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COMISIÓN de APOYO al PUEBLO PALESTINO

CRONICA DE LA CIUDAD MAS CASTIGADA POR LOS COHETES PALESTINOS

CRONICA DE LA CIUDAD MAS CASTIGADA POR LOS COHETES PALESTINOS

Sderot, entre el éxodo y el estoicismo
 

 

 

Los habitantes de esta castigada ciudad israelí lindante con la Franja de Gaza reparten culpas entre propios y ajenos por la violencia a ambos lados de la frontera. El testimonio indignado de las víctimas y la vergüenza de los que parten en silencio a lugares más seguros.
 

Por Sergio Rotbart - Desde Sderot, Israel

 

Hay que salvar al país”, alcanzó a murmurar Mijael Slutzker en su hebreo entrecortado y con un fuerte acento ruso. Su esposa, Faina, murió el pasado miércoles en Sderot cuando fue alcanzada por un cohete Qassam disparado desde algún sitio del norte de la Franja de Gaza. Faina Slutzker se dirigía esa mañana a su lugar de trabajo, que consiguió en el marco del llamado Plan Wisconsin, un emprendimiento ocupacional a través del cual el gobierno busca reducir el número de ciudadanos que reciben seguro de desempleo y les encomienda a empresas privadas su ubicación en el mercado laboral. Faina (57) y Mijael (59), que hace tres años emigraron de la ex Unión Soviética a Israel, donde ya vivían sus dos hijos, fueron incorporados al Plan Wisconsin (se lo denomina como a la ciudad norteamericana, de donde fue copiado) meses atrás, cuando la iniciativa comenzó a ser implementada en Sderot, cuyo índice de desocupación ronda el 10 %. Como parte del programa, a Faina le asignaron el cuidado de personas ancianas.
 
Los familiares y amigos que se congregaron en la casa de los Slutzker el pasado viernes, acompañando a Mijael en su duelo, no escatimaron sus duras críticas hacia el plan ocupacional. “Es una vergüenza que personas de la edad de Faina y Mijael tengan que trabajar de acuerdo a las duras condiciones que exigen las empresas de personal”, dijo Fany, la hermana de Mijael. Pocas horas después de la muerte de Faina, Mijael llamó a la sede local encargada de la implementación del Plan Wisconsin y acusó a sus miembros de ser los responsables de la muerte de su esposa.
 
El mismo Qassam que causó la muerte de Faina Slutzker hirió gravemente a Maor Peretz, miembro del personal de seguridad del ministro de Defensa, Amir Peretz. El cohete cayó a pocos metros de la casa del ministro, donde realizaba su patrullaje de rutina Maor, a quien hubo que amputarle las dos piernas. “Enojarse no tiene ningún sentido”, afirma Yosi Cohen, miembro del equipo de Maguen David Adom (el equivalente israelí de la Cruz Roja) que asistió a las víctimas del ataque mortal. Cohen, de 54 años, es chofer de ambulancia y enfermero.
 
En febrero su nieto, entonces de siete meses, fue herido en la cabeza por el impacto de un Qassam dirigido contra el kibutz Carmiya, algunos kilómetros al sur de Sderot. El abuelo-enfermero no guarda sentimiento de venganza o furia: “¿Contra quién va dirigido el enojo? ¿Contra los palestinos, a quienes encerraron en una jaula y les dan cien shékel por cada disparo de Qassam? ¿Contra el primer ministro Olmert, que está en los Estados Unidos? ¿Contra Eli Moyal (el intendente de Sderot), que hace ruido y se enfurece con todo el mundo? El tampoco sabe qué hacer. Los Qassam son una situación dada que nadie sabe cómo parar. Lo único que nos queda es apagar incendios”.
 
Su esposa, Dina, maestra de colegio primario, cuenta cómo tuvo que suspender la clase de la mañana del miércoles ante el sonido de la frase “Color Rojo”, la alarma que emanaba de los altoparlantes. “Yo no estoy de acuerdo con la idea de arrasar con Beit Hanun, porque se vuelve contra nosotros como un boomerang”, aclara Dina. Ella propone, en cambio, “hablar con el Hamas y con la Jihad Islámica”. Su esposo le retruca: “¡Qué me importa! Que hablen. ¿Si hablan se soluciona algo? ¿Qué quieren los palestinos? Yo estoy dispuesto a darles hasta los pantalones, pero no los pantalones”.
 
“¿Dónde hay que anotarse para viajar a Eilat?”, era la pregunta que se repetía en boca de quienes se congregaron en la entrada a la sede de la municipalidad el pasado jueves, cuando se expandió la noticia de que Arcadi Gaydamak, el multimillonario y empresario ruso-israelí, financiará el viaje y la estadía en el balneario ubicado en la costa del Mar Rojo de alrededor de 1600 habitantes de Sderot. Dos mujeres de mediana edad, esperando su turno para ser incluidas en las vacaciones pagas, responden en forma simultánea, pero inversa, a la pregunta de si la ciudad está siendo abandonada por sus habitantes. “¡De ninguna manera! ¿Adónde vamos a ir? Esta es nuestra casa”, dice una de ellas, mientras su compañera afirma: “Seguro que la gente abandona”. Un funcionario de la municipalidad asegura que “la gente parte en silencio, por la vergüenza”.
 
La iniciativa de Gaydamek generó la reacción airada del ministro de Defensa, Amir Peretz, también con domicilio en Sderot. “El Estado de Israel no permitirá que magnates y filántropos controlen el sufrimiento de los ciudadanos. Prepararemos un plan ordenado y organizado para ayudar a los habitantes de la ciudad, que no necesitarán agolparse ante la puerta de filántropos”, sentenció Peretz.
 
Los ataques con cohetes Qassam contra Sderot son parte de la realidad cotidiana que esta ciudad periférica, de 26.000 habitantes, vive desde el estallido de la segunda Intifada, a fines del año 2000. Erigida sobre las ruinas de la aldea palestina de Najd, cuyos 620 pobladores fueron expulsados por el ejército israelí en 1948, dos días antes de la creación del Estado judío, Sderot fue fundada como campamento transitorio para inmigrantes provenientes de Kurdistán y de Irán en 1953.
 
Durante los siguientes años el poblado absorbió a un gran número de judíos que inmigraron de Marruecos y de Rumania, y que fueron enviados a las zonas fronterizas en el marco de la política estatal de poblar las zonas conquistadas en la guerra de 1948. En la década de 1990 una gran cantidad de inmigrantes de la ex Unión Soviética (más de 10.000) y, en menor medida, de Etiopía, se establecieron en la localidad, cuya población se duplicó en ese período. En 1996 Sderot fue declarada ciudad.
 
Los diputados de la lista judeo-árabe Hadash, integrada mayoritariamente por el Partido Comunista de Israel, fueron los únicos representantes oficiales que visitaron Sderot luego del ataque con cohetes Qassam del pasado miércoles. Ellos se encontraron con Eli Moyal, el intendente de la ciudad, y participaron en el entierro de Faina Slutzker.
 
Tras la sepultura, fueron provocados por un grupo de personas que profirieron exclamaciones de contenido racista. Mohammad Barakeh, el titular de la bancada parlamentaria de Hadash, también efectuó una visita de condolencia a Beit Hanun, al norte de la Franja de Gaza, luego del ataque del ejército israelí que produjo la muerte de veinte civiles palestinos.
 
“La seguridad de Sderot está vinculada a la seguridad de Beit Hanun y viceversa, y ninguna se consigue mediante el uso de las armas”, dijo Barakeh.

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