para la acción política y social debe ser establecida para garantizar la participación de todas las fuerzas políticas y sociales de acuerdo a su rol en la realidad palestina. Mantener el equilibrio entre los objetivos de liberación nacional, por un lado, y las tareas sociales y de desarrollo por el otro -de modo que ésta puede estar en armonía con la primera sin ser un obstáculo- rescataría a los palestinos de la trampa de la ayuda extranjera, que se ha convertido en un medio de presión y chantaje político. Debe considerarse en este marco el significado de los cambios en el mundo árabe (la revolución árabe), que debe ser vista como una nueva oportunidad para promover la lucha de liberación palestina.
Este potencial proceso de reestructuración interna, regional y estratégica es lo que el Estado de Israel teme: de perder los logros que obtuvo a través del proceso de Oslo y enfrentar contradicciones crecientes internas que amenazan la cohesión de la sociedad israelí. Esto es así sobre todo si la iniciativa de septiembre significa un retorno a la referencia del derecho internacional y una oportunidad para que los movimientos políticos palestinos se reorganicen sin fracasar y se empiece a avanzar de nuevo sobre la base del derecho internacional. En segundo lugar, si el malestar social y económico creciente en Israel, que está directamente relacionado con los costos de la ocupación y la militarización, vuelve a insistir en la importancia de la lucha conjunta popular de los palestinos y los israelíes como un principio rector en contra de las políticas de exclusión, racismo y empobrecimiento que la propia sociedad israelí está sufriendo.
En conclusión, el significado de la iniciativa de septiembre no radica en lo que vaya a suceder, ya que cualquier resultado del proceso de la ONU en todo caso será determinado por las relaciones de poder existentes. El valor final de esta decisión debe ser visto como el hecho de que proporciona una oportunidad para todos (en el mejor de los casos) de recuperar algo de equilibrio a través de un retorno a los axiomas que deben guiar las decisiones políticas palestinas, el punto de origen de cualquier decisión política: derechos nacionales y sociales de los palestinos, con todas sus dimensiones.
Traducido por Luz Welles para el Centro de Información Alternativa (AIC), Jerusalén.
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