OPINIONES
Jueves 29 de Mayo de 2008
“ESTÁN VENDIENDO LO QUE QUEDA DE PALESTINA”
Por Julien Salingue, juliensalingue.over-blog / Rebelión
Traducido por Caty R.
La “Palestine Investment Conference (PIC)” comenzó el 21 de mayo. En este artículo no pretendo analizar profundamente los objetivos de esa Conferencia, que no ha terminado cuando escribo, sino mostrar algunos síntomas del clima que reina en Belén desde hace unos días, revelador, según mi opinión, de los procesos que se están llevando a cabo en los territorios palestinos de Cisjordania.
Esto no se había visto en Belén desde hacía años. Las calles están divididas en zonas por los soldados y otras fuerzas de seguridad. Se han establecido puestos de control por todas partes en la ciudad y los alrededores. Algunas áreas están vetadas para peatones y vehículos no autorizados. En los accesos de los campos de refugiados, decenas de hombres uniformados vigilan que no haya actividades sospechosas en marcha o en preparación. Las barreras con la señal de “policía” se colocaron, incluso, en la entrada principal del campo de al-Azzeh, situado cerca del hotel Intercontinental, uno de los lugares centrales de la Conferencia. Según las fuentes, se han desplegado de 2.500 a 3.000 policías, soldados y otros miembros de los servicios de seguridad.
Pero no se trata de una gran operación militar israelí. Los uniformes son todos, sin excepción, palestinos.
Palestine Investment Conference: un gran reto de Salam Fayyad
El estado de sitio comenzó el 20 de mayo, víspera de la apertura de la “Palestine Investment Conference”. La PIC, promovida por los principales líderes del sector privado palestino y respaldada por el gobierno de Ramalá, tiene el objetivo de convencer a los inversores extranjeros para que inviertan en los territorios palestinos. La Conferencia reúne en Belén, del 21 al 23 de mayo, a cerca de 1.000 dirigentes o representantes de grupos privados, de los que la mitad vienen del extranjero: países árabes, por supuesto, y también Europa, Estados Unidos e… Israel. Según los organizadores, el total de los proyectos que deberían formalizarse durante la PIC ascendería a 2.000 millones de dólares (total revisado al alza desde principios de mayo, que se hablaba de 1.500 millones).
Por lo tanto, el desafío es considerable. La asistencia de Tony Blair, Bernard Kouchner y delegados del presidente Bush, así como la presencia de Salam Fayyad y de Abu Mazen, están aquí para confirmarlo; y también para no olvidar que el alcance del la PIC no es únicamente económico, sino también político. Estados Unidos impuso a Fayyad en el cargo de Primer Ministro, que sólo consiguió un 2% de los votos en las legislativas de 2006, tras la destitución del gobierno mayoritario de Hamás. Fayyad, ex alto funcionario del Banco Mundial y el FMI, prometió que su gobierno conseguiría reactivar la economía palestina en crisis. La poca credibilidad que tiene entre la población palestina se basa exclusivamente en esta promesa: la creación de empleo y riqueza.
Los proveedores de fondos están dispuestos a apoyarle con una condición: el desarme de la resistencia y el restablecimiento de la tranquilidad en los territorios palestinos. Es lo que está en marcha desde hace casi un año con el refuerzo de los servicios de seguridad, la multiplicación de las detenciones de los militantes y simpatizantes de Hamás, de la Yihad o incluso de las brigadas de al-Aqsa, sin embargo procedentes de Fatah, y las amplias “operaciones de restablecimiento del orden” emprendidas desde hace varios meses en Nablús y desde hace diez días en Yenín. El principal supervisor de esta política es, ni más ni menos, que Tony Blair, el emisario del Cuarteto, que desde hace varios meses repite sin descanso que las dos prioridades del gobierno palestino deben ser hacer progresos en términos de seguridad y la liberalización de la economía.
“Está conferencia tiene el objetivo de normalizar la ocupación”
Para el acólito Fayyad, el éxito y el buen desarrollo de la PIC son la demostración de que no traicionará la confianza que le otorgaron los países occidentales. Así, la Autoridad Palestina no ha regateado los medios para garantizar la “seguridad” de sus prestigiosos invitados. Porque a pesar de las apariencias y las promesas de los organizadores, no hay unanimidad en la población palestina con respecto a la PIC. Aunque los principales grupos del sector privado se alegran ante las perspectivas de inversiones procedentes del extranjero y algunos, entre la población, confían sinceramente en que la conferencia beneficiará a los palestinos más pobres, la mayoría de las personas con quienes hablé durante los últimos días, especialmente en los campos de refugiados de Belén, manifestaron su escepticismo e incluso, muy a menudo, una franca hostilidad hacia la iniciativa.
LAS CRÍTICAS SE ENGLOBAN EN TRES TIPOS:
“No veremos el color de ese dinero”
Para muchos palestinos, conscientes de la amplitud del sistema de corrupción establecido durante los años de Arafat (y que actualmente persiste), si realmente llegan miles de millones de dólares, no se utilizarán para el bienestar del conjunto de la población, sino que se desviarán en provecho de algunos, principalmente los dirigentes económicos y políticos. Nadie se cree que las motivaciones de los inversores asistentes a la Conferencia sean filantrópicas. Para un habitante de Aida no hay duda: “Si están aquí, es que pueden ganar dinero. En realidad ellos (los organizadores de la Conferencia) están vendiendo lo que queda de Palestina”.
“Están intentando comprarnos”
Este difundido sentimiento entre la población palestina no es nuevo, pero se expresa de forma muy pronunciada cuando se menciona la Conferencia. Para ellos el planteamiento está claro: si los habitantes de los territorios palestinos quieren salir de la miseria económica en la que se encuentran, a cambio deberán renunciar a la lucha para conseguir sus derechos. De alguna manera se trata de un programa de “silencio por alimentos”.
“La Conferencia tiene el objetivo de normalizar la ocupación”
La acusación de “normalización” está omnipresente. La presencia de negociantes israelíes, la consigna de la Conferencia “You can do Business In Palestine” (Usted puede hacer negocio en Palestina) y el mensaje machacón de los organizadores “el problema de los palestinos es esencialmente de carácter económico”, son otras tantas señales de que se relega a un segundo plano la cuestión de la ocupación israelí. En este sentido la normalizan, puesto que no la presentan como un obstáculo o una situación que hay que suprimir antes de cualquier otra mejora sustancial de la situación de los palestinos. Ahora bien, el fin de la ocupación sigue siendo su principal reivindicación política, junto con el derecho de retorno. Como resumió un habitante del campo de al-Azzeh, “no es con dinero como nos libraremos de los puestos de control, derribaremos el muro o volveremos a entrar en nuestras tierras”.
El desfase entre lo que se oye en la calle y las críticas de los “oficiales” es obvio. Aparte de una tímida declaración expresada por dos parlamentarios (Mustafa Barghouti y Khalida Jarrar, del FPLP) y por algunas ONG y asociaciones, especialmente el “Palestinian Non-Governmental Organizations Network” (PNGO), se han oído pocas protestas. Se pueden dar tres explicaciones principales para este silencio: la debilidad del movimiento sindical independiente y de la izquierda política; la adhesión de las corrientes islámicas, en el plano económico, a la agenda neoliberal; y sobre todo las fuertes presiones que se ejercieron sobre cualquiera que hubiera podido manifestar la intención de perturbar el buen desarrollo de la PIC.
“Desde hace una semana tengo la impresión de haber vuelto al Túnez de Ben Ali”
El dispositivo militar policial que se ha establecido progresivamente en los días que precedieron a la Conferencia desempeñó, obviamente, un papel disuasorio. Anteriormente he tenido la ocasión de participar en citas del movimiento altermundista y me sorprendió encontrar en Belén el clima que pude conocer en diciembre de 2000 en Niza, durante una cumbre de la Unión Europea, o en Génova en julio de 2001, durante un G8 de siniestra memoria. 3.000 hombres armados en una ciudad de menos de 30.000 habitantes no pasan inadvertidos. Inevitablemente, tampoco son más discretos los individuos que circulan en 4x4 con cristales ahumados, que prodigan a los responsables de las fuerzas palestinas de seguridad consejos en un inglés con acentos del otro lado del Atlántico, del otro lado del Canal o del otro lado del muro.
Pero el trabajo había comenzado antes de la llegada del grueso de los batallones de las fuerzas de seguridad, y se hizo principalmente en tres aspectos: neutralización, disuasión y cooptación.
Las detenciones se multiplicaron durante las últimas semanas. Desde hace diez días, más de 100 miembros y simpatizantes de Hamás, la Yihad y el FPLP han sido “neutralizados” en la zona de Belén. Los objetivos fueron los miembros de las facciones islámicas, ya que el gobierno temía una operación armada destinada a perturbar la Conferencia por razones más políticas (debilitar a la Autoridad Palestina) que económicas. Los miembros del FPLP, por su parte, están detenidos, ya que a Fayyad y sus hombres les preocupaba que la principal organización de izquierda de Belén, establecida especialmente en los campos, intentara sacar a la luz la oposición a la celebración de la Conferencia.
Otros tuvieron más suerte y no los detuvieron, sólo los “disuadieron” de intentar cualquier cosa. Así, un responsable de un centro cultural del campo de Dheisheh recibió la visita de miembros de la Seguridad Preventiva (nunca un nombre fue tan apropiado) que le aconsejaron “tranquilidad durante la Conferencia” e incluso le advirtieron de que estaría vigilado constantemente, hecho que ha podido comprobar durante los días siguientes. A un joven empleado del hotel Intercontinental, miembro del FPLP, también lo visito la SP y le advirtió contra cualquier intento “de crear disturbios” entre en personal del hotel. El joven, obviamente, no se mostró suficientemente dispuesto a cooperar puesto que al día siguiente recibió, como cinco colegas suyos, una llamada telefónica de la dirección del Hotel para comunicarle que estaba despedido hasta nuevo aviso.
Finalmente, la Autoridad Palestina intentó, con más o menos éxito, comprar la cooperación, e incluso la salida de ciertos jóvenes de la zona autónoma de Belén, especialmente los de los campos de refugiados. Así, varios centenares de chicos de 18 a 25 años, la mayoría miembros o próximos a Fatah, recibieron una propuesta de empleo remunerada con 100 dólares por 3 días (una oferta muy tentadora teniendo en cuenta que el salario medio es de unos 300 dólares mensuales), para ser «voluntarios» encargados de asegurar que la Conferencia se celebre perfectamente. La mayoría, personas sin ningún recurso, aceptaron. Y obviamente no pueden hacer nada para perturbar el buen desarrollo del evento. Con los más jóvenes, la Autoridad fue todavía más lejos. Así, a los responsables de un centro cultural del campo de al-Azzeh les ofrecieron la posibilidad de llevar a todos los jóvenes del campo de vacaciones a Jericó, con todos los gastos pagados, durante los tres días de la Conferencia. Rechazaron la oferta inmediatamente.
Por lo tanto se ha hecho todo lo posible para que nada eche a perder el evento, pero, ¿a qué precio? Para muchos habitantes de Belén, especialmente en los campos, la Conferencia significa un estado de sitio. Para muchos jóvenes y militantes significa una presión de una intensidad inusual por parte de los servicios de seguridad. Además nadie puede ignorar el clima de asfixia que reina en toda la ciudad desde hace varios días. La mayoría de las personas con quienes hablé adoptaron una actitud de desconfianza que nunca vi con anterioridad en los territorios palestinos: constaté que al acercarme a ellos bajaban la voz o dejaban de hablar de repente…
“Han puesto gente por todas partes para controlar que nadie los critique”. Esta afirmación, imposible de comprobar, que he oído en múltiples ocasiones durante las conversaciones de estos últimos días, sin embargo revela el estado de ánimo que reina entre muchos palestinos de la zona de Belén. Por eso me comprometí en las entrevistas a no dar los nombres de las personas que cito en el artículo. Entonces uno de ellos que vivió en Túnez, fue todavía más lejos: “Desde hace una semana tengo la impresión de haber regresado al Túnez de Ben Ali”
Decididamente las prioridades y los métodos del gobierno Mazen-Fayyad dan motivos de preocupación a la mayoría de los habitantes de los territorios palestinos. Muchos de ellos se preguntan, por otra parte, sobre este súbito y masivo despliegue de fuerzas de seguridad. Como dijo un habitante de Dheisheh, la cuestión es aún más directa: “Pero, ¿dónde están todos éstos cuando los israelíes entran en la ciudad para detener o asesinar a los resistentes? ¿A quién protegen? ¿A nosotros o a Israel?”.
Julien Salingue es doctor en Ciencias Políticas, profesor en la Universidad París 8 y director de cine. También es miembro de la Liga Comunista Revolucionaria francesa y militante del movimiento de solidaridad con Palestina. Como cineasta ha dirigido la película “Palestine, vivre libre ou mourir” y ha codirigido “Samidoun”.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.
Jueves 29 de Mayo de 2008
MUSTAFÁ BARGUTI: EL PROCESO DE ANNAPOLIS ESTÁ MUERTO Y EL APARTHEID CONTINÚA
Fuente: Terra España
Mustafa Barguti, líder de la tercera fuerza palestina, considera que el proceso de paz de Annapolis “está clínicamente muerto” y que no es excesivo hablar de que el pueblo palestino sufre un largo “apartheid” en Cisjordania y Gaza.
El secretario general de la Iniciativa Nacional Palestina (Al Mubadara), que visita España invitado por el gobierno autónomo gallego y la Casa Árabe con motivo del 60 aniversario de la Nakba o “Tragedia” nacional, añade en una entrevista con Efe que “es más, Annapolis ya nació muerto”.
Pero precisa que el certificado del deceso de ese proceso de paz lo emitió “el presidente estadounidense, George Bush, durante su reciente intervención en el Parlamento israelí en la que expresó su apoyo incondicional a Israel”.
“Estados Unidos monopoliza el proceso de paz, del que se ha convertido en parte, y no se puede ser parte y mediador”, pero “hace falta valentía internacional para decirle que no puede ser así”, y por eso estamos en “una situación permanente de bloqueo”, ha afirmado.
Denunció que “Israel ha realizado 1.650 ataques contra Gaza y Cisjordania” después de la cumbre de Annapolis a finales de noviembre pasado, y ha convertido lo que va de 2008 en el año de mayor crecimiento de los asentamientos judíos.
Aunque sabe que hay gente que considera excesivo hablar de “apartheid”, lo justifica con datos: “la renta per cápita anual de un palestino es de 800 dólares, la de un israelí de 24.500 dólares”.
“La ración de agua al año -prosigue- es 50 metros cúbicos para un palestino. 2.400 metros cúbicos para un israelí”. Además, están las carreteras de uso exclusivo israelí.
En su opinión lo único que podría contribuir al fin de esa situación es “una fuerte presión internacional”.
Sobre la crisis en la que está implicado el primer ministro israelí, Ehud Olmert, Barguti ha manifestado que “refleja la corrupción de sistema político israelí, sin importar quién ocupe el cargo”, pues “en realidad, quienes gobiernan son los servicios secretos y el Ejército”.
Respecto a los dos gobiernos que rigen la vida palestina -Hamás en Gaza y la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania- Barguti vaticina que “no es imposible” un acuerdo como el de “unidad nacional” alcanzado en marzo de 2007 y roto en junio.
En las elecciones presidenciales de enero de 2005, que ganó el presidente Mahmud Abbás, con el 62,52 por ciento de los votos, Barguti quedó en segundo lugar, con el 19,48 por ciento.
Barguti se presentó como una fuerza para lograr “una Palestina independiente” y a la vez como una opción “independiente” para los palestinos que “están contra la corrupción de Al Fatah y el fundamentalismo de Hamás”.
Miércoles 28 de Mayo de 2008
ALGO MÁS QUE EL CARICATURISTA DE LA CAUSA PALESTINA
Por Sal Emergui, Diario El Mundo - España
En la caricatura se ve a un líder palestino que entra en un campo de refugiados y pregunta a un residente, pobre y descalzo: “¿Eres del grupo Hamas o de Al Fatah?”. El hombre le contesta: “¡Tengo hambre!”.
Es una de las más de 40.000 obras de Naji Al Ali, sin duda, el caricaturista palestino más influyente que se recuerda y añora. Un intelectual que con la misma valentía que condenaba y se rebelaba contra la ocupación israelí, atacaba a los dirigentes árabes, normalmente dibujados con una gran panza (“saben vivir bien”) y sin piernas sobre la tierra, símbolo de que “no respetan las raíces”. Un desconocido le disparó a quemarropa el 22 de julio del 87 en Londres. Tras cinco semanas en coma, falleció pero su trabajo, nombre y mensaje siguen estando presentes en la memoria palestina.
Sus dibujos y en especial su personaje más conocido, Handala, representan a los niños refugiados palestinos. O él a mismo, nacido en el 38 en una aldea árabe de la Galilea y que la creación de Israel en el 48 provocó su Nakba (desastre) individual y colectivo. Como otros muchos palestinos, creció en el campo de refugiados de Ein El Jilwe, en el sur del Líbano. En el 61 en una visita al campo, el escritor y portavoz del Frente Popular de Liberación de Palestina Ghassan Kanafani (posteriormente victima de un coche bomba preparado por el Mossad israelí) vio alguno de los dibujos de Naji y ese mismo año se publicaba su primera caricatura.
Estos días se ha celebrado en Nazaret-precisamente muy cerca de lo que fue su aldea natal- una exposición cuyo protagonismo han asumido los ácidos y sencillos dibujos de Al Ali. Layla Shjade, que ha hecho una tesis sobre su trabajo, considera que “su vida fue un microcosmo del sufrimiento del refugiado palestino, que cuando era tan solo un niño se exilió de su país y desde entonces ha sido humillado por todos, empezando por Israel. Le indignaba especialmente que los dirigentes árabes usaran el sufrimiento palestino para sus propios intereses”. Y he aquí razones que explican su tremendo éxito: reflejo de la situación e impotencia de los palestinos. Impulso de la lucha contra la ocupación israelí. No identificarse con ningún movimiento en concreto. Rabia por la posición de las dictaduras árabes y la alianza de algunas de éstas con Occidente....
Handala criticaba con triste ironía la riqueza de los países del Golfo y la venta de petróleo a Estados Unidos y Europa. A finales de los 70, su ira se dirigió a Egipto por firmar la paz con Israel “renunciando a la solidaridad con el pueblo palestino en beneficio de las relaciones con el presidente Jimmy Carter”. En uno de los dibujos, líderes árabes se reúnen en torno a una mesa llena de comida y bebidas mientras uno levanta la copa y exclama: “Como solidaridad hacia todos los niños de los campos de refugiados que se mueren de hambre... un brindis”.
En sus obras, dejaba claro que no se puede firmar un acuerdo con Israel sin el regreso de los refugiados palestinos. Su pluma tenía más valor que encuestas. Su palabra era más respetada que la de los líderes.
Sus duros mensajes contra la dirigencia árabe le acarreó boicots y algún que otro destierro. Al mismo tiempo recibió varios premios, el reconocimiento de sus colegas y el agradecimiento de los más desfavorecidos entre los miles de palestinos, cuya voz no es escuchada. Handala era-o sigue siendo- su ventana al mundo. El personaje de un niño de 10 años, con los resignados brazos cruzados en la espalda y los pies descalzos y en algunas ocasiones tirando piedras. “En alguna forma se adelantó a la primera Intifada ya que antes de ésta muchas paredes de los campos de refugiados recogían el dibujo de Handala tirando piedras contra soldados israelíes”, opina Layla.
“Quizás no es una exageración decir que tras mi muerte, seguiré viviendo a través de Handala”, confesó en Londres, ciudad en la que pintó su última protesta.
Miércoles 28 de Mayo de 2008
HISTORIAS BAJO EL BLOQUEO ISRAELÍ: “DIECIOCHO AÑOS DE TRABAJO DESTRUIDOS EN MENOS DE CUATRO HORAS”
Por Centro de Derechos Humanos Palestino (PCHR)
Traducción: Departamento de Derechos Humanos, Comité Democrático Palestino - Chile
“Ellos llegaron a las cuatro de la mañana, con dos excavadoras, y se marcharon antes de las 8 de la mañana. Soy propietario de esta granja avícola con mis tres hermanos, y hemos trabajado día y noche durante dieciocho años para construir nuestro negocio. Los israelíes destruyeron todo en menos de cuatro horas.”
La granja avícola de Nasser Jaber fue destruida por las fuerzas de ocupación israelíes (FIO) hace algunos días, durante las primeras horas de la mañana del 16 de mayo, mientras él se encontraba durmiendo en su casa en Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Todavía se ve aturdido. Fatigosamente él nos dirige alrededor de las ruinas de su negocio de dieciocho años. “Esto era un proyecto de la vida para mí y mis hermanos” cuenta mientras trepamos los escombros, alambres, metales y miles de pollos podridos. “Nunca he pertenecido a ninguna facción política, y nunca he sido a la cárcel. No sé por qué ellos hicieron esto”. Los trabajadores de la granja que han comenzado a limpiar algunos escombros llevan puesto protectores. Cuarenta mil pollos muertos yacen destrozados en medio de los escombros y el hedor es repugnante.
Cuando sus trabajadores levantaron la alarma que la granja avícola estaba siendo destruida con una excavadora, Nasser Jaber no salió precipitadamente a la granja, pero se quedó en casa, esperando hasta que los israelíes finalmente se hubieran marchado. “Habría sido demasiado peligroso venir a la granja mientras ellos destruían todo” dice. “Esta no es la primera vez que los israelíes han estado aquí. La frontera (israelí) está a sólo dos kilómetros y medio, y ellos invaden está área cada mes. Ya habían destruido una de nuestras paredes, y luego los depósitos de agua. Pero nada como esto”. Una sección de la granja avícola, un gran granero que contiene 9,000 pollos, se libró del ataque, aunque Nasser Jaber cuenta que las aves de corral están traumatizadas, y que han colocado pocos huevos. La granja solía producir 45,000 huevos por día - ahora la producción bajó a 2,000 huevos por día, y la preocupación de Nasser Jaber es que las FIO puedan volver a terminar lo que han dejado sin destruir de su granja. Él estima que entre ellos, él y sus hermanos, ya han perdido más de un millón de dólares. “Soy un agricultor pacífico” dice. “Pero ellos destruyen nuestras casas, nuestra tierra – todo”.
Abedul Halim Abu Samra, Jefe de Relaciones públicas de la sucursal del Centro Palestino para los Derechos Humanos de Khan Yunis, comenta que las FIO sistemáticamente destruyen tierras agrícolas en la Franja de Gaza, sobre todo en las zonas fronterizas. “Tenemos una tierra agrícola fértil en la Franja de Gaza, pero los agricultores palestinos han sido expulsados de sus tierras en estas zonas mediante la intimidación y los ataques de este tipo. La tierra está ahora casi vacía a un kilómetro de la frontera oriental, porque es demasiado peligrosa para las personas trabajar y vivir allí.”
A medida que nos trasladamos hacia el Cruce de Sofá (uno de los cinco cruces fronterizos entre la Franja de Gaza e Israel) vemos a muy pocas personas, sólo a un anciano que conducía un carro y su asno. Estas zonas fronterizas rurales de la Franja de Gaza se encuentran vacías, ya que los agricultores, muchos los cuales han cultivado la tierra aquí por generaciones, ahora están demasiado asustados para vivir y trabajar sobre su propia tierra. Los límites de la Franja de Gaza, que son sólo de cuarenta kilómetros de largo y diez kilómetros de ancho, están siendo reducidos aún más por las implacables invasiones israelíes.
La deliberada destrucción de bienes civiles es ilegal según la legislación internacional sobre derechos humanos y derecho humanitario, incluido el Cuarto Convenio de Ginebra (artículos 33 y 53). Desde el comienzo de la segunda Intifada en septiembre de 2000, el CPDH ha documentado la destrucción deliberada de más de 40.000 donumms [1] de tierra agrícola en la Franja de Gaza. This year alone, almost 3,000 donumms of agricultural land around Rafah and Khan Yunis have been destroyed by the Israeli military (including 500 donumms in the last seven days), ruining vegetable allotments and family owned farms, and contributing to the devastating economic destruction of the Gaza strip. Sólo este año, casi 3000 donumms de las tierras agrícolas cerca de Rafah y Khan Yunis han sido destruidas por los militares israelíes (incluidos 500 donumms en los últimos siete días), arruinando las habilitaciones y hortalizas propiedad de las explotaciones familiares, y contribuyendo a la devastadora destrucción económica de La Franja de Gaza.
Quince kilómetros de distancia de los restos de la granja avícola de Nasser Jaber, Mohammed Hamdan Abu Daggah está de pie entre las ruinas de su fábrica de cemento, que está a cuatro kilómetros del Cruce de Sofá, y fue destruida con una excavadora por las FIO el 24 de mayo. “Comencé este negocio en el enero de 2007” nos cuenta. “Mi familia invirtió todo en esta fábrica. Hemos logrado buenos equipos de importación en virtud de una licencia, y tuvimos un montón de trabajo de clientes locales, y de las Naciones Unidas aquí en Gaza. Pero los israelíes llegaron con tres excavadoras, y ellos destruyeron todo”. La fábrica de Abu Daggah empleaba a cuarenta hombres locales, los cuales quedaron sin empleo. Como Nasser Jaber, Abu Daggah dice que él no tiene ni idea por qué su negocio fue atacado. “Nunca he estado en ningún problema y nunca he sido detenido. Ellos no tenían ninguna razón para hacer esto - pero ahora no tenemos nada más, excepto grandes deudas que no podemos permitirnos el lujo de pagar”.
N.deR.: 1 Donum es igual a 1000 metros cuadrados.
Martes 27 de Mayo de 2008
ISRAEL: LA INMORALIDAD DE UNA CELEBRACIÓN
Por Lidon Soriano, coordinadora brigadas a Palestina (Komite Internazionalistak y Palestinarekin Elkartasuna) / CSCAweb - Spain
Israel pretende lavar su imagen, que refleja su naturaleza colonialista y racista, por medio de actos culturales: participando en ferias de libros, organizando encuentros de escritores, montando conciertos varios. Todo ello dentro de su campaña de los 60 años de la creación del Estado de Israel
Israel continúa con total impunidad cometiendo crímenes de lesa humanidad. Actúa impidiendo trabajar a la agencia para los refugiados de la ONU, desoye los consejos de organismos internacionales tan poco “sospechosos de radicales” como el Banco Mundial, continua incumpliendo la legalidad internacional y la Carta y Tratados de Derechos Humanos y ninguna sanción le es aplicada.
Israel pretende lavar su imagen, que refleja su naturaleza colonialista y racista, por medio de actos culturales: participando en ferias de libros, organizando encuentros de escritores, montando conciertos varios. Todo ello dentro de su campaña de los 60 años de la creación del Estado de Israel.
No deberíamos olvidar que el proyecto sionista fue y sigue siendo un proyecto exclusivista, racista, que buscaba y sigue buscando la expropiación de las tierras de la Palestina histórica y el desahució y la expulsión de sus habitantes, independientemente de su religión, sean musulmanes, cristianos o ateos. Para el sionismo todo ‘gentil’ no tiene cabida en el estado judío. El Estado de Israel se construyó sobre la sangre y el dolor de la población Palestina hace 60 años.
A día de hoy el proceso de limpieza étnica continúa y no cesará hasta que las personas que creemos en la paz basada en la justicia, las personas que defendemos la solidaridad como elemento básico de las relaciones humanas nos movilicemos, denunciemos esta situación criminal y exijamos, sencillamente, el cumplimiento de la Legalidad Internacional. Para ello no hay mejor camino que la protesta en las calles y el boicot a todo acto en donde Israel esté representado como estado, bien sea a través de sus escritores, de sus películas, de sus cantantes o políticos. No debemos aceptar a los representantes de un estado que vulnera permanentemente la legalidad internacional y los Derechos Humanos, aunque aparezcan vestidos con piel de cordero.
Los madrileños el 2 de mayo, Agustina de Aragón, los partisanos durante la segunda guerra mundial, los palestinos en la actualidad, todos ellos no hacen sino defender su tierra, defender sus familias, defender sus vidas de una ocupación ilegal. No nos dejemos engañar por los medios de comunicación y no olvidemos quien es la victima y quien el verdugo, no olvidemos quien es el que ocupa y quien es el ocupado. No olvidemos quien resiste legítimamente y quien ataca ilegítimamente, según la legalidad internacional.
Las celebraciones que Israel está preparando para conmemorar el 60 aniversario de su creación son sencillamente inmorales y quien participe en ellas no debería olvidar que está celebrando el asesinato de miles de inocentes, hombres, mujeres y niños, la demolición de pueblos enteros, la expulsión de cientos de miles de personas de sus casas, de sus tierras, la destrucción de una forma de vida milenaria, en definitiva, la limpieza étnica de un pueblo....... ¿Es todo ello, ciertamente, motivo de celebración?
“La respuesta está en tu corazón, antes de que la pregunta esté en tu boca”
Martes 27 de Mayo de 2008
¡EL LLAMADO A LA INVERSIÓN ES PALESTINO,
PERO LA DECISIÓN SIGUE SIENDO ISRAELÍ!
Por Nadia Hasan, Palestine Think Tank / Rebelión
Los 60 años de ocupación israelí de Palestina y de otras áreas de la Nación Árabe han afectado de manera directa la vida diaria del pueblo palestino. Muros y barreras, puestos de control y bloqueos de carreteras, cercos y sitios son sólo algunos de los elementos que ejercen un efecto devastador en la economía palestina. La principal causa de la crisis económica en Palestina es el cerco: la imposición por parte del gobierno Israelí de restricciones en el movimiento de personas y mercancías a través de las fronteras y entre Cisjordania y la Franja de Gaza, territorios que se encuentran bajo control “nominal” palestino.
Según lo estipulado en la última Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, un total de 2,4 mil millones de dólares estadounidenses han drenado la economía de Cisjordania y la Franja de Gaza debido al bloqueo, a la gran tasa de desempleo y a la destrucción de gran parte de la infraestructura palestina llevada a cabo por tanques y helicópteros israelíes.
Este informe señala que el daño causado es tan extenso que resulta prácticamente irreversible, independientemente de cuándo –o en qué condiciones– se restablezca la paz. Los profundos cambios que han tenido lugar en el funcionamiento de la economía son difícilmente reparables, incluso si se produjera la estabilidad. Cerca de la mitad de la población vive con ingresos por debajo del umbral de pobreza que Naciones Unidas establece en dos dólares al día.
Para intentar resolver algunos de estos problemas, el jueves pasado la ciudad palestina ocupada de Belén fue el lugar elegido para una conferencia en la que participaron más de 1.200 potenciales inversores extranjeros provenientes de todas partes del mundo, quienes están dispuestos a arriesgar e invertir capital en proyectos de desarrollo que podrían ayudar a reconstruir la economía palestina, que se encuentra paralizada debido a la ocupación sionista.
Representantes de la Autoridad Nacional Palestina dieron la bienvenida a los invitados enfatizando que invertir en los Territorios Ocupados significa invertir en la paz y la estabilidad, no sólo en Palestina, sino que en toda la región. Los inversores esperan que la economía palestina se reactive con la creación de un mercado libre, competitivo y diversificado. Algunos de los posibles proyectos de inversión son la construcción de bloques de viviendas de precio módico en las principales ciudades de Cisjordania, así como la construcción de un centro comercial y residencial en la ciudad de Ramalá con un coste estimado en 200 millones de dólares. El principal objetivo es la apertura de nuevos mercados y fuentes de ingreso a través de la creación de nuevas oportunidades de trabajo que debieran mejorar la calidad de vida de la población palestina.
El primer ministro palestino señaló en una conferencia de prensa que los inversores firmaron contratos por valor de más de 1,4 mil millones de dólares para los 11 proyectos de desarrollo. Agregó que esto permitirá la creación de 35 mil puestos de trabajo, cifra muy inferior a la señalada por el ministro de Comunicaciones palestino, quien elevó el número de posibles puestos de trabajo a 50 mil. Al ser consultado por un periodista sobre cuál será la política del gobierno para ayudar a las clases populares para hacer frente a la crisis de precios del combustible y de los alimentos, (algunos países han prometido una ayuda de 7,7 millones de dólares a la AP), el primer ministro palestino respondió que la AP no está en condiciones de otorgar subsidios pero sí de controlar los precios de los bienes de consumo en el mercado.
A pesar del futuro optimista que tanto inversores como líderes palestinos proyectan para el futuro, hay ciertos hechos que se han de tomar en consideración. Cisjordania y la Franja de Gaza continúan bajo el control de las políticas económicas israelíes, sea cuál sea el posible acuerdo previsto entre el gobierno israelí y la Autoridad Palestina. Además la economía de los Territorios Ocupados, completamente aislados entre sí, depende de instituciones financieras internacionales, tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que juegan un papel fundamental en el diseño no sólo de la economía palestina, sino en el contexto político que modela la vida diaria de la población.
Emprender cualquier clase de actividad económica dentro de los Territorios Ocupados requiere la autorización de Israel y ha de tenerse en cuenta que cualquier inversión en territorio palestino aprobada por la fuerza ocupante no debe estar en contradicción ni competir con los intereses económicos israelíes en Palestina. Incluso si los israelíes permitieran que algunas inversiones se llevasen a cabo, ¿quién se encargará de proteger estos nuevos proyectos para evitar que Israel los destruya como ya ha hecho en innumerables ocasiones, especialmente en 2002? En ese entonces fueron los propios regímenes árabes quienes financiaron la reconstrucción de las zonas palestinas destruidas por las fuerzas de ocupación israelíes.
De este modo, Israel mantiene el principal objetivo de sus políticas económicas para los Territorios Ocupados, que consiste en socavar cualquier crecimiento en la capacidad productiva del futuro Estado palestino y mantenerlo completamente dependiente de la ayuda internacional, que a su vez está condicionada por las decisiones políticas de los dirigentes palestinos, muchas veces contrarias a la voluntad del pueblo palestino.
Por ejemplo, los indicadores más relevantes de la economía palestina empezaron a descender desde el comienzo de la segunda Intifada, cuando la mayor parte de la ayuda internacional y de los países benefactores impusieron condiciones para mantener la ayuda tras el cambio acaecido en el panorama político. Después de que en 2007 Hamás se hiciera con el control de la Franja de Gaza y del subsiguiente boicot de los gobiernos occidentales a la AP, la economía palestina cayó en picado.
El actual sitio de la Franja de Gaza, con una población de más de 1,4 millones de habitantes, tiene un efecto catastrófico no sólo en la vida diaria de los palestinos, sino también en la economía porque supone la paralización de todas las actividades mercantiles de una zona en la que el 96% de la actividad industrial está completamente paralizada y las exportaciones prohibidas, lo que ha provocado un impacto directo negativo en la creación de nuevos puestos de trabajo para los palestinos. Esto hace que el 40% de la población palestina sometida a un régimen de ocupación dependa absolutamente de la ayuda internacional. En el mejor de los hipotéticos escenarios, en los que se puedan materializar todos los contratos, ¿quién podría garantizar que la infraestructura económica palestina pueda sostener estas nuevas inversiones?
Para Israel éste no es un mal panorama, todo lo contrario: la mayoría de los países y organizaciones donantes están obligadas a comprar en el mercado israelí los bienes destinados a ayuda humanitaria, ya que es precisamente el gobierno israelí el que decide qué bienes se entregan a la población palestina de la Franja de Gaza y cuáles no. Por otro lado, la AP no cuenta con ningún tipo de control para decidir qué proyectos de desarrollo pueden implementarse en las zonas bajo su jurisdicción, esto es, en Cisjordania. De este modo, lo que los países benefactores y las políticas israelíes de ocupación están logrando en realidad es financiar los conflictos internos de la población palestina, especialmente desde que la Franja de Gaza y Cisjordania, están completamente aisladas entre sí.
En el actual marco, cualquier inversión privada en territorio palestino no será posible y la viabilidad de la economía palestina continuará dependiendo exclusivamente de la ayuda internacional, lo que sólo amplía y fortalece la ocupación sionista de Palestina.
Martes 27 de Mayo de 2008
CRÓNICA DEL SESENTA ANIVERSARIO DE LA NAKBA
Por Julien Salingue, La Haine
Traducido del francés para La Haine por Felisa Sastre
El 15 de mayo de 2008, día del sesenta aniversario de la Nakba, Cisjordania y la franja de Gaza han sido el escenario de diversas iniciativas encaminadas a conmemorar la “Catástrofe” que supuso la expulsión de 800.000 palestinos con motivo de la fundación del Estado de Israel. Contrariamente a lo sucedido durante las ceremonias que se han desarrollado al otro lado del Muro para celebrar el sesenta aniversario de la Declaración de Independencia, aquí no había nada que festejar porque sesenta años después los refugiados siguen viviendo en campos de Cisjordania, Gaza, Jordania, Siria o Líbano. Sesenta años después, las expulsiones continúan, a través de expropiaciones derivadas de la expansión de las colonias o de la construcción del Muro. Sesenta años después se le sigue negando al pueblo palestino el derecho de autodeterminación, el derecho a tener una identidad, el derecho a tener una Historia.
Desde hace semanas las autoridades israelíes venían anunciando la “muy probable posibilidad” de que un atentado sangriento transformara el día de fiesta en un día negro, justificando así el hecho de apretar la tuerca sobre los territorios palestinos y asfixiarlos todavía más. Pero el atentado no se ha producido y los soldados, que habitualmente se dedican a acosar a los palestinos en cualquiera de los 550 puestos de control de Cisjordania o en sus incursiones, han desfilado y todo el mundo se ha quedado extasiado. Los jefes de Estado extranjeros, que han boicoteado “la otra” ceremonia, han expresado sus simpatías hacia el Estado de Israel, algo que todo el mundo ha agradecido. Los aviones de caza israelíes, acostumbrados a bombardear la franja de Gaza, han dibujado espectaculares trazados en el cielo entre los aplausos de todos.
Para los palestinos, el 15 de mayo de 2008 fue un día negro como cualquier otro. Como lo había sido el 14, y como lo fue el 16. Un día negro más. Para ser exactos, el día 21.915 desde la Nakba. 21.915, como el número de globos negros, soltados desde diversas ciudades y campos de refugiados con la esperanza de que se pudieran ver en Jerusalén y recordaran a los participantes en la fiesta que tenía lugar al otro lado del Muro que el 15 de mayo es un día de duelo para toda una nación. Que les recordaran que sesenta años antes Israel había surgido gracias a la limpieza étnica, condición matemáticamente indispensable para el establecimiento de un Estado judío en un territorio mayoritariamente poblado por árabes palestinos.
Al dejar Jenin a las siete de la mañana, en compañía de mujeres y niños del campo de refugiados, en un autobús alquilado por la asociación “Not to forget” [Para no olvidar], creada en recuerdo y tras los trágicos sucesos de abril de 2002 en Jenin, no sé en qué va consistir mi jornada, incluso sabiendo que estará, como la todo el mundo en los territorios palestinos, dedicada a la memoria de la Nakba. He decidido, en efecto, ir –en la medida en que las condiciones de circulación lo permitan- a varias ciudades con el fin de asistir a diversos actos organizados con motivo de la conmemoración del sesenta aniversario del inicio de la tragedia palestina.
Al llegar, quince horas después, a Halhul, cerca de Hebrón, no puedo evitar pensar que en esta jornada no sólo he atravesado Cisjordania de norte a sur sino también 60 años, si no más, de la Historia del pueblo palestino.
En Ramalá, los viejos están allí, en un terreno rebautizado como “Camp al-Awda” (Campamento del Retorno) en el que han instalado tiendas de campaña en memoria de los primeros años pasados en los campamentos de la ONU. Algunos cuentan a los más jóvenes la expulsión y el exilio. Han llevado consigo fotos de la época, la llave de su casa o los documentos de propiedad que prueban que son dueños de unas tierras, allá abajo, que les han robado. Los rostros arrugados de hombres y mujeres, marcados por 60 años de éxodo forzado, expresan al mismo tiempo desamparo y dignidad, cansancio y rebelión, extenuación y determinación. Testigos vivos de la existencia de un plan de expulsión elaborado por los dirigentes del movimiento sionista de finales de los años 40, no son el producto de fantasmas malsanos ni de pulsiones autodestructivas de perversos y masoquistas historiadores israelíes.
En el campo de Aida, cerca de Belén, a unos metros del Muro y al pie del imponente Portail du Retour (Puerta del Retorno), sobre la que se eleva una no menos impactante llave de 10 metros de largo, construidos ambos con motivo del sesenta aniversario de la Catástrofe, están cientos de personas, en su mayoría niños, con globos negros que pronto van a surcar el cielo de Belén y de la próxima y lejana Jerusalén.
Atados a los globos, carteles en los que se han escrito los nombres de las ciudades y pueblos de los que sus abuelos fueron expulsados. Pueblos arrasados posteriormente o abandonados a la ruina, como prueba de que el objetivo de las milicias sionistas no era sólo acaparar la tierra sino, y sobre todo, expulsar a sus habitantes. Atados también, hay mensajes dirigidos al resto del mundo para decir que, 60 años después, los refugiados todavía están allí y no han renunciado a sus derechos, incluso si para que los escuchen tienen que recurrir al espacio, ya que no pueden romper los muros de los guetos en los que se querría que se resignaran a vivir.
En el Centro Cultural Handala, en el campo de al-Azzah, situado cerca de Aida, se dan los últimos toques a los preparativos del espectáculo que se va a presentar dentro de unas horas en el marco de un festival organizado en la aldea vecina de Beit Sahur. Mientras que los más jóvenes escuchan atentamente los últimos consejos que les dan los monitores del Centro, un grupo de adolescentes ensaya una Dabka, danza tradicional palestina, en un ambiente alegre y de concentración. Las salas del Centro son muy pequeñas y los bailarines tienen dificultad para no chocar unos con otros al ejecutar sus pasos. En cuanto a los pequeños, que van representar un sainete mezcla de mimo y danza, los últimos ajustes resultan un poco difíciles, pero su paciencia y su aplicación dan testimonio de la importancia que le dan, también ellos, al acto.
En el autobús que nos lleva de al Azzah a Beit Sahur, los jóvenes del Centro Handala hacen fiesta: se canta, se silba, se baten palmas... El vehículo no pasa desapercibido en las calles de Belén y numerosos peatones hacen gestos de simpatía y de ánimo hacia los pasajeros del autobús. Los adolescentes del grupo de danza van vestidos con sus trajes de baile: trajes tradicionales palestinos con pantalones negros, largas camisas amarillas y pañuelos rojos en las chicas. Los más pequeños llevan camisetas negras en conmemoración del 60 aniversario de la Nakba, en cuya parte de atrás se leen cuatro números: 1948, año de la Catástrofe. Los tres primeros en blanco y el último en rojo; 194 en alusión a la Resolución de la ONU, aprobada también en 1948, en la que se ordena: “Que se permita a los refugiados que así lo deseen volver a sus hogares lo antes posible”.
En un aparcamiento del pueblo cristiano de Beit Sahur, se ha levantado un escenario, cubierto con un toldo negro y sobriamente adornado con banderas palestinas. Encima del tablado, una pancarta con el mensaje “la normalización de las relaciones con el ocupante se opone al derecho al retorno”. Los grupos musicales y de danza o teatrales actúan unos tras otros. Son jóvenes y es evidente que se han preparado durante mucho tiempo para la ocasión y el público está entregado. Los dos grupos del Centro Cultural Handala por su parte, realizan sus números, que se desarrollan sin incidentes y abandonan el escenario entre grandes aplausos del público. Les sigue un grupo de rap compuesto por dos chicos y una chica de la localidad vecina de Beit Jala y del campo de refugiados de Aida.
Aparece en escena, a continuación, el último grupo de danza: 8 muchachos y 8 chicas vestidos con espléndidos trajes tradicionales resplandecientes que van a bailar la Dabka con la que se clausurará la velada. Este grupo tiene una particularidad: son de los que se conoce aquí como palestinos del 48, habitualmente y de forma inapropiada calificados de “árabes israelíes” con el fin de negar el hecho de que ellos también son una parte esencial de la nación palestina. El millón trescientos mil palestinos del 48 son los descendientes de los 150.000 árabes palestinos que no huyeron de sus tierras cuando se produjo la gran expulsión de 1948. Tras 18 años sometidos a la ley marcial, en 1966 consiguieron la nacionalidad israelí pero desde entonces sufren discriminaciones y violencia. Se encuentran relegados a una posición de ciudadanos de segunda clase, y no pueden, por ejemplo, comprar tierras pertenecientes al Estado o a propietarios judíos. Su estatuto de infraciudadanos revela la contradicción inherente en la autodefinición de Israel “como Estado judío y democrático”.
Su presencia en Beit Sahur, la tarde del 15 de mayo, es simbólica por más de una razón. Han venido a testimoniar su solidaridad con los antiguos vecinos de sus abuelos y lo han hecho también, porque comparten identidad con la del resto de la nación palestina. Han venido, finalmente, a bailar una danza tradicional tan parecida que no puede distinguirse de las de los grupos que los han precedido, lo que supone la afirmación de la unidad del pueblo palestino. (Una identidad que va) más allá de las separaciones impuestas desde hace 60 años entre los palestinos del interior y los del exterior, entre los que viven en Israel y los de los territorios ocupados, entre los de Cisjordania y los de Gaza, y que encarna la indivisibilidad de la nación palestina, unida en la adversidad y en la lucha por la independencia.
Su admirable interpretación entusiasma al público. Mientras bailan la Dabka, se forman grupos pequeños entre los espectadores que a su vez se poner a bailar rítmicamente. Cada vez que los bailarines dan palmas, los asistentes les acompañan, cada vez con mayor fuerza. Durante 30 minutos, el pequeño aparcamiento de Sahur es el escenario de una comunión asombrosa en la que, durante la duración de la danza, la alegría de vivir y de estar reunidos ha reemplazado el recuerdo del duelo y de la separación. Los 16 adolescentes, dejan el escenario, agotados y felices, bajo las aclamaciones de una audiencia entusiasmada, para tomar rápidamente el autobús que les va a devolver al otro lado del Muro. Su actuación, rebosante de energía, entusiasmo y de sonrisas ha proporcionado, por encima de todo, su profundo sentido a este tipo de iniciativas que algunos podrían considerar más folclóricas que políticas.
Una nación a la que se trata de borrar su historia, identidad, incluso su existencia, tiene una relación especial con su cultura. Cuando los adolescentes palestinos vestidos con trajes tradicionales bailan una danza tradicional el día del aniversario de la Nakba, hacen algo más que rendir un homenaje a sus abuelos. Testifican que tienen una cultura, costumbres y tradiciones. Que tienen una historia pasada, presente y futura. Que son, simplemente, un pueblo. Contra las mentiras de los dirigentes del movimiento sionista que llegaron a decir que Palestina era “una tierra sin pueblo para un pueblo son tierra”. Contra las provocaciones de un antiguo primer ministro del Estado de Israel que declaró en 1948: “Los palestinos no existen”. Contra los engaños de todos los que han repetido, y repiten todavía hoy, que los no judíos no son sino intrusos en una tierra que Dios y los neoconservadores de Washington habrían decidido que fuera sólo para sus habitantes judíos.
Este 15 de mayo en Beit Sahur, los bailarines de la Dabka son al mismo tiempo los portavoces de la tragedia del pueblo palestino en el pasado, y de su drama actual. Son la representación de que el pueblo palestino recuerda más que nunca la Nakba y de que sus jóvenes generaciones están dispuestas a tomar el relevo en la lucha contra el olvido. Son la demostración de una verdad que algunos tratan de negar: el pueblo palestino ha existido, existe y seguirá existiendo. Sus pasos de baile están cargados de Historia y sus sonrisas de adolescentes son una señal de esperanza.
Este 15 de mayo en Beit Sahur, los bailarines de la Dabka lanzan un desafío al mundo, de la misma manera que antes, después de comer, sus primos de Gaza han lanzado piedras contra el ejército israelí, y sus vecinos de Aida han enviado al cielo globos negros. Afirman simplemente que son palestinos, que tienen derechos y que se niegan a someterse. Los ancianos del “Campo del Retorno” en Ramalá, pueden colocar la llave de sus casas debajo de la almohada y dormir tranquilos. El relevo está asegurado.
Lunes 26 de Mayo de 2008
ATRAPADOS POR EL MURO
Fuente: Centro Español de la UNRWA
El 15 de Abril de 2002 el gabinete israelí decidió comenzar la construcción de una “valla de seguridad” entre Cisjordania e Israel. La valla no seguiría exactamente la frontera de la Línea Verde de 1967. Algunos asentamientos israelíes se incorporarían a Israel y algunos pueblos árabes quedarían al oeste del muro. Como resultado de este muro, hasta el día de hoy se han creado cinco pueblos palestinos.
A trece kilómetros al norte de Tulkarm, tres pueblos están rodeados de vallas metálicas y de cemento. Baqa Sharqiya, Nazlet Issa y Nazlet Abu Nar se han convertido en un territorio, de 12 kilómetros cuadrados, aislados de otras aldeas y con sistemas económicos y sociales propios, casi como una isla dentro de Cisjordania.
El territorio tiene tres entradas: una puerta al sur en la carretera de Attil (al norte de Tulkarm) y una puerta al este en la carretera de Qafin (al sur de Jenin). Un Puesto de Control fronterizo al oeste de Baqa Sharqiya te lleva a Israel, pero no puede ser usado por los residentes del territorio. Recientemente han movido el Puesto de Control fronterizo y todavía no se sabe si una puerta o un muro de hormigón lo remplazarán. Las zonas residenciales de Baqa Gharbiya, en Israel, serán separadas por muros de hormigón.
Situados en una fértil y oscura tierra en el borde de la “Línea Verde”, hace sólo dos años los 3 pueblos compartían una intensa actividad comercial y agricultora. En cuanto la construcción del muro comenzó, se quedaron aislados por muros de hormigón, cientos de metros de cable metálico y dos puertas. En solo unos pocos meses se ha suprimido la libertad de movimiento, lo que antes era un sector económico fuerte ahora está paralizado, y la producción de vegetales ha sido sustituida por la cosecha de raíces.
Similares en su paisaje, en sus recursos y estructuras sociales, los tres pueblos están ahora unidos por una desgracia común que afecta su agricultura, economía, educación, sistema sanitario y su sociedad como un todo.
EDUCACIÓN
El ochenta por ciento de los profesores del territorio vienen de pueblos vecinos y deben cruzar los pasos fronterizos dos veces al día. Setenta y tres profesores trabajan en Baqa Sharqiya y veintitrés en Nazlet Issa. Los estudiantes que solían venir de otros pueblos han elegido otras escuelas en Qafin y Attil; lo que ha resultado una población estudiantil en el territorio de 2000 alumnos, un 20 por ciento menos que en el año pasado.
El Ministerio de Educación de la Autoridad Palestina facilita permisos a los profesores que deberían garantizar el paso por los Puestos de Control, pero los soldados israelíes han venido solicitando a los profesores permisos “especiales” para entrar en el territorio.
Muchas de las profesoras han sido protagonistas de vergonzosos cacheos por parte de soldados mujeres israelíes. En muchas ocasiones los profesores prefieren regresar a casa para no ser cacheados. La Autoridad Palestina">La Autoridad Palestina ha realizado numerosas protestas pero nada ha cambiado, el uso de perros y los cacheos ocurren todos los días en los Puestos de Control fronterizos. Uno de los profesores manifestaba: “Si quieres entrar en el territorio, la única solución es aceptar y someterte a estos cacheos”.
Entre Septiembre y Noviembre de 2003 se han perdido 20 escuelas. Los profesores tienen muy presente el efecto negativo que eso produce en sus estudiantes, en su rendimiento en los estudios, y psicológicamente. “Están perdiendo una fase crucial en su educación, no están concentrados y no sienten ningún tipo de motivación. ¿Como puedes pedirle a un niño que haga sus deberes cuando ni siquiera sabe si su profesor vendrá mañana a la escuela?”. La mayoría de los profesores han enseñado en Baqa Sharqiya y en Nazlet Issa por muchos años y no quieren dejar a “sus niños” sin una buena enseñanza. Uno de los profesores de la escuela para niñas de Baqa dice: “Vendremos cada día, y lo intentaremos todos los días”. Otra profesora dice que ha visto niñas del último curso llorar cuando no se les permitía a sus profesores pasar por el Puesto de Control. Los estudiantes tienen miedo que esto debilite su preparación para los exámenes finales y que suspendan si esta situación continúa.
Aunque estos dos territorio tienen un “plan de emergencia” para compensar la ausencia de los profesores, el alcalde de Baqa dice que el numero de voluntarios y su formación, no son suficientes para cubrir todas las materias, especialmente matemáticas, física e ingles. La Autoridad Palestina nunca ha enviado ningún tipo de ayuda, ya que consideran esta situación ilegal e inaceptable.
SALUD
El hospital más cercano al territorio está en Tulkarm. El Puesto de Control de Qafin está abierto 24 horas al día; es la única ruta de salida de la gente del territorio en caso de emergencia medica.
La espera en el paso fronterizo puede llegar a dos horas y nunca menos de una hora, dicen los residentes.
El hospital “La madre y el niño” en Baqa Sharqiya es usado por los tres pueblos. No tienen servicios especializados y el hospital no tiene suficiente personal ni instrumental médico. Una clínica móvil de la UNRWA entra en la región una vez por semana y atiende a unos 140 pacientes cada vez. La clínica móvil viene de Jenin y se ha encontrado con retrasos en el Puesto de Control de Qafin, pero nunca se le ha negado el paso al territorio.
AGRICULTURA
Abu Issam es un agricultor de Baqa Sharqiya cuya única manera de alimentar a su familia de 15 miembros es lo que produce en sus huertos y olivos. Abu Issam tiene tres campos: dos en Baqa Sharqiya y el otro en un pueblo cercano.
Uno de los campos de Baqa Sharqiya se ha convertido en un basurero donde se almacena toda la basura de la construcción del muro. El segundo campo fue cortado por la mitad para la construcción de una carretera prohibida del ejército israelí para patrullar la zona. Cuando construían la carretera rompieron la tubería del agua, lo que provocó que Abu perdiera el 70 por ciento de su producción. Adu Issam tiene 500 olivos. No se le permitió llevar las olivas al territorio por lo que tuvo que prensar las olivas fuera casi doblando los costes. Decidió darles trabajo a los jornaleros de Baqa Sharqiya aunque eso supusiese la pérdida de muchas horas en las colas de los Puestos de Control. Abu Issam sabía que los jornaleros dependían del salario de la cosecha de oliva para subsistir, y no podría “mirarles a los ojos” si les privara de ese dinero.
Abu Issam está preocupado. Necesita comenzar a trabajar sus tierras después de las primeras lluvias. Dice que si esta situación continúa en los Pasos Fronterizos deberá contratar a otra persona para trabajar su tierra, a cambio del 50 por ciento de su producción.
Los residentes del territorio no son los únicos perjudicados con la construcción del muro. Muchas familias que viven fuera del enclave solían trabajar la tierra a cambio de un porcentaje de las ganancias. Se cree que más de 50 familias han perdido la forma de ganarse la vida. Debido a que ningún trabajador puede acceder a su lugar de trabajo los propietarios de las tierras no pueden trabajarlas y están comenzando a perder sus huertos.
Los propietarios de tierras que viven fuera del enclave han tenido que solicitar a las autoridades israelíes permisos para acceder a las mismas. Un total de 849 personas han obtenido ese tipo de permiso. La mayoría de esa gente es de Qafin, al noroeste del territorio, pero también de Attil, Illar y Zeita. La validez de sus permisos varía desde los 12 días hasta los 2 meses.
Como resultado de esta situación, los tres pueblos, que antes enviaban la mayoría de su producción a Cisjordania e Israel, ahora se ven obligados a importar vegetales, frutas y otro tipo de alimentos básicos.
ECONOMÍA
Hace menos de dos años, 500 tiendas existían en las calles del territorio de los tres pueblos. Más de 20.000 trabajadores viajaban a través de Baqa Sharqiya y Nazlet Issa de camino a Israel. Dejando sus coches en la mañana y haciendo la compra por la tarde de vuelta a casa.
Un comerciante de Baqa dice: “Esto solía ser como un centro comercial. ¿Por qué la gente iba a comprar a otro sitio, cuando podían encontrar todo lo que necesitaban aquí?” Los clientes solían venir de Israel y de Cisjordania buscando precios baratos y la variedad de productos. Hoy solo una de cada cinco tiendas está abierta y las calles están vacías y silenciosas. De acuerdo con comerciantes locales, más del 80 por ciento de las tiendas de los tres pueblos han cerrado.
Los comerciantes y empresarios dicen que dependen exclusivamente de los clientes del territorio, pero el número de habitantes y su poder adquisitivo no son suficientes para mantener los negocios abiertos.
La situación se complica también debido a que no existe la posibilidad de traer productos de fuera del territorio. Las autoridades israelíes prohíben a los palestinos la importación a través de la Línea Verde. Los soldados no permiten el paso de camiones, y toda la mercancía es registrada. Los vehículos que no se pueden abrir para inspeccionarlos, como el caso de hormigoneras, no se les permite el paso. Otros productos, como latas de pintura, se estropean al abrirlas. Debido a que las cantidades de los productos son limitadas por los soldados, sólo para “uso en la casa”, los comerciantes deben realizar muchos viajes a Jenin y Tulkarm incrementando los costes de transporte.
Nazem, un empresario de Baqa Sharqiya dice: “Hemos perdido 40 años de esfuerzos. En vez de tener cientos de tiendas, docenas de fábricas, y 40 millones de dinares jordanos, tenemos una tienda por cada barrio”.
En Nazlet Issa, 209 tiendas han sido derruidas por el ejército israelí desde 2002 y 15 más han recibido el orden de demolición. Trozos de hormigón que se encuentran en el momento en el suelo, serán izados y crearán una valla que separará Nzlet Issa de Baqa Gharbiya (un pueblo árabe que ahora se encuentra en territorio israelí).
Baqa Sharqiya y Nazlet Issa tenían diversas factorías que daban trabajo a residentes de los pueblos y a gente de fuera. Había fábricas de cemento, granito, piedra, carpinterías, plástico y aluminio: en estos momentos sólo la fábrica de aluminio sigue abierta, pero no por mucho tiempo. Su dueño no es de Baqa y su permiso para entrar en la zona caducará pronto. Anteriormente esta fábrica daba trabajo a 40 personas, en este momento quedan 4 y probablemente el dueño deberá vender o alquilar la fábrica si su permiso no es renovado. Cinco fábricas textiles que daban trabajo a más de 75 mujeres han cerrado también.
Dejando a parte los problemas económicos que se sufren en el territorio, uno de los empresarios dice: “No debemos medir todas las cosas por las ganancias. Quedarse aquí también es ganar, porque si no, lo perderíamos todo
SOCIEDAD
El Muro esta afectando a la vida social y las relaciones familiares. Las comunidades rurales tradicionalmente han sido dinámicas en Cisjordania, y los matrimonios entre jóvenes de diferentes pueblos era muy frecuente.
Estos matrimonios entre gentes de diferentes pueblos suponían una oportunidad para viajar especialmente en las vacaciones religiosas. Hoy en día las familias de fuera de la región casi no se socializan con sus suegros porque no pueden viajar libremente. Las autoridades israelíes no dan papeles por “razones familiares”, lo que está interrumpiendo eventos familiares, e incluso la elección de esposa/o.
Una familia de Attil no permitió a su hija casarse con un hombre de Baqa Sharqiya, porque tenía miedo que no se les permitiese visitar a su hija. El hombre finalmente se casó con otra chica que vivía en el enclave. Bromeando, comentó: “Yo me pude casar con una chica de aquí pero, ¿que harán los otros? Dentro de poco no habrá suficientes chicos y chicas para casarse.”
Una vez que la valla esté completada, el territorio estará separado de Baqa Gharbiya, el pueblo árabe dentro del lado israelí. Esto supondrá problemas sociales y familiares extras, ya que 75 parejas tienen miembros tanto de Baqa Gharbiya como de Baqa Sharqiya. “¿Si estas familias no se pueden reunir con sus familiares en las vacaciones, que sentido tiene tener vacaciones?” dice el alcalde de Baqa Sharqiya.
Viernes 23 de Mayo de 2008
LA HISTORIA DE LA LIMPIEZA ÉTNICA EN PALESTINA
Por Ilan Pappé, Mundo Árabe / Rebelión
Fragmento de “La limpieza étnica de Palestina”. Autor: Ilan Pappé. Traductor: Luis A. Noriega Hederich. Editorial: Crítica. Páginas: 414
Los editores del diario de Ben Gurion se sorprendieron al descubrir que entre el 1 de abril y el 15 de mayo de 1948, el líder de la comunidad judía de Palestina parecía descuidar el aspecto militar de los acontecimientos.
En lugar de inquietarse por ello, se mostraba mucho más preocupado por la política interna sionista y estaba dedicado de lleno a cuestiones de organización como la transformación de los cuerpos de la Diáspora en organismos del nuevo Estado de Israel. Su diario, resulta evidente, no revela ninguna sensación de temor por la catástrofe inminente o el “segundo Holocausto” que con emoción proclamaba en sus apariciones públicas.
Entre quienes pertenecían a sus círculos íntimos, hablaba con un lenguaje diferente. Así, a comienzos de abril, presentó con orgullo a los miembros de su partido, el MAPAI, los nombres de las aldeas árabes que las tropas judías habían ocupado recientemente. Y el día 6 del mismo mes le encontramos reprendiendo a los miembros con tendencias socialistas de la ejecutiva del Histadrut que cuestionaron el acierto de atacar a los campesinos en lugar de confrontar a sus patronos. Ocasión en la que dijo a una de las principales figuras de la organización sindical: “No estoy de acuerdo con usted en que nos enfrentamos a efendis y no a campesinos: ¡nuestros enemigos son los campesinos árabes!”
Su diario, de hecho, contrasta radicalmente con el miedo que sembraba entre quienes le oían en reuniones públicas y, por consiguiente, con la memoria colectiva de los israelíes. Sugiere que para entonces se había dado cuenta de que Palestina ya estaba en sus manos. Con todo, tampoco estaba excesivamente confiado, y no se unió a las celebraciones del 15 de mayo de 1948, consciente de la enormidad de la tarea que tenía por delante: limpiar Palestina y asegurarse de que los árabes no pudieran obstaculizar la toma del país por parte de los judíos.
Al igual que la Consultoría, temía el resultado de los acontecimientos en lugares en los que existía un obvio desequilibrio entre los asentamientos judíos aislados y un potencial ejército árabe, como era el caso de ciertas zonas remotas de Galilea y el Néguev, así como de algunas partes de Jerusalén. No obstante, tanto Ben Gurion como sus colaboradores más cercanos entendían perfectamente bien que estas desventajas locales no alteraban el cuadro general: la capacidad de las fuerzas judías para tomar, incluso antes de que los británicos hubieran abandonado el país, muchas de las áreas que la Resolución de Partición de la ONU había asignado al Estado judío. En este contexto, “tomar” significaba sólo una cosa: la expulsión, masiva, de los palestinos de sus hogares, negocios y tierras, tanto en las ciudades como en las áreas rurales.
PODER SOBRE EL TERRENO
Ben Gurion quizá no se haya regocijado con las masas judías que bailaron en las calles el día que el Mandato británico llego oficialmente a su fin, pero sabía muy bien que las fuerzas militares judías ya habían empezado a mostrar su poder sobre el terreno. Cuando se activó el Plan Dalet, la Haganá contaba con más de 50.000 efectivos a su disposición, la mitad de los cuales habían sido entrenados por los británicos durante la Segunda Guerra Mundial. Había llegado la hora de poner en marcha el plan.
La estrategia sionista de construir asentamientos aislados en medio de zonas árabes densamente pobladas, aprobada retroactivamente por las autoridades del Mandato británico, se reveló una desventaja en épocas de tensión. La llegada de suministros y tropas a estos puestos remotos no siempre estaba garantizada, y una vez el país estuvo en llamas, la carretera para acceder a Jerusalén por el oeste, que pasaba por numerosas aldeas palestinas, resultó particularmente difícil de proteger, lo que creó entre la pequeña población judía de la ciudad una sensación de asedio. Los judíos de Jerusalén también eran un motivo de preocupación para los líderes sionistas por una razón diferente: éstos pertenecían en su mayoría a las comunidades ortodoxa y mizrahi (oriental), cuyas aspiraciones y compromiso con el sionismo eran bastante tenues e incluso cuestionables.
Por tanto, la primera zona que se eligió para poner en marcha el Plan Dalet fue la de las aldeas rurales de las laderas occidentales de las montañas de Jerusalén, a medio camino a lo largo de la carretera hacia Tel Aviv. Ésta fue la Operación Najsón, que serviría de modelo para campañas futuras: las expulsiones súbitas y masivas que empleó demostrarían ser el medio más eficaz de conservar los asentamientos judíos aislados o desbloquear las rutas amenazadas por el enemigo, como la que conducía a Jerusalén.
A todas las brigadas asignadas a la operación se les pidió que se prepararan para pasar a Mazav Dalet, Estado D, es decir, que se alistaran para implementar las órdenes del Plan D. “Pasaréis a Estado Dalet, para una implementación operativa del Plan Dalet”, fue lo primero que se les dijo a las unidades. Y luego, “las aldeas que vais a capturar, limpiar o destruir se decidirán consultando con vuestros asesores en asuntos árabes y los oficiales de inteligencia”.
A juzgar por el resultado final de esta fase, a saber, la desarrollada entre abril y mayo de 1948, el consejo de éstos fue que no se perdonara a ni una sola aldea. Mientras que el Plan Dalet oficial daba a las aldeas la opción de rendirse, las órdenes operacionales no eximían a ninguna aldea bajo ningún concepto. Con esto, el programa detallado se convirtió en la orden militar de empezar la destrucción de las aldeas. Las fechas se programaron de acuerdo con la geografía: la brigada Alexandroni, que se encargaría de asaltar la costa con sus decenas de aldeas, y que sólo dejaría detrás dos de ellas, recibió sus órdenes hacia finales de abril; las instrucciones de limpiar el oriente de Galilea llegaron al cuartel general de la brigada Golani el 6 de mayo de 1948, y al día siguiente se ordenó la limpieza de la primera aldea de su “área”, Shajara.
DESTRUCCIÓN DE ALDEAS
Las unidades del Palmaj recibieron sus órdenes para la Operación Najsón desde el primer día de abril de 1948. La noche anterior, la Consultoría se había reunido en la residencia de Ben Gurion para dar término a las directivas que recibirían las unidades. Sus órdenes fueron claras: “El principal objetivo de la operación es la destrucción de aldeas árabes... (y) la expulsión de los aldeanos para que se conviertan en un lastre económico para las fuerzas árabes”. La Operación Najsón también fue una novedad en otros aspectos. Fue la primera operación en la que todas las distintas organizaciones militares judías se esforzaron por actuar de forma conjunta como un único Ejército (con lo que se proporcionó una base a las futuras Fuerzas de Defensa de Israel). Y fue la primera operación en la que los veteranos judíos de Europa oriental, que dominaban el mundillo militar, se incorporaron a una campaña junto a otros grupos étnicos como los recién llegados del mundo árabe y de la Europa posterior al Holocausto. El comandante de un batallón que participó en esta operación, Uri Ben Ari, menciona en sus memorias que “mezclar a los judíos de la diáspora” era una de las metas importantes de Najsón. Ben Ari era un joven judío alemán que había llegado a Palestina pocos años antes. Su unidad realizó sus preparativos finales para Najsón en la costa del Mediterráneo, cerca de Hadera. Él se recuerda comparándose a los generales rusos que pelearon contra los nazis en la segunda guerra mundial. Los “nazis” en su caso eran un enorme número de campesinos palestinos indefensos que vivían en aldeas cercanas a la carretera que unía Jaffa con Jerusalén y los grupos paramilitares de Abd al Qadir al Husayni que habían acudido en su rescate.
Las unidades de Al Husayni habían estado disparando al azar contra el tráfico judío en esta ruta como represalia por ataques anteriores, y habían matado y herido a varios pasajeros. Pero los aldeanos, como ocurría por todas partes en Palestina, sólo estaban intentando continuar con su vida normal, sin conocer la imagen demonizada que Ben Ari y sus camaradas les atribuían.
Al cabo de unos pocos días, la mayoría de ellos serían expulsados para siempre de las casas y campos en los que ellos y sus ancestros habían vivido y trabajado durante siglos. Los grupos paramilitares palestinos a órdenes de Abd al Qadir al Husayni opusieron más resistencia de la que esperaba el batallón de Ben Ari, lo que hizo que la operación Najsón no avanzara inicialmente según lo planeado. Pese a ello, para el 9 de abril la campaña estaba terminada. (...)
DEIR YASSIN
La naturaleza sistemática del Plan Dalet resulta patente en el caso de Deir Yassin, una aldea pastoril y cordial que había llegado a un pacto de no agresión con la Haganá de Jerusalén, pero que estaba condenada a desaparecer por encontrarse dentro del área que el Plan Dalet ordenaba limpiar. En vista del acuerdo que había firmado con la aldea, la Haganá decidió enviar allí tropas del Irgún y de la banda de Stern y librarse así de toda responsabilidad oficial en lo ocurrido. En posteriores operaciones de limpieza de aldeas “amigas” ni siquiera se consideraría necesario emplear este ardid.
El 9 de abril de 1948, tropas judías ocuparon la aldea de Deir Yassin. Ésta se encontraba en una colina al oeste de Jerusalén, a 800 metros sobre el nivel del mar y cerca del barrio judío de Givat Shaul. La vieja escuela de la aldea funciona en la actualidad como un hospital psiquiátrico para el barrio judío que se extendió sobre
LOS RESTOS DEL POBLADO.
Al irrumpir en la aldea, los soldados judíos rociaron las casas con fuego de ametralladora, lo que mató a muchos de sus habitantes. Después de eso, se reunió a los demás aldeanos y se los asesinó a sangre fría, los cadáveres fueron maltratados y cierto número de mujeres fueron violadas antes de ser asesinadas.
Fahim Zaydan, que tenía doce años en esa época, recuerda cómo vio asesinar a su familia delante de sus ojos: “Nos llevaron uno detrás de otro; dispararon a un anciano y cuando una de sus hijas gritó, le dispararon a ella también. Luego llamaron a mi hermano Muhammad, y le dispararon enfrente de nosotros, y cuando mi madre, que llevaba a mi hermana Hudra en sus brazos, pues todavía estaba amamantando, se arrojó sobre él llorando, también le dispararon”.
Los soldados también le dispararon a Zaydan. Lo habían puesto, junto con otros niños, en fila contra una pared que rociaron con balas, “sólo para divertirse”, antes de marcharse. Tuvo suerte de sobrevivir a sus heridas. Investigaciones recientes han reducido el número aceptado de víctimas de la masacre de Deir Yassin de 170 a 93. Como es obvio, aparte de las víctimas de la masacre propiamente dicha, hubo decenas de campesinos que murieron en el combate, y que por tanto no fueron incluidos en la lista oficial de víctimas. Sin embargo, en vista de que las fuerzas judías consideraban cualquier aldea palestina como una base militar enemiga, la distinción entre las personas masacradas y las muertas “en batalla” era tenue.
Basta enterarse de que entre los asesinados en Deir Yassin había treinta bebés para entender por qué todo el ejercicio “cuantitativo” (no muy distinto del que los israelíes realizaron en una fecha tan cercana como abril de 2002 a propósito de la masacre de Jenin) es irrelevante. En su momento, los líderes judíos anunciaron con orgullo un elevado número de víctimas en Deir Yassin para hacer de la aldea el epicentro de la catástrofe: una advertencia a todos los palestinos de que un destino similar les aguardaba si se negaban a abandonar sus hogares y marcharse.
Ilan Pappé: Una figura emblemática de los nuevos historiadores
1. Huyendo de los nazis
Los padres de Ilan Pappé huyeron de Alemania durante la persecución nazi y se establecieron en Haifa, donde nació el historiador en 1954. En la Universidad de Haifa ha hecho su carrera académica hasta convertirse en la figura emblemática de los llamados “nuevos historiadores”.
2. Cuestionar la versión oficial
Los nuevos historiadores, que en su conjunto han publicado una decena de libros en los últimos años, se caracterizan por cuestionar la versión sionista de la historia y reevaluar los datos que poco a poco van saliendo de los archivos.
3. Ostracismo
Pappé ha pagado su osadía con el ostracismo del mundo académico israelí. Sus opiniones y trabajo académico le han ganado muchos enemigos, por lo que decidió abandonar Israel en 2007, sin que se sepa si su exilio es definitivo o temporal. En la actualidad da clases en el departamento de Historia de la Universidad británica de Exeter.
Viernes 23 de Mayo de 2008
LAS LLAVES DE LOS PALESTINOS, EL SÍMBOLO DE UNA LUCHA IRRENUNCIABLE
Fuente: Prensa de Frente (Comunicados de prensa) - Buenos Aires, Argentina
Un viaje y unas llaves. Un exilio forzado, como casi todos los exilios. Llevaron bajo el brazo recuerdos, la tristeza y la humillación de quienes son expulsados de sus hogares; y en sus manos, las llaves de aquello que quedaba en el pasado, apropiadas por nuevos habitantes: sus viviendas. Estaban acostumbrados a sufrir las colonizaciones eternas: del imperio otomano en 1519, de Gran Bretaña; pero esta ocupación parecía ser diferente.
Lo que se llamó históricamente la independencia de Israel en 1948 fue la Resolución 181 de la Organización de Naciones Unidas de la partición del territorio palestino en un estado árabe y otro judío. Lo que implicó, fue la destrucción de 480 aldeas, la expulsión de ochocientos mil palestinos de sus hogares y la apropiación del 78 por ciento del territorio de la Palestina histórica por parte de una minoría judía que habitaba la zona. Por su magnitud, se la llamó Al Nakba (“la catástrofe” en idioma árabe) y los palestinos, con la ilusión del regreso a sus casas, conservaron las llaves para volver, en un futuro cercano, a la tierra que los vio nacer. Quedaba ya viejo el falso slogan sionista: “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.
La creación del “Hogar Nacional judío” se realizó bajo el mito del retorno a la “tierra prometida”, ubicándose en el medio de los países con mayores reservas petroleras del mundo, y en el punto de control y unión entre África, Asia y Europa. Esto se logró junto con el apoyo de la comunidad internacional, a expensas de desalojar a una población entera conformada por un millón de personas, con los campamentos de refugiados, problema aún sin solución, como fidedigno reflejo del hecho. La operación de vaciamiento continuó con la confiscación de tierras, las matanzas en aldeas como Deir Yassin (1948), Sabra y Chatila (1982) y bombardeos constantes por parte del incipiente Israel. La asfixia se prolonga en la actualidad, con la Franja de Gaza como estandarte, convertida la zona más densamente poblada del mundo, sin vegetación, y con servicios de agua una sola vez a la semana, cuando se abren las compuertas del muro.
Estigmatizados por luchar contra la invasión de su tierra bajo el término terroristas, con el intento de hallar los rastros de la dignidad pisados bajo borceguíes militares, para poder conservar la identidad, los palestinos mantienen su resistencia cultural mediante la nostálgica poesía y el objetivo de lograr supremacía demográfica con una numerosa descendencia. Su lucha se acompaña de revueltas callejeras llamadas Intifada o de los mártires de la desesperación. En un combate desigual de piedras contra balas de fusiles Galil y tanques blindados, Palestina intenta seguir viva frente a la comunidad internacional que la subyuga.
Después del Holocausto nazi, que asesinó a más de seis millones de personas, no se puede dejar de aceptar el derecho a la autodeterminación del pueblo judío, pero no sobre tierra ajena ocupada bajo fundamento religioso. Sin embargo, Israel repudia al Hamas, organización elegida democráticamente en 2006 en un proceso con veedores internacionales y es el único país Occidental sin Constitución escrita. Pretende limitar el territorio palestino segregándolo mediante un muro de “seguridad”, pero no tiene fronteras físicas delimitadas. Exige el cese de la resistencia palestina, que estaría avalada por la resolución 3070 de la ONU que dice que cualquier país colonizado puede liberarse por todos los medios posibles, incluido el de la lucha armada; pero tiene legalizada la tortura en sus cárceles israelíes. Promete ciudadanía y vivienda mediante la Ley de Retorno a cualquier persona del mundo perteneciente (nacida o convertida) al judaísmo pero no a palestinos que habitaron la tierra desde que nacieron.
Todas estas realidades hablan de un Estado que no quiere posibilitar la convivencia pacífica de palestinos e israelíes. De un estado que aún cree que existen las razas, de un Estado que ni siquiera pestañea ante la idea de un asesinato selectivo, de un Estado que pronuncia la oximorónica frase de “luchemos por la paz”, de un Estado racista que mantiene un enclave colonial en Palestina. De un Estado sionista que el pasado 15 de mayo cumplió 60 años en una tierra en donde, por un lado, reina el festejo del aniversario y, por el otro un recuerdo triste pero con la firme convicción del derecho al regreso por el que se lucha sin descansar jamás, aún con las llaves, firmes compañeras, aguardando en el bolsillo.
Viernes 23 de Mayo de 2008
EL COLONIALISMO COMO FALSIFICADOR DE LA HISTORIA:
60 AÑOS DEL RÉGIMEN COLONIAL DE ISRAEL EN PALESTINA
Por Susana Khalil, Analítica - Venezuela
AL NAKBA
La expulsión del pueblo palestino de su patria en 1948 a fin de proclamar la creación del Estado colonial de Israel
Desde Europa, se fabricó una empresa colonial para el Medio Oriente llamada Israel, en la que el 14 de mayo de 1948 la anuncian al mundo con la declaración del Estado de la religión judía.
Esta identidad colonial se fabrica sobre las bases de la supremacía ario-sionista europea y por lo tanto dentro de un carácter antisemita, de esencia segregacionista y de pureza racista.
Se fabrica sobre las bases de una infernal propagación del pánico, terror, generando un amargo espanto para así lograr que la población nativa huya de sus tierras. Se fabrica sobre las bases de las matanzas, bombardeos y masacres a una población casi desarmada donde más del 70% de la población era campesina.
Se fabrica sobre las bases del genocidio y la negación de la historia del pueblo nativo e igualmente sobre las bases del impedimento y ruptura a la continuidad histórica de un pueblo a seguir viviendo en su tierra originaria.
El colonialismo israelí se fabrica sobre la base de una ecuación donde la solución final es el exterminio del pueblo nativo semita palestino.
Palestina, pueblo semita del Medio Oriente, de 11 mil años de historia en la que su legado no es solo el encuentro de las tres religiones del monoteísmo. De este pueblo, nace el descubrimiento de la agricultura, descubrimiento proveniente del género femenino de la ancestral palestina matriarcal y politeísta...
En la aria Europa y en el seno de arios judíos azhkenasi, nace el movimiento sionista, movimiento colonial que consiste en la fabricación de un Estado exclusivo para los que profesan la religión judía. Un Estado en Palestina mediante la destrucción de dicho pueblo árabe semita del Medio Oriente.
• Debemos expulsar a los palestinos y tomar sus lugares (1937).
• Debemos utilizar el terror, el asesinato, la intimidación, la confiscación y el corte de todos los servicios sociales para deshacernos de la población palestina (1948).
• Debemos hacer todo lo posible para asegurarnos que los palestinos nunca regresen... (1948).
• Debemos expandirnos en toda Palestina... no debemos renunciar a Cisjordania... nadie puede limitar nuestras fronteras (1948).
David Ben Gurion. Polaco.
• No hay alternativa, los palestinos deben ceder la tierra para los judíos...
• Ningún autóctono abandona su tierra por voluntad propia, por lo tanto debemos utilizar la fuerza, expulsar a los palestinos.
• Nosotros los judíos gracias a Dios no tenemos nada que ver con el Medio Oriente.
Zeev Jabotinsky. Ruso.
• La expulsión de los palestinos es lo más justo, moral y correcto.
Shlomo Lavi. Polaco.
• No existe tal cosa llamada Palestina, nunca ha existido. 1969.
• ¿Cómo nos piden que nos retiremos de los Territorios Ocupados? Si allí no vive nadie. 1969.
Golda Meir. Ucraniana
• No sólo la matanza era justificada, sin ello no se hubiese construido el Estado de Israel.
• Los palestinos son bestias que caminan en dos patas.
Menachem Begin. Polaco.
• Nosotros debemos matar a los palestinos, a menos que ellos acepten vivir como esclavos.
General Shlomo Lahat. Alemán.
• Las masacres fueron un mal necesario, sin eso no se hubiese establecido un Estado judío.
Benny Morry. Historiador israelí
• Israel se construye a través de la mentira y la limpieza étnica del pueblo palestino.
Ilan Pappe. Historiador israelí.
Foro Itinerante de Participación Popular Hindú Anderi (Venezuela)
Fernando Pintos (Venezuela) ANMCLA. Asociación Nacional de Medios Comunitarios Libres y Alternativos. (Venezuela)
Susana Khalil (Venezuela) Asociación de Socorro al Pueblo Palestino, CANAAN
Jueves 22 de Mayo de 2008
LA PESADILLA DE LA OCUPACIÓN ISRAELÍ: LADRONES UNIFORMADOS
Por Gideon Levy, Haaretz / Rebelión
Traducido para Rebelión por LB
A eso de la medianoche los soldados israelíes rodearon su casa. Mohammed Abu Arkub, de profesión barbero, se despertó asustado cuando oyó que aporreaban su puerta y exigían a gritos que la abriera. Abu Arkub salió disparado a abrir y los soldados israelíes lo hicieron salir ordenándole que sacara inmediatamente de la casa a todos los miembros de su familia. Su esposa Lubna y sus dos hijas pequeñas dormían junto con las dos hermanas pequeñas de Lubna, que viven con ellos. Las despertó a todas y les dijo que salieran afuera. Su hermano, Rami, que vive solo en la casa contigua, también recibió órdenes de salir.
Noche del 19 de marzo, aldea de Wadi al-Shajneh, en las Colinas del Dur de Hebrón, al sur de la ciudad de Dura. La familia permaneció fuera durante cerca de 10 minutos, medio adormilada en medio del frío relente nocturno, y a continuación los soldados israelíes les ordenaron entrar en la cabaña de Rami. Dos soldados se apostaron junto a la puerta vigilando que la familia no saliera. Los demás soldados del destacamento entraron en casa del barbero y su esposa y comenzaron a registrarla. Abu Arkub pidió estar presente durante el registro, pero los soldados israelíes se lo impidieron. La rutina de la ocupación.
A los soldados les siguieron mujeres soldado con perros, mientras que la familia permanecía hacinada en la habitación de Rami. Los soldados israelíes registraron la casa durante cerca de hora y media, tras lo cual sacaron a todo el mundo al patio. Mohammed pidió que le dejaran coger algunas mantas para cubrir a sus hijas pequeñas, pero los soldados israelíes se lo impidieron. Un comandante del ejército israelí se llevó a Mohammed a un lado y lo interrogó. Buscaban armas en la casa. El barbero le dijo que en su casa no había armas.
“Mientes”, le dijo el oficial israelí, pero Mohammed le replicó: “Habéis registrado y no habéis encontrado nada”. Dice que el oficial israelí lo golpeó. Su familia siguió en el exterior durante otra media hora, y de nuevo los encerraron en la habitación de Rami, aunque esa vez cerraron la puerta. La cosa siguió así hasta casi las 2 de la madrugada.
Cuando Mohammed pensó que los soldados ya se habían ido, abrió la puerta y salió fuera. Él y su esposa se abalanzaron al interior de su casa, que se halla justo al lado de la de Rami, donde habían permanecido retenidos. Encontraron sus enseres domésticos esparcidos por el suelo. La televisión y el ordenador estaban destrozados, igual que algunos aparatos y recipientes de cocina. Lubna se precipitó hacia el cofrecito donde guardaba sus joyas de oro y los regalos que recibió de Mohammed en su boda, celebrada cuatro años antes. En todos los hogares palestinos hay un cofrecito similar. La caja estaba arrojada en el piso. La bisutería barata de Lubna estaba desparramada, pero las joyas de oro habían desaparecido. Collares y brazaletes procedentes de la boda que constituían sus más valiosas posesiones habían desaparecido. La familia buscó y rebuscó, pero no encontraron nada.
Mohammed aún conserva el antiguo recibo de la joyería Sharha de Hebrón: 200 gramos de oro que le costaron entonces 23 dinares jordanos por gramo. Al precio actual, unos 5.000 euros. Rami, un joven fornido que trabaja para un cantero, montó en cólera. Quiso salir y perseguir a los soldados. Mohammed trató de detenerlo, pero no lo consiguió. Rami descendió corriendo el sendero en dirección a los cuatro jeeps del ejército, que seguían estacionados en la aldea. “¡Nos habéis robado el oro!”, gritó Rami a los soldados y pronto se inició una pelea. Rami se sentó dentro del jeep y anunció que no pensaba moverse de allí hasta que los soldados israelíes devolvieran el oro a sus propietarios. Quiso llamar a la Administración Civil, pero no le dejaron. Los soldados israelíes lo sacaron a empellones del jeep y abandonaron el lugar. No lo arrestaron, como suele ser lo habitual, por el delito de atacar a los soldados. Mohammed apuntó la matrícula de uno de los jeeps: al costado tenía pintado el número 252126, y en la matrícula la cifra 4760.
La hija mayor se llama Yakut, que significa “piedra preciosa” en hebreo. Cuando los soldados israelíes se marcharon Mohammed telefoneó a la oficina palestina de enlace civil y pidió registrar una denuncia. Lo reenviaron a la oficina de enlace israelí. Se presentó también en la central de la organización B’Tselem en Hebrón, donde le dijeron que denunciara el hecho ante la policía de Kiryat Arba. Sobreponiéndose a su temor, el 23 de marzo se presentó en la comisaría de policía de Kiryat Arba. Llegó al cuartel policial a las 09:30, pero solo le dejaron entrar tras humillarlo con cinco horas de espera.
Aquel día nos encontrábamos en Hebrón y pudimos oír su desesperada voz mientras hablaba por teléfono con el investigador de B’Tselem Musa Abu Hashhash, a quien llamaba constantemente rogándole que lo ayudara a entrar en la comisaría de policía. “Quédate junto a las cámaras de la entrada para que puedan verte”, le aconsejaron. Pero no le dejaron entrar hasta las 14:30 horas.
El investigador de la policía Yaakov Barzani de hecho se disculpó por la espera alegando que desconocía que Mohammed estuviera esperando fuera, y procedió a poner por escrito su queja. Mohammed dice que el investigador se mostró amable y le dijo que los soldados estaban arruinando el prestigio del ejército israelí. También le dijo que él, el investigador Barzani, había participado en la confiscación de millones de shekels de las oficinas de cambistas de Hebrón –una operación de la que dimos cuenta en esta columna hace unas semanas– y que jamás tocó ninguna de las ingentes cantidades de dinero que pasaron por sus manos.
Finalmente, el policía Barzani entregó a Mohammed un documento: “Confirmación de registro de entrada de denuncia por el caso 116812/2000”. Todas las casillas del formulario se rellenaron con letras mayúsculas: nombre del denunciante, lugar del incidente, fecha, etc. Solo quedó sin rellenar el espacio donde debía constar el motivo de la denuncia. El formulario no recogía ni una sola palabra referente al motivo de la denuncia presentada por Mohammed Abu Arkub. Pero concluía con la siguiente observación: “Este documento no debe considerarse prueba de la veracidad de la información en él contenida.” ¿Qué información? No se escribió nada. Firmado, Distrito de Hebrón, Investigaciones.
Danny Poleg, portavoz del Distrito Policial de Judea y Samaria (Cisjordania, en argot israelí. N. del T.): “En el Distrito de Judea y Samaria interrogamos a los sospechosos en su lengua materna. Por consiguiente, en casos en los que existen numerosos denunciantes, el período de espera puede alargarse sensiblemente debido a nuestro empeño por proporcionar un servicio de calidad a cada denunciante. En cualquier caso, a resultas de esta denuncia, al día siguiente repasamos los procedimientos relacionados con los períodos de espera. Con respecto al formulario entregado al denunciante, está informatizado y el investigador es incapaz de añadir o borrar nada en él. Dado que la denuncia se dirige contra un soldado, el caso se remitió a la Policía Militar".
El barbero de Wadi al-Shajneh no es el único. En las oficinas de B’Tselem se han acumulado cerca de una docena de relatos de palestinos que denuncian el robo de oro o dinero en sus hogares en el transcurso de registros realizados por el ejército israelí, y en un caso un investigador del servicio israelí de seguridad Shin Bet, Ronen Shimoni, director de coordinación de datos de B’Tselem, envió varios de esos relatos a Haaretz: miembros de la familia Zarkat de Kafr Tapuah, miembros de la familia Rehal de Silat al-Dahr, miembros de la familia Antar de Barqin, los Dendis de Halhoul, los Demieri de Hawara, los Adaili de Beita, los Asus de Jenin, y miembros de la familia Ziadat de Bene Naim. Ellos y otros han denunciado la desaparición de joyas y dinero. En algunos casos la Policía o la Policía Militar han abierto una investigación.
Veamos, a modo de ejemplo, el testimonio de Sayel Ziadat, vecino de Bene Naim, también situada en las Colinas del Sur de Hebrón, acerca de lo que ocurrió en su casa el 5 de marzo, dos semanas antes del registro en la casa de Abu Arkub. Las similitudes entre ambos registros son sorprendentes:
“A eso de las dos de la madrugada me despertó el ruido de piedras arrojadas contra las ventanas de mi casa. Deduje que eran soldados israelíes. Pensé que si no les abría quizás se marcharan. Pero 10 minutos más tarde, después de que hubieran destrozado varias ventanas, abrí la puerta y vi a cinco o seis soldados. Me ordenaron que me levantara la camisa y me diera la vuelta, y luego me dijeron que sacara de la casa a toda mi familia. Hacía frío y les pedí que me dejaran coger mantas para arropar a mi anciana madre, pero los soldados israelíes no me lo permitieron.”
“Varios soldados entraron en la casa para registrarla. Pedí acompañarlos pero se negaron. Me esposaron las manos a la espalda y me vendaron los ojos. Durante cerca de dos horas registraron mi casa y la casa contigua donde vive mi hermano, y a eso de las 04:30 el oficial bajó las escaleras acompañado por dos soldados. Los tres se reían. Su risa me dio mala espina. Tenían en las manos mi teléfono celular y un álbum de fotografías. Arrojaron al piso el álbum y el teléfono. Me quitaron las esposas de plástico. Les pregunté: ’¿Por qué me habéis esposado?’. Y ellos respondieron: ’No te importa’. Les pregunté: ’¿Por qué habéis destrozado mis ventanas?’, y los soldados israelíes respondieron: ’Como se te ocurra arreglar las ventanas regresaremos para destrozártelas otra vez’.”
“Cuando se marcharon mi esposa se apresuró a recoger los objetos de la casa que estaban desperdigados por el suelo y fue corriendo a examinar el cofrecito de las joyas. Los 189 euros en metálico y las joyas del mohar (dote) que guardábamos allí habían desaparecido. Era todo lo que teníamos, todos nuestros ahorros. Incluso cuando yo estaba en la cárcel y mi esposa carecía de fuentes de ingreso, conservamos intacto el oro de nuestra boda”. También Ziadat denunció el robo a la policía.
Entramos en el dormitorio de la familia Abu Arkubs en Wadi al-Shajneh. Pesadas cortinas, una colorida alfombra que se extiende de pared a pared, urnas de cristal llenas de floreros y objetos de vidrio, una cama y mesillas de noche con acabado en laca púrpura. En el patio yacen reducidos a chatarra los restos del ordenador y la televisión. Lubna muestra el cofrecito del tesoro, con sus tiradores y espejos. La bisutería barata, que reluce desde lejos, se quedó en el cofre. Solo se llevaron, dice, el oro.
Jueves 22 de Mayo de 2008
PALESTINA: DOS ANIVERSARIOS, UNA SOLA NAKBA
Por Juan Dufflar Amel, La Estrella Palestina.org
“…Despojados de sus tierras, expulsados de su propia patria, dispersados por el mundo, perseguidos y asesinados, los heroicos palestinos constituyen un ejemplo impresionante de abnegación y patriotismo y son el símbolo vivo del crimen más grande de nuestra época…”.
Fidel Castro Ruz, Naciones Unidas (1979)
Tan antagónicos como las causas del sangriento conflicto que los enfrentan desde hace 60 años son los aniversarios que tanto Israel como Palestina conmemoran indistintamente en el mes de mayo.
Ambos tuvieron su origen en la fatídica Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, aprobada el 29 de noviembre de 1947, que determinó la partición de Palestina y la creación en sus territorios del Estado de Israel, y que como ninguna otra ha causado tantas muertes, destrucción, martirios y sacrificios a una población civil.
Injusta, ilegal y arbitraria, la tristemente célebre resolución estipuló la constitución de un estado judío en el 54 % del territorio palestino, así como la de un estado árabe en el resto –que nunca llegó a concretarse- lo cual significó el más artero golpe a la libertad e independencia de ese laborioso y pacífico pueblo de origen árabe.
En consecuencia con los ambiciosos planes del sionismo internacional, propiciados por el colonialismo y estimulados por varios de sus aliados imperialistas, David Ben Gurion, su primer jefe de gobierno, proclamó, el 14 de mayo de l948, la independencia de Israel.
Un día después, el 15 de mayo, se inició para el pueblo palestino la denominada Al Nakba, la dolorosa gran catástrofe, a la par que estalló la primera guerra árabe-israelí, de la que el estado sionista salió militarmente victorioso y con mayores ambiciones geopolíticas en toda la región del Oriente Medio.
Por su carácter colonialista, expansionista, ultra nacionalista y racista, el surgimiento del nuevo estado hebreo, erigido sobre las históricas tierras usurpadas a sus primigenios y legítimos habitantes, se convirtió en una de las más cruentas tragedias de nuestros tiempos.
El terrible holocausto conllevó la separación de sus tierras y la expulsión de sus hogares, ciudades y pueblos, del 85 % de los habitantes del territorio que se denomina Israel, y que representa el 92 % de su superficie, adquirida mediante guerras de rapiña y la masacre de la población palestina.
En un término de apenas 20 años, hasta la guerra de 1967, el régimen de Tel Aviv expandió sus fronteras en más de 60 mil kilómetros cuadrados, cuatro veces más de la que le concediera originalmente la Resolución 181.
Aun antes de Israel constituirse como estado, los dirigentes sionistas y sus organizaciones terroristas iniciaron las más sangrientas masacres para sembrar el pánico entre la población árabe y expulsarla de sus lugares de origen.
El 9 de abril de 1948, Menahem Beguin -que años después llegó a primer ministro israelí- al frente de la organización terrorista sionista Irgun Zvai Leumi, junto con los terroristas del grupo Stern, atacaron la aldea árabe de Deir Yassin y masacraron a casi todos sus habitantes, incluidos niños, mujeres y ancianos.
Posteriormente, al describir tan criminal acción el sanguinario Beguin señaló que “esa masacre no sólo era justificada, sino que de no haber triunfado en Deir Yassin, no existiría el Estado de Israel”.
Expulsados de sus tierras por el terror y la represión sionista, tan sólo entre 1947-1949 más de 800 mil palestinos se vieron obligados a buscar refugio en otros países.
La diáspora, es otro de los mayores infortunios del pueblo palestino, cuyo 70 % ha pasado a engrosar las filas de los refugiados, cifra que en la actualidad se eleva a cinco millones 200 mil personas, privadas de su identidad y cultura nacionales y a los que se les niega el derecho del retorno a su patria.
Junto con la constitución del Estado de Israel, han transcurridos también 60 años de incesante lucha del pueblo palestino contra la ilegal ocupación y las criminales acciones del ejército sionista.
El saldo macabro de esas masacres es de cientos de miles de muertos, heridos y prisioneros palestinos, mientras millones de sus refugiados no han podido regresar a sus a hogares, a pesar de lo dispuesto por la Resolución 194 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprobada el 11 de noviembre de 1948.
Y si Israel, aunque ensombrecido por las acusaciones de soborno que enfrenta su primer ministro, Ehud Olmert, festejó con gran boato, fuegos artificiales y la presencia de su benefactor, el presidente norteamericano George W. Bush, el aniversario 60 de la fundación de su Estado, los palestinos conmemoraron a su vez la Nakba, con la inquebrantable determinación de continuar la lucha por sus inalienables derechos.
Es su heroica reafirmación de lograr la expulsión de su suelo del ocupante sionista, la constitución de un estado palestino independiente y soberano, con Jerusalén Este como capital, la libertad de sus presos políticos y el retorno de sus refugiados.
Jueves 22 de Mayo de 2008
PALESTINOS HABLAN DE NEGOCIOS
Por Matías Zibell, BBC Mundo, Medio Oriente
“El mensaje es simple: se pueden hacer negocios en Palestina”. Ése es el lema de la Conferencia Palestina de Inversores, que tiene lugar a partir de este miércoles en la ciudad cisjordana de Belén. Pero la historia no es tan simple.
Los territorios palestinos, para empezar, no conforman un Estado.
Están separados geográficamente (y a partir del enfrentamiento entre Fatah y Hamas de junio pasado, también política y militarmente) y una red de controles militares obstaculiza, entre otras cosas, el transporte de bienes y mercancías.
“Los procedimientos de seguridad israelíes dificultan el cumplimiento de los plazos de entrega y aumentan los costos”, admiten los organizadores de la conferencia.
“Esto ha generado una inmensa presión en casi todas las actividades económicas palestinas, ya que la mayoría de ellas depende del transporte”, añaden.
Además, el control que Israel tiene de las fronteras, implica que en momentos de crisis el comercio exterior es uno de los grandes perjudicados.
Por ejemplo de 1999 a 2002, años de gestación e inicio de la segunda intifada, las exportaciones palestinas cayeron en un 60% y las importaciones en un 42%.
¿QUÉ OFRECEN?
“Nosotros, los palestinos, hemos invertido bajo estas condiciones, hemos dado el primer paso para alentar a los inversores internacionales a que hagan lo mismo, a pesar de las complejas condiciones políticas, porque creemos en el potencial de nuestro mercado”, le dijo a BBC Mundo el presidente de la Cámara de Comercio de Belén, Samir Hasboun.
A pesar de las dificultades, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) destaca que los territorios cuentan con grandes ventajas económicas, entre ellas un clima adecuado para la agricultura y una mano de obra joven (el 65% de la población palestina tiene menos de 25 años) y educada (el índice de analfabetismo es del 6,5%).
Otro aspecto que rescata el gobierno de Mahmoud Abbas es el vínculo entre los palestinos que viven en Gaza y Cisjordania y los más de cinco millones que viven en la diáspora, un elemento mencionado a BBC Mundo por el embajador chileno ante la ANP, José Miguel de la Cruz, presente este miércoles en Belén.
“Existe en Chile una importantísima colonia palestina, de grandes capacidades económicas, empresariales y creativas, y confiamos que esa gente pueda interesarse en ciertas áreas de negocios en los territorios que son bastante promisorias, como por ejemplo el turismo”.
En su apartado dedicado al sector turístico, los documentos de la Conferencia Palestina de Inversores señalan que “los territorios contienen más de 1.600 sitios arqueológicos” y que “Palestina es una región clave para las tres mayores religiones monoteístas y hogar de sus sitios más sagrados”.
Pero los mismos organizadores admiten que un incremento en el turismo está íntimamente vinculado a una mejora en la situación de seguridad (recién en 2004 este sector pudo comenzar a recuperarse del estallido de la segunda intifada) y de un futuro control de sus propias fronteras.
INQUIETUDES
Chile es el país sudamericano con mayor representación en la conferencia.
Cuatro empresarios de ese país asisten a los tres días de debates en Belén.
BBC Mundo le preguntó al embajador chileno cuáles son las principales inquietudes que traen estos hombres de negocios.
“La inquietud obvia reside en la necesidad de reglas claras de inversión que brinden confianza a los empresarios”, respondió De la Cruz.
“Justamente, las reuniones que se inician este miércoles están destinadas a eso, a explicar las condiciones legales que ofrece Palestina”, agregó.
GARANTÍAS
Por su parte, el presidente de la Cámara de Comercio de Belén nos dijo que “los inversores extranjeros tienen más garantías que nosotros”.
“Existe un fondo del Banco Mundial para los extranjeros que inviertan aquí, además de un fondo de US$30 millones ofrecido por Japón”, explicó.
Hasboun indicó, además, que el principal interés de los empresarios palestinos es atraer inversiones en el sector de la construcción, seguido por el turismo y la industria liviana.
La falta de viviendas para los 3.800.000 palestinos que viven en los territorios (2.400.000 en Cisjordania y 1.400.000 en Gaza) es uno de los principales problemas sociales y políticos de la ANP y una gran oportunidad para constructoras extranjeras destacaron asistentes a la conferencia.
ISRAEL, SOCIO Y OCUPANTE
Actualmente, el principal socio comercial de los territorios palestinos es Israel.
El 72% de las exportaciones e importaciones palestinas se dirigen o provienen de ese país.
También existe una unión aduanera y monetaria entre ambos, regulada por el Protocolo de París firmado en 1994.
Los palestinos no tienen moneda propia, utilizan el shekel israelí y en menor medida el dólar estadounidense y el dinar jordano.
En algunos sectores, como el energético, los territorios son absolutamente dependientes de sus vecinos.
Sólo el 17% de la electricidad en Cisjordania y Gaza es generada por plantas locales.
PUNTO DE PARTIDA
Pero para Hasboun “la relación con Israel no es de cooperación sino de dominación”, según le dijo a BBC Mundo.
El presidente de la Cámara de Comercio de Belén manifestó esperanzado de que la conferencia que tiene lugar en su ciudad sea el punto de partida para cooperar con otros países y otros mercados.
“Acogemos a todos, europeos, estadounidenses y árabes”, dijo.
“No queremos ponernos a escoger, no podemos darnos el lujo de escoger”, concluyó el empresario palestino.
DATOS DE LOS TERRITORIOS OCUPADOS
- Tasa de desempleo del 21,5% en 2007. De cada trabajador dependen 5,6 personas.
- El salario promedio es US$20 por día en Cisjordania y US$16,2 en Gaza (en Israel es de US$33,7)
- Recursos naturales: Tierra cultivable, piedras para construcción y mármol en Cisjordania, reserva de gas natural en la costa de la Franja de Gaza
La ANP ha firmado acuerdos de libre comercio con la Unión Europea, la Asociación de Libre Comercio Europea, Estados Unidos, Canadá y Turquía.
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Fuente: Conferencia Palestina de Inversores.
Lunes 19 de Mayo de 2008
SESENTA AÑOS DE INDEPENDENCIA Y CATÁSTROFE
Por Mohammed Omer, IPS Noticias
Yousef al-Hums se sienta a contarle, a sus nietos cómo fue que hace 60 años lo expulsaron de Yebna, su aldea natal, hoy en territorio de Israel. Tiene en la mano la vieja llave de cobre de su antiguo hogar.
En los mismos días que en Israel y en la diáspora judía de todo el mundo se festeja la creación del estado, los palestinos recuerdan en Gaza, en Cisjordania y en las comunidades de emigrantes de todo el mundo la Nakba (“catástrofe”, en árabe).
Fue entonces que las milicias judías que luego constituirían el ejército del estado de Israel los desalojaron de sus hogares, los expulsaron de su tierra natal y ocuparon sus tierras.
Los niños y niñas palestinos no aprenden esa historia de los libros, sino de ancianos como Al-Hums. “Nosotros no podemos, pero ustedes sí van a regresar a la casa del abuelo en Llevan”, les recalca a sus hijos y a unos 50 nietos que lo rodean, con la llave en alto.
Pero ni la casa ni la aldea existen hoy. “Todos los días rezo para que al morir pueda ser enterrado en la tierra de Yebna. Fueron los días más felices de mi vida. Todos nos ayudábamos”, relató.
Al-Hums se casó en 1947 a los 15 años. Pero en mayo de 1948 todo cambió. Las milicias de Haganah, organización judía que sirvió de base para la conformación del futuro ejército israelí, irrumpió en Palestina.
“A las dos de la madrugada todos tuvimos que escapar, porque escuchamos que la Haganah había invadido la aldea”, recordó. Al igual que otros, huyó con su esposa a Gaza, la única vía de salida.
Al-Hums muestra en su mano cicatrices que atribuye a los disparos desde un helicóptero británico que apoyaba a las milicias israelíes. Casi muere en el ataque, aseguró.
Hoy, vive en el campamento de refugiados de Yebna en Gaza, con sus dos esposas, siete hijos y muchos nietos.
Al-Hums volvió dos veces a la verdadera Yebna, la primera en 1976 y la segunda en 2000. Nada quedaba de la granja que conocía. “Se llevaron y destruyeron todo”, contó.
Aun así, guarda la llave. Es el sostén de su historia y el mandato para que sus hijos reclamen su hogar y su patrimonio.
No queda casi nada que pueda respaldar la historia de uno u otro bando luego de 60 años. Apenas relatos orales cargados de sentimientos.
Como dijo Al-Hums, Yebna fue una de las 675 ciudades y aldeas destruidas por las fuerzas judías, sustituidas por nuevas construcciones israelíes o cubiertas de plantaciones de árboles.
La preparación de la expulsión de palestinos empezó antes, cuenta al-Hums a los pequeños sentados a su alrededor.
“Primero llegaron grupos de judíos que se hospedaron en nuestros hogares. Algunos durmieron en nuestra casa de dos pisos”, recuerda.
Luego vinieron las ofertas para comprar nuestras tierras a precios muy por debajo del valor de mercado. Algunos vendieron, y los que optaron por quedarse terminaron siendo expulsados a la fuerza.
De la noche a la mañana, familias acomodadas terminaron viviendo en campamentos de refugiados.
De lo que no hay dudas es de la enorme cantidad de personas que debieron abandonar sus hogares, unos 750.000, según estimaciones de organizaciones palestinas. En algunas viviendas de los campamentos de refugiados viven hoy cuatro generaciones.
Los palestinos que se quedaron debieron padecer discriminación, humillación y pobreza, situación que perdura hasta hoy.
También se mantiene la incapacidad de los países árabes para luchar por la causa palestina en el ámbito diplomático. En 1948, una fuerza árabe compuesta por Egipto, Jordania y Siria no pudo contra las milicias judías, con fuerte respaldo de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Lo mismo sucede hoy.
Relatos como el de Al-Hums, contados una y otra vez de una familia de refugiados palestinos a otra, y de una generación a la siguiente, tienen fuerza porque ellos ven a los mismos actores en su contra día tras día.
Todas sus narraciones reflejan una vida feliz y llena de orgullo destruida por la brutalidad y el engaño.
La llave de cobre se asegura que los jóvenes no pierdan, al menos, su rabia.
Lunes 19 de Mayo de 2008
AL NAKBA: EL SACRIFICIO DE PALESTINA
Por Mauricio Amar D, La Estrella Palestina
El 15 de mayo de 1948 se erigió sobre el suelo de Palestina una bandera extranjera como símbolo del nacimiento de un nuevo Estado. Para los habitantes de Palestina aquello no fue una sorpresa, sino mas bien el producto de un proceso de inmigración planificada por el movimiento sionista y reforzada por las políticas genocidas de los gobiernos europeos respecto a los propios habitantes judíos de sus territorios. Sin embargo, la Nakba, como fue conocido ese día, fue determinante para el futuro de los palestinos que a partir de entonces no podrían definirse más como el diccionario los entiende, es decir, como “habitantes de Palestina”, sino mas bien de acuerdo a las deficientes condiciones humanitarias, a la pobreza, el crecimiento de los campamentos de refugiados, el desprecio de los propios gobiernos árabes, las organizaciones de resistencia y las innumerables batallas por dar a conocer al mundo las causas de su situación.
Desde la Nakba se puede trazar otra historia del Pueblo Palestino. Antes de esa fecha los sionistas no eran israelíes y parecían tener en la cabeza un proyecto descabezado, organizado con el capital internacional. Los palestinos, por su parte, confiaban en un elemento creíblemente superior: la protección de los gobiernos árabes que parecían ir camino a una verdadera consolidación política.
Antes de la Nakba Palestina era Palestina y los documentos de la propia Organización Sionista Mundial se referían al Yishuv como comunidad judía en Palestina. No estaba en entredicho el nombre de los habitantes del país, más allá de que estos fueran judíos, árabes o judíos-árabes.
Las masacres perpetradas por los terroristas del Irgun y el Stern habían hecho huir a la población de diversas aldeas que luego fueron ocupadas por los invasores, quienes muchas veces simplemente habitaron las viviendas desocupadas. La gente que huyó, y que hasta el día de hoy espera que la Legalidad Internacional haga valer su Derecho al Retorno, no llegó como un árabe más a vivir a otros países, sino que conservó la identidad que la Nakba intentó destruir. Ellos siguen siendo palestinos.
Podemos afirmar, luego de 59 años de la Catástrofe que existen dos procesos cualitativamente distintos respecto a la Cuestión Palestina. Por una parte, la Nakba desintegró a la población del país, destruyó la sociedad que se había forjado ahí y que cobraba importantes niveles de identificación y capacidad de instaurar un gobierno propio (cabe decir que durante el Mandato Británico los palestinos pertenecían a las denominadas Zonas A, aquellas con condiciones más favorables, desde la perspectiva del ocupante, para llevar a cabo un gobierno autónomo).
Pero por otro lado, la Nakba también significó un reforzamiento de la identidad palestina. Muchos jóvenes supieron que eran palestinos cuando ya eran también refugiados. El ser refugiado le imprimió al ser palestino una característica que sería reconocida internacionalmente y le permitió a este pueblo, además, acceder a la ayuda de la misma organización que había violado un año antes su soberanía y derecho de autodeterminación al partir la tierra en dos partes, por lo demás desiguales, la ONU.
Muy lejos de las intenciones del sionismo internacional que juró que las siguientes generaciones de palestinos no iban a saber lo que era Palestina, lo cierto es que la resistencia se organizó en torno a esos mismos ideales, es decir, hacia la negación del olvido y la inestabilidad de un Medio Oriente que no podría superar sus diversos problemas sin antes transformar la Cuestión palestina en un asunto prioritario.
Al Nakba, literalmente La Catástrofe, significó la expulsión inmediata de seiscientos mil palestinos. La Guerra de los Seis Días de 1967 terminó por exiliar a otros setecientos mil, quienes hoy conforman los 4,5 millones de refugiados palestinos en el mundo. Para el sionismo, la táctica de la expulsión fue la más adecuada para terminar con la identidad palestina. La asimilación de este pueblo entre la gran masa árabe sería cosa de algunos años, lo que no deja de ser un planteamiento curioso viniendo de un grupo de judíos que durante dos mil años reforzaron una identidad que incluso era más débil que la palestina, porque se basaba fundamentalmente en la transmutación del concepto de religión en el de pueblo. Los palestinos, en cambio, jamás necesitaron siquiera una identificación religiosa, siendo que un porcentaje importante de su población es de origen cristiano. Muy por el contrario, estos cristianos palestinos jugaron un rol activo en la teorización y praxis de la resistencia palestina y en la organización de un movimiento nacional que enfrentara a la ocupación. Y aunque puede parecer sorprendente, muchos judíos aparecen hoy entre las listas de los mártires palestinos porque entendían perfectamente que el sionismo sería fuente de división étnica-religiosa y no un instrumento de integración de los pueblos.
Con la Nakba, el sionismo consolidó un proyecto exclusivo para los judíos y dio a sus correligionarios la posibilidad de recluirse en un Ghetto gigante, pero al mismo tiempo actuando como punta de lanza de un imperialismo europeo, y luego norteamericano, en Medio Oriente. A partir de esa fecha, nunca más Palestina fue el puente que unía tres continentes, ni el paso obligado del comercio mundial. Desde la Nakba, Palestina se transformó en una cárcel para los palestinos de los Territorios Ocupados y un Ghetto para los sionistas quienes crearon una estructura de poder validada por la Comunidad Internacional, a pesar de que no ha cumplido con ninguna de las condiciones para ser parte de tal.
Debemos por tanto, analizar la Nakba desde sus múltiples consecuencias. No sólo implicó la destrucción de Palestina, sino también la del judaísmo como parte inherente de la propia sociedad que habían construido los palestinos. El sionismo le negó a su propio “defendido” la posibilidad de integrarse a la sociedad que decían anhelar construir. En lugar de eso, le rescribió otra sociedad construida en oposición a lo palestino, negando la identidad de su “adversario”, comiéndoselo en sacrificio con el fin de apropiarse de sus características esenciales.
Esto último no es un tema menor. La propia sociedad israelí, nacida de la Nakba es la oposición dialéctica de la sociedad palestina. Por eso era necesario destruir socialmente al pueblo palestino, para que sobre sus ruinas se levantara su propio hijo. El psicoanálisis tendría mucho que decir a partir de las posturas de Ben Gurion quien consideraba a los árabes como judíos convertidos al Islam, es decir sus propios padres, o de Beguin quien afirmaba se sentía más cómodo entre los propios árabes, porque ellos reproducían las viejas costumbres de los judíos, que entre los judíos europeos que habían inmigrado a Palestina. En efecto, lo que habían hecho era convertir culturalmente a los palestinos en un cordero de sacrificio a través del cuál podría nacer una nueva sociedad basada en valores superiores como la democracia y la integración, cosa que jamás ocurrió.
Cada mayo Israel celebra su “independencia”, el propio sacrificio de los palestinos, como reforzamiento de su identidad nacional construida a partir de la amalgama étnica y lingüística de sus inmigrantes. Pero su conquista de la tierra, el asesinato del padre y su eterna reivindicación a través de la ceremonia, en realidad han estado chocando todos estos años con una verdad que les retumba en los oídos a diario: Que los palestinos siguen existiendo, que quieren volver, que no se han rendido, que seguirán hasta el final, que están aumentando en número, que ya están acá dentro, que no desaparecieron.
Cuando los palestinos analizaban la Nakba hace treinta años, las principales teorías surgidas para analizar el proceso llevaban a interpretar la situación a partir de la derrota y las distintas alternativas de resistencia que servirían para reivindicar la deplorable situación palestina. Sin embargo hoy, en pleno siglo XXI, cuando ya nadie duda de la existencia del Pueblo Palestino, y sabiendo lo terrible de las condiciones en las cuales vive y en las que desarrolla su realidad (es), lo cierto es que también vale la pena hacer el análisis desde el punto de vista de la derrota del sionismo, cuyo mayor logro había sido la expulsión de un pueblo que 59 años más tarde no solamente sigue existiendo, sino que además ha convertido su Causa en un factor de inestabilidad regional y ha impedido definitivamente que el plan sionista se concretice en su totalidad.
Ha llegado el momento, sin duda, de que la resistencia palestina comience a tomar en cuenta la propia frustración del Estado Sionista de Israel que todos los años en mayo rinde tributo al sacrificio de un padre que aun no ha podido asesinar, porque Palestina no es sólo un niño muerto por una bala israelí, sino todos sus niños dispuestos a resistir.
A 60 años de la Nakba, el momento más doloroso que ha tenido que enfrentar la sociedad palestina hasta nuestros días, podemos identificar importantes procesos que han ido condicionando la conformación de identidades. Por una parte, los palestinos de Gaza y Cisjordania se han formado todos estos años separados por Israel e influidos por Egipto y Jordania respectivamente. Al mismo tiempo, estas dos poblaciones se encuentran viviendo una ocupación brutal que obliga a generar prácticas de resistencia. Los que se encuentran en el exilio tienen la bandera de lucha del Retorno (al igual que los desplazados que viven en los Territorios Ocupados) eternamente negado por el sionismo y muchos otros han construido su vida en países europeos y americanos, aportando con nuevas visiones a la Causa Palestina.
Ninguno de estos procesos migratorios y de construcción identitaria es excluyente. Muy por el contrario, han servido para instalar a la Cuestión Palestina en distintos ámbitos y plataformas para la acción de la resistencia. Por todo el mundo se organizan los estudiantes, las mujeres, las ONG’s, los profesionales, etc. Siempre con Palestina puesta en el horizonte. Será tal vez porque la Nakba fue la catástrofe del Pueblo Palestino, pero el momento en que ocurrió coincidió también con un nivel creciente de identificación de los pueblos del Mundo Árabe con el nacionalismo y la revolución. Sea como sea, lo que sí es indudable es la frase de Mahmoud Darwish: “Que Palestina era y sigue siendo…”
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1.-El mismo año de 1948 la ONU fundó la UNRWA, sección dedicada a atender exclusivamente las necesidades de los Refugiados de Palestina.
Fuente: Oficina de información Chileno-Palestina
Lunes 19 de Mayo de 2008
CAMINATA POR LA PALESTINA ASEDIADA
Por Andy Robinson, La Vanguardia - España
“Viviendas en Dolev. Llame 0523833889”, rezaba el cartel en hebreo, ilustrado con una foto chillona del precioso valle de olivos, perfumado de tomillo, e hinojo por el que acabábamos de atravesar. Para Raja Shehadeh, escritor palestino y caminante empedernido desde hace 30 años en las colinas de Ramalá, era un chiste de pésimo gusto.
Dolev, un conjunto de 50 o 60 chales cuyos tejados rojos y jardines de pinos se perfilaban en la cresta de la colina como una fantasía alpina, es uno de los bloques de asentamientos israelíes que rodean Ramalá como una “soga”, según el símil de Shehadeh. Ni él ni ningún palestino tendrían derecho de comprar una vivienda allí ni en los otras cientos de nuevas urbanizaciones israelíes en Cisjordania. “Siempre las construyen en las partes más altas para poder vigilar;”, dice Shehadeh abogado de profesión cuya familia pertenece a uno de los cinco clanes que fundaron Ramalá hace medio milenio. “A veces aquí en el valle se me olvida que están y me dejo llevar 15 o 20 años atrás cuando se podía caminar sin angustia”.
Habíamos caminado dos horas por un riachuelo ya casi seco, procurando mantenernos en tierras palestinas. “¡No subáis mas adelante porque hay colonos!”, advirtió un campesino que cosechaba paja mientras sus dos hijos bajaban con un rebaño de cabras. Más que las excursiones de reivindicación de la tierra que han impulsado movimientos de protesta en otros países, las caminatas de Shehadeh se han convertido en una despedida trágica. Una mujer que recogía salvia nos saludó tímidamente; una gacela pasó como si en huida permanente; y una tortuga se escondió en su cáscara cuando nos acercamos. “¡Mirad!”, dijo nuestro fotógrafo, Bassam que había encontrado un cangrejo de río que se agarraba a un rincón húmedo ante el acoso de la sequedad. “Es un superviviente; pero no durará mucho”, dijo.
Exactamente 60 años después de la fundación del estado de Israel y de la expulsión de los primeros 700.000 palestinos, entre ellos los padres de Shehadeh –afincados entonces en Jaffa en la costa-, la última fase de la colonización de Palestina es de acoso y asedio. Según estimaciones conservadoras del Banco Mundial, el 40% de Cisjordania “ha sido confiscado para construir asentamientos o enclaves militares”.
Jericó, Nablús, Belén y otras poblaciones palestinas ya son ciudades cárceles asfixiadas detrás de muros israelíes. Una barrera de hormigón se extiende por 720 kilómetros con graffitis de desesperanza como el que pide teclear: “Ctrl, Alt Del”. El corto trayecto desde Ramalá a Jerusalén se ha convertido en un calvario de controles o peor: “No tengo permiso para ver a mis familiares en Jerusalén”, dijo Desfina Ackall que tenia 28 años cuando los primeros refugiados llegaron a Ramalá desde la costa. Ahora alrededor de medio millón de colonos israelíes –algunos judíos fundamentalistas cumpliendo una misión de Dios; otros aprovechando una vivienda subvencionada cerca del suelo carísimo de Tel Aviv- viven ilegalmente en territorios palestinos.
Shehadeh, abogado de profesión cuyo nuevo libro Caminatas palestinas acaba de ganar el premio Orwell en el Reino Unido, dedicó décadas de su vida a la lucha imposible por los derechos de propiedad de los palestinos. Pero siempre se estrellaba contra la misma pared jurídica. Desde 1948, un palestino, según la ley israelí, solo tiene derecho de la propiedad en la que reside (a veces ni esa); tierras en campos como los por los que caminábamos son del estado israelí ya se reparten según derechos de propiedad sacados de la mitología bíblica; Israelitas expulsados hace 3.000 años, representados por “individuos judíos estén donde estén”, se lamenta Shehadeh.
Llegan desde Estados Unidos, por ejemplo, atraídos por folletos como el que se repartía hace unos años en Brooklyn (barrio de Nueva York) que describía viviendas con vistas a “un precioso paisaje de olivos”. Uno de los principales financieros de la colonización ilegal es Irving Moskovitz, empresario de bingo de residencia en Estados Unidos. No era casualidad que al llamar el teléfono en el cartel de Dolev –como el lector puede comprobar- el inglés del “inmobiliario” tenia deje estadounidense.
Los abogados israelíes utilizaban recursos ingeniosos para demostrar qué fincas palestinas habían sido abandonadas. A mitad de caminata, Shehadeh se agacha para enseñarme uno de los espinosos arbustos de cardos llamados Natsh en árabe, que crecen descontroladamente por el valle. Los abogados israelíes citaban la presencia de natsh en las fincas palestinas como prueba de que éstas estaban abandonadas y por tanto, colonizables. “Natsh era la única palabra de árabe que conocían”, dice. “Dos terceras partes de mis casos se quedaron sin resolverse mientras los asentamientos avanzaban”, dice.
Resultó imposible no pisar terreno prohibido, concretamente uno de los nuevos viñedos industrializados que se extienden en grandes parcelas ya israelíes. “Esto es donde hay peligro”, dijo Sehadeh. Los colonos suelen ir armados y han matado a decenas de palestinos a lo largo de los años. “Ni habría investigación sobre tu muerte a no ser que tus familiares sean ricos e insistentes”, ironizó Shehadeh.
Llegamos a la carretera, -de uso exclusivo para los colonos israelíes-, adornada con banderas, algunas de estrellas de David y otras con un perro rojo aullando, emblema de esta división del movimiento de colonos. Esta carretera comunica Dolev con el bloque asentamiento de Talmon al otro lado del valle, alcanzables ya en cuestión de minutos. Luego, sigue hasta los asentamientos urbanos y parques industriales en Moddin donde se encuentra la última parada de la estrategia de la Gran Israel, un centro de detenciones gris con torre de vigilancia. Ya son 1.661 kilómetros de carreteras prohibidas para la gran mayoría de palestinos –según el Banco Mundial- que enlazan la red de asentamientos como si un país nuevo se hubiese sobreimpuesto al viejo con sus casi 600 controles militares de carretera.
Mientras contemplábamos estos hechos consumados, un colono barbudo paró en su todo terreno, bajó la ventanilla, y exclamó “¡Aha!”. Minutos después llegó un camión de la Fuerza de Defensa Israelí (IDF). Pero ya estábamos trepando por la maleza de una cuesta casi vertical, hasta la vieja carretera palestina, 100 metros más arriba. Estaba cortada con bloques de hormigón de metro y medio de alto, convirtiendo un trayecto de menos de diez minutos entre Deir Ibzei y El Janieh -los dos pueblos palestinos del valle-, en un viaje de una hora. “Una vez la gente del pueblo se lanzaron a la calle y levantaron los bloques”, dice Shedadeh. “Pero llegó el IDF con balas de goma y gas lacrimógeno y los volvieron poner”.
Lunes 19 de Mayo de 2008
UNA LLAVE Y VIEJOS PAPELES, SÍMBOLOS DE LA ESPERANZA PALESTINA
Fuente: Agencia Prensa Latina
Una llave y viejos papeles amarillos que durante años pasaron de mano en mano es hoy el símbolo de esperanza de los refugiados palestinos y el sueño de retorno a la tierra arrebatada por Israel.
Miles de casas destruidas, poblados arrasados, propiedades y vidas humanas perdidas dejaron tras sí los más de 700 mil palestinos que, forzados por el terror, abandonaron la patria el 15 de mayo de 1948.
“En 1948 confluyeron el momento más perverso y el más glorioso”, afirmó en una lapidaria frase el historiador israelí Ilán Pappe para definir aquel momento.
A pocas horas de su nacimiento, el incipiente estado sionista mostró al mundo sus garras e inició una encarnizada guerra con el costo de miles de vidas humanas, que convirtió a los palestinos en un pueblo de refugiados, marcados por una identidad de desposeídos.
El naciente estado usurpó en 1948 el 78 por ciento del territorio de la Palestina histórica y ocupó el 22 restante en 1967, cuando invadió Cisjordania, la Franja de Gaza, las Alturas del Golán sirias y el Sinaí, en Egipto.
Al menos 400 poblados fueron arrasados y cerca de 13 mil palestinos fueron asesinados en ese entonces para sembrar el terror y forzar al exilio a más de 750 mil personas, según fuentes oficiales.
Tan sólo entre 1946 y 1949, 914 mil personas se convierten en refugiados, de acuerdo con cifras de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
En la Guerra de los Seis Días de 1967, 350 mil palestinos fueron forzados a salir de Cisjordania, gran parte de ellos convertidos en refugiados por segunda vez, pues ya habían sido expulsados en 1948, según UNRWA.
Después de 60 años, alrededor de 4,5 millones de palestinos, el 60 por ciento de su población total, viven como refugiados o desplazados en más de 15 países, dice la fuente.
Dos millones radican en Cisjordania, rodeados de extremas medidas de seguridad y más de 500 puntos de control, separados por el llamado muro de segregación y sometidos a humillantes y denigrantes registros por los soldados israelíes.
Un millón y medio mal viven en la Franja de Gaza, convertida hoy en un campo de concentración, donde la escasez de agua, energía eléctrica y el combustible, cortados por Israel, llevaron al colapso de la economía y los servicios.
Mientras, cada madrugada es un infierno de metralla y bombas lanzadas por el ejército israelí en sus consuetudinarias incursiones militares, donde mueren semanalmente decenas de personas, en su mayoría mujeres y niños.
Más de 11 mil personas, entre ellos más de 350 niños, se encuentran en cárceles israelíes, la mayoría sin ser sometidos a juicio, y los principales líderes políticos de la resistencia son asesinados.
Luego de seis décadas la política de Israel, apoyada por Estados Unidos y sus aliados convirtió al pueblo palestino en lo que siempre promulgó el sionismo en una “tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra”.
En tanto, en cualquier rincón del mundo miles de refugiados guardan celosamente una vieja propiedad y cuelgan tras su puerta la llave del hogar que un día tuvieron, mientras cuentan a sus hijos y nietos las historias de una bella tierra sembrada de olivos a la que un día esperan regresar.
Jueves 15 de Mayo de 2008
HOY EL HOLOCAUSTO ESTÁ EN GAZA
Por Miguel San Miguel Valduérteles, CSCAweb - España
Este mes de mayo las autoridades judías conmemoran el 60 aniversario de la creación del estado de Israel: fastos, conciertos y toda la parafernalia al uso; tampoco van a faltar las visitas obligadas de legaciones al más alto nivel. Y en consonancia muchos de los medios se hacen eco de tales efemérides y, para no ensombrecer la fiesta, ponen sordina a esa catástrofe que es Palestina y sobre todo a ese holocausto que es Gaza.
Son momentos para preguntarse si los hombres de bien tienen algo que celebrar. Porque el estado de Israel, desde su origen, está ligado a la barbarie. ¿Qué otro calificativo merecen los asesinatos cotidianos, masivos y selectivos, los millones de refugiados, el apartheid, la limpieza étnica, la rapiña, los atentados permanentes contra los derechos humanos, las humillaciones, el incumplimiento de la legislación internacional?
Otros en cambio conmemoraremos la Nakba, esto es “el desastre”, porque en 1948, cuando se creó el estado de Israel, asesinaron a 13.000 palestinos, para sembrar el terror y así forzar el exilio de 750.000, arrasar 400 pueblos y quedarse con sus tierras y viviendas. Y de paso reclamamos su derecho a un estado viable y a vivir con dignidad.
Las cifras de la ONRWA son elocuentes: 914.000 refugiados entre 1946 y 1949.
El historiador judío Ilan Pappe, expulsado de la Universidad y también forzado al exilio por los sionistas, afirma que “en Palestina se produce una Nakba continua”.
De los 10 millones de palestinos, el 60% son refugiados y la mayoría malvive en campamentos a expensas de la caridad internacional, en condiciones infames, sobre todo en Líbano, donde además miles de ellos fueron degollados bajo la supervisión de Ariel Sharon. Dos millones viven en Cisjordania en régimen de apartheid; 1 y ½ millón en Gaza, una cárcel donde se muere de disparos, hambre y enfermedades
Israel niega a los palestinos el derecho a la vida. Con la construcción de los asentamientos, del muro, de vías de comunicación, exclusivas para judíos, les van arrebatando más y más tierras. Así, de la Palestina histórica, su tierra, sólo les resta el 11%; les han quitado el 75 % del agua y les han arrancado cientos de miles de olivos.
Sin ningún reparo la ministra de exteriores israelí Tzipi Livni comunicó a su interlocutor palestino Ahmed Qureia “ocurra lo que ocurra, Israel se quedará con el valle del Jordán, Jerusalén y amplias zonas de Cisjordania.”. Una rapiña que ya ni se molestan en ocultar.
Con la construcción del muro y los cientos de chef points están desarticulando la sociedad palestina y hacen imposible las actividades económicas y los servicios educativos y sanitarios.
Han convertido Palestina en una inmensa prisión. Hay 11.000 presos políticos, entre ellos el 40% del parlamento palestino, incluido su presidente; aunque mejor dicho toda Palestina es una cárcel, especialmente Gaza, donde en 250 Km. sobreviven al hambre y a las enfermedades 1 y ½ millón de personas que apenas reciben agua, electricidad, alimentos y medicinas, que cuando llegan están caducadas.
Sin ningún recato decía uno de los ministros israelíes. “A los palestinos les espera el holocausto”. Una afirmación que espanta, pues deja a las claras la voluntad de utilizar con los palestinos las prácticas nazis. Han tenido buenos maestros.
Para justificar la creación del estado y la ocupación han construido una gran mentira. El historiador judío, Ilan Pappe, desenmascara esa frase tan repetida por el sionismo: “Un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”.
Desde luego hay obviedades que no merecen discusión. ¿Acaso antes de la creación del estado sionista no había en Palestina decenas de ciudades como Jerusalén, Haifa, Jericó, Ramalla, Belén, etc.? ¿De donde han salido los millones de refugiados, de la nada?
Y de paso que destruyen Palestina se están destruyendo moralmente a si mismos: Han conformado una sociedad en que la violencia forma parte de su modo de vida. Hace unos días aparecían en un periódico de tirada nacional las declaraciones de Yoram Kaniuk, miembro del Palmaj, unidad de élite, del ejército israelí: “Tenía 17 años y maté a personas antes de haber besado a una chica”. ¡Algo que espeluznar!
El estado de Israel, instalado en la impunidad, explota el victimismo histórico del Holocausto, para proseguir con su política expansionista y agresiva. Es un estado que se ha convertido en una pesadilla para el mundo. Un estado que además incumple por sistema las resoluciones de la UNU y la legislación internacional. Me voy a limitar a citar: la resolución 194 en el año 48 que le exige el retorno de los refugiados y su derecho a ser indemnizados, la 242 que también exige la retirada israelí de los territorios ocupados, y el auto del 9 de junio del 2004 por el que el Tribunal internacional de Justicia de Justicia de la Haya declara ilegal el muro.
La pregunta del millón es: ¿se iba a consentir esto a otros países? Seguro que, en tal caso, el desembarco de tropas americanas sería inmediato. Está claro que muchos estados, lavan su mala conciencia por el holocausto, llegando hasta la tolerancia infinita.
De seguir instalados en esa impunidad, la liquidación del pueblo palestino es cuestión de tiempo. Por eso, señores que gobiernan ¿tienen acaso algo que celebrar, mejor dicho que concelebrar?
Desde el Comité de Solidaridad Con la causa Árabe pensamos que la obligación de los estados, que dicen respetar los derechos humanos es obligar al estado de Israel a cumplir y respetar la legislación internacional, los derechos humanos y por lo tanto que eliminen los tratos de favor, como los acuerdos comerciales y preferenciales, con una potencia que desde hace tiempo está poniendo en peligro la paz mundial, con sus permanentes provocaciones, sus intervenciones bélicas y con su arsenal nuclear.
Y para concluir, quiero recordar a esos historiadores, que acudirán a Jerusalén “en visita oficial” al museo del Holocausto, un museo levantado sobre tierras usurpadas a los palestinos y si quieren honrar a los judíos y demás víctimas del holocausto acudan a Mauthausen, a Auschwitz, a Buchenwal; pero que si su deseo es ver el holocausto del siglo XXI vayan a Gaza donde la gente muere por los bombardeos, el hambre y la desesperación. Pero no se preocupen que la única democracia de Oriente Medio no se lo va a permitir.
* Miguel A. San Miguel Valduérteles del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe
Jueves 15 de Mayo de 2008
HISTORIA DE UNA HUIDA
Por Mónica G. Prieto, Diario El Mundo - España
Leila Jaled comenzó a militar en el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) desde el exilio, siendo una adolescente, impulsada por la frustración de la ocupación y sus propios recuerdos de la “Nakba”, la “catástrofe” con la que los árabes señalan la creación del Estado de Israel en Palestina.
Para explicarlo, la memoria de Laila se remonta a abril de 1948, cuando, con 4 años, escapó con su madre y hermanos de su ciudad natal, Haifa.
¿Cuándo toman la decisión de marcharse de Haifa?
“Había duros enfrentamientos en nuestra calle y solíamos escondernos bajo las escaleras. Éramos ocho hermanos y nuestro padre combatía, así que pasábamos el tiempo corriendo hacia las escaleras con nuestra madre. Un día decidió que nos teníamos que marchar al Líbano, ya que ella era libanesa y tenía familia allí. Pero, cuando íbamos a salir, yo no aparecía. Me había escondido tras una enorme cesta de dátiles en la cocina, y me negaba a salir alegando que si me iba se la llevarían los judíos. Aquello nos retrasó, y cuando salimos por la puerta vimos cómo el coche que debía llevarnos era alcanzado por una bomba. Los vecinos pensaron que yo había salvado a mi familia”.
“Días después, los combates eran tan duros que yo era la primera que quería irme. Mi madre aceptó la idea. Cogí leche en polvo para mi hermana pequeña, que sólo tenía 40 días, y nos metimos en un coche hasta el sur del Líbano. Mi madre lloró todo el viaje. Cuando llegamos a la casa de mi tío, éste tenía naranjos en el patio. Los niños tratamos de coger naranjas, pero mi madre nos golpeó en la mano: ’No las toquéis porque no son vuestras. Las vuestras están en Haifa. No lo olvidéis nunca’. Desde entonces odié las naranjas”.
Su madre pensó que volverían en un año, como el resto de los palestinos que huyeron de la guerra, sin sospechar que era un viaje sin retorno. “Los británicos nos animaban a marcharnos diciendo que cuando acabaran los combates podríamos volver”.
Así que se fueron casi con lo puesto. Leila no ha podido volver jamás a Haifa pese a que, admite, es “su mayor sueño”. Ni siquiera sabe si su casa sigue en pie, aunque las últimas noticias, de hace cuatro años, era que permanecía entera y deshabitada.
Su padre se reunió con ellos años después, tras un periplo de combates por varios puntos de Palestina y ser arrestado y encarcelado en Gaza. Para entonces, la joven Leila sólo pensaba en emularle.
“Debemos tomar el ejemplo sudafricano para alcanzar la paz”
En los últimos 60 años, desde la “Nakba”, Leila sólo ha pisado Israel en 1996, tras ser elegida parlamentaria en las elecciones palestinas. No pudo visitar Haifa ni tampoco Jerusalén, pero sí Gaza y Ramalá.
¿Cuáles son los principales errores palestinos en estos 60 años?
“Tras la ’Nakba’, los palestinos confiaron en que los árabes lograrían la liberación de Palestina. Tras la guerra de 1967, se dieron cuenta de que debían tomar la causa en sus manos. Otro error, enorme error, fue (el proceso de) Oslo, porque desvió el camino de la lucha. El último gran error es la actual división entre Fatah y Hamas: ambas partes, todos nosotros seguimos estando ocupados. Ni Abu Mazen ni los dirigentes de Hamas pueden moverse sin permiso israelí. Por eso, en el FPLP concentramos todos nuestros esfuerzos en lograr el diálogo entre Fatah y Hamas, la división está en contra de los intereses palestinos”.
Leila Khaled no considera que los ataques suicidas, que tanto han empañado la imagen de la resistencia palestina, formen parte de esos errores.
“No creo que sea una estrategia a seguir, pero no los condeno. En el FPLP no solemos usar estas tácticas, sólo lo hemos hecho en dos ocasiones, pero la pregunta es por qué una persona llega a hacer algo así. Las medidas de Israel contra los palestinos han sido tan radicales que han logrado que, para nosotros, la distancia entre la vida y la muerte sea casi cero. De ahí que algunos usen sus cuerpos como armas contra los ocupantes”.
La dirigente del FPLP considera que el “comportamiento de la gente bajo la ocupación es imprevisible”, de ahí que espera un nuevo giro en los territorios palestinos, donde la miseria provocada por el cerco, especialmente en Gaza, ha llegado a límites insostenibles, aunque no se atreve a aventurar qué forma adoptará esta eventual y nueva fase del conflicto.
¿Cree en una paz entre israelíes y palestinos?
“Sí, claro. Creo que si Israel deja de ser un estado sionista la paz es aplicable. Pero cuando hablamos de un Estado palestino hablamos de un paso hacia la solución del problema, porque la clave es el regreso de los refugiados. Nuestra lucha es por la tierra y por la gente. Mientras los palestinos no vuelvan, como dicta la resolución de la ONU 194, que obliga a Israel a aceptar el retorno y a devolver las propiedades a los palestinos, el conflicto continuará y eso seguirá afectando al mundo entero”.
Su deseo es la instauración de un estado democrático donde los refugiados regresen, y palestinos e israelíes convivan en igualdad de condiciones.
“Que nos dejen regresar y entonces discutiremos juntos, podemos llegar a una solución democrática y humana que ponga fin a este conflicto. Si no tomamos en consideración a ambas partes en conflicto no habrá solución. Debemos tomar el ejemplo sudafricano para lograr la paz”.
Jueves 15 de Mayo de 2008
SESENTA AÑOS DE EXILIO Y AUSENCIA
Por Elías Sanbar, Diario El País - España
La gran pregunta es si los israelíes sabrán aprovechar el aniversario de su Estado para buscar una reconciliación con el pueblo palestino que sólo es posible si se acepta el derecho al retorno de los expulsados en 1948.
Tuvimos el cuadragésimo y el quincuagésimo, y ahora llega el sexagésimo. Me refiero, claro está, a los aniversarios decenales del “milagro” israelí que, como todo el mundo sabe, hizo florecer el desierto a base de repoblar una tierra vacía y a golpes de experiencias colectivistas y de vanguardia, llevadas a cabo en kibbutz cuyos miembros eran campesinos de día y, por las noches, interpretaban a Schubert o Mozart; en resumen, un milagro consistente en un Estado rodeado por un océano de odio árabe.
Los palestinos ya renunciaron en 1988 a tener un Estado en todo el territorio de su patria
Ningún derecho se aplica absolutamente. Si Israel reconoce el del retorno, puede pactar su aplicación
Este discurso, esta yuxtaposición de tópicos, ha servido durante décadas para que los israelíes se otorgaran legitimidad a sí mismos. Son argumentos que, desbaratados por los historiadores palestinos, en un principio, por los propios historiadores israelíes después, y por la aparición y reafirmación del hecho nacional palestino, ya no utilizan prácticamente nunca ni siquiera los israelíes y no requieren ninguna respuesta. Ni siquiera en el 60º aniversario.
Soy refugiado palestino desde el mes de abril de 1948, cuando tenía 14 meses y me expulsaron, junto con mi familia, de nuestra ciudad de Haifa hacia el vecino Líbano. Ese año, casi 800.000 compatriotas -hoy son casi seis millones- sufrieron la misma suerte. Porque aquel “milagro” de 1948, la aparición del Estado de Israel, fue acompañado de una desaparición, la de mi pueblo. Una desaparición que los nuevos ocupantes de Palestina arrastran como un pecado original, todavía no suficientemente reconocido, pero que jamás se ha borrado.
Un fantasma recorre Israel desde hace 60 años, el fantasma de los palestinos suplantados en su patria engullida en 1948 tras una primera guerra de conquista y expulsión que precedió a la otra guerra, la que, en una Palestina ya “vacía de árabes”, a partir del 15 de mayo de 1948, enfrentó a las tropas del Estado israelí con las fuerzas de los países árabes vecinos. Las exhaustivas investigaciones sobre esta guerra llamada de independencia, sobre su desarrollo, sobre la correlación de fuerzas claramente favorable a la Haganah y sobre la complicidad activa o pasiva de las grandes potencias y de varios gobiernos árabes, permiten establecer hoy los hechos. Mi propósito aquí no es repetir esos datos, sino abordar la dolorosa situación, pública e íntima, colectiva y personal, vivida por los desaparecidos.
La ocupación “clásicamente colonial” de Jerusalén Este, Cisjordania y la franja de Gaza en junio de 1967, además de inaugurar un calvario que persiste desde hace 41 años, nubló paradójicamente la imagen de lo que había sucedido en 1948. Las negociaciones de paz que pretenden lograr un acuerdo entre israelíes y palestinos y la construcción de un Estado palestino en los territorios ocupados en 1967 han ocultado, en cierto modo, la desaparición que se produjo en 1948. No obstante, es fundamental comprender que, en 1948, Palestina, el territorio que se convirtió en el Estado de Israel delimitado por las líneas del armisticio -más conocidas hoy con el nombre de línea verde-, fue el escenario no de una ocupación sino de una desaparición, la sustitución de un pueblo por otro.
En 1948 desaparecieron dos nombres, Palestina y palestinos, literalmente borrados de los mapas y las enciclopedias. “Palestina y los palestinos no existen ni han existido jamás”, repitieron sin cesar dirigentes políticos, universitarios y propagandistas de todo tipo, israelíes y amigos de Israel en todo el mundo. Este negacionismo, apoyado en un florilegio de trabajos presuntamente científicos dedicados a la incansable revisión de la historia de Palestina, pretendía limpiar así el pecado original y dejar claro que el Estado de Israel tenía una legitimidad absoluta, en la medida en que su nacimiento no fue de la mano de ninguna injusticia respecto a un pueblo palestino que, a fin de cuentas, nunca existió... Tras su expulsión, los refugiados y exiliados palestinos emprendieron desde los primeros años una lucha para regresar a su tierra natal. Gracias a los sacrificios y la batalla para recuperar los derechos legítimos, esa lucha es hoy, con sus avances y sus retrocesos, de sobra conocida; ocupa el primer plano de la actualidad del mundo desde hace muchos años.
Pero hay otro combate fundamental, en gran parte invisible para el mundo exterior: el combate encarnizado que han llevado a cabo los palestinos para acabar con la desaparición de su nombre y el de su tierra. Si hubiera que describir con una sola palabra la quintaesencia de la lucha del movimiento nacional palestino desde 1948, diría que todos estos años nos hemos dedicado a intentar que reaparezca nuestro nombre, el de las personas y el de las tierras, para terminar así, no con el exilio, o al menos no todavía, sino con la ausencia, la negación de la “existencia” de los palestinos.
Hoy, ese objetivo se ha logrado. No hay nadie en el mundo, empezando por los israelíes, que se atreva a afirmar que no existimos. Y es esa reconquista de nuestro nombre lo que nos ha permitido -ya visibles y reconocidos- abordar la negociación con Israel sobre todos los asuntos pendientes, entre ellos el de los refugiados de 1948. ¿Es imposible la negociación del derecho de retorno, basada en la Resolución 194 de la ONU de 11 de diciembre de 1948? ¿Será ésta la piedra con la que tropezarán todos los esfuerzos diplomáticos? Entre 1992 y 1997, en las negociaciones de paz, tuve el honor de encabezar la delegación palestina sobre el asunto de los refugiados, y me gustaría decir unas cuantas cosas sobre en qué consistía y en qué consiste aún la ofrenda de paz palestina al respecto.
En 1988, El CNP, el parlamento palestino, reunido en Argel bajo la batuta del presidente Yasir Arafat, votó avanzar hacia una paz basada en el principio de los dos Estados, israelí y palestino, de acuerdo con las resoluciones 242 y 337 de la ONU. Este voto, obtenido tras largos y apasionados debates, permitía, a partir de ese momento, las negociaciones de paz. Esto es bien sabido. Lo que no se conoce tanto es que aquel día los representantes del pueblo de Palestina hicieron una distinción fundamental entre la patria y el Estado, que permitió que los palestinos se adhiriesen a un auténtico compromiso histórico. Lo que se votó, de hecho, no fue el reconocimiento palestino de que Palestina no es su patria, sino de que el Estado palestino no se establecería sobre la totalidad del territorio de su patria. A partir de ese postulado, la cuestión de los refugiados deja de ser el problema insoluble que se creía hasta entonces, siempre que se tengan en cuenta unos puntos concretos, sin los que se volvería a caer en una situación de punto muerto.
Dichos puntos son los siguientes: como condiciones previas a toda negociación sobre la aplicación del derecho de retorno, son necesarios el reconocimiento del derecho inalienable del pueblo de Palestina a vivir, como todo pueblo, en su tierra, y el reconocimiento solemne por parte de Israel del agravio histórico cometido contra el pueblo palestino con su expulsión forzosa en 1948.
Esas condiciones previas son indispensables, porque un derecho no debe ser relativo -se posee o no se posee-, mientras que, por el contrario, la aplicación negociada de un derecho es obligatoriamente relativa, puesto que ningún derecho negociado puede ser, por un principio de realidad, objeto de una aplicación absoluta. En otras palabras, la condición previa del reconocimiento del derecho es la clave de su aplicación negociada, porque, mientras no se reconozca el derecho de retorno, ninguna persona en Palestina querrá ni podrá estar de acuerdo en negociar su aplicación relativa. A partir de ahí, y a condición de respetar este orden, es posible la negociación.
Incluso tenemos la prueba, dado que ya ha habido importantes intentos de negociación -en particular las negociaciones de Taba y la iniciativa de Ginebra- que han respetado esta idea de las condiciones previas y han permitido relativizar la noción de que el problema de los refugiados no tenía solución.
¿Qué solución concreta darán esas negociaciones al problema de los refugiados? ¿Se llevarán a cabo? El tiempo nos lo dirá. Pero es evidente que el reconocimiento previo del derecho, para poder negociar su aplicación, es el primer paso ineludible para que la desaparición forzosa de los palestinos en 1948 encuentre una salida al mismo tiempo justa, honorable y realista.
¿Sabrán aprovechar los israelíes -antes de que sea demasiado tarde en este Oriente Próximo en el que se vislumbran señales de nuevos cataclismos- la oportunidad de una verdadera reconciliación histórica que sólo puede llegar mediante la solución del nudo original del conflicto?
Ésta es, en mi opinión, la única pregunta que merece la pena hacerse en este 60º aniversario. Sin ella, todo esto a lo que asistimos no será más que fanfarrias y festividades ilusas.
Elías Sanbar es escritor y embajador de Palestina ante la UNESCO. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
Jueves 15 de Mayo de 2008
GENERACIÓN “NAKBA”
Por Rosa Meneses, Diario El Mundo - España
Intelectuales y escritores de todo el mundo han firmado un manifiesto en recuerdo de la Nakba (la catástrofe), generada en 1948 con la proclamación de Israel. El texto se publicó en la prensa internacional el pasado 8 de mayo (día en que los israelíes conmemoran la creación de su Estado, siguiendo el calendario hebreo, el 14 de mayo en el almanaque gregoriano), y estaba arropado por las palabras del gran intelectual palestino Edward Said, pronunciadas hace 10 años, con ocasión del 50 cumpleaños de Israel.
“Incluso después de 50 años de vivir el exilio palestino, aún me siento sorprendido por cuán lejos puede llegar el Gobierno israelí y los que le apoyan para suprimir el hecho de que medio siglo se ha esfumado sin restitución o reconocimiento israelí, de los derechos humanos palestinos y sin, tal y como sin lugar a dudas muestran los hechos, conectar aquella suspensión de derechos a las políticas oficiales de Israel... La Nakba palestina es calificada como un acontecimiento semificticio... causado por nadie en particular”, escribió Said.
Los firmantes, entre los que se encuentran personalidades como el poeta palestino Mahmud Darwish, el historiador israelí Ilan Pappe o los británicos John Berger, Tariq Ali y Ken Loach, señalan en grandes letras enlutadas de negro que no hay ninguna razón para celebrar nada, tras 60 años de desposesión de un pueblo. Una celebración, dicen, sería como “bailar sobre las tumbas de los palestinos”.
“Con sus pacíficas vidas arruinadas, la sociedad fragmentada, sus posesiones robadas (...) los palestinos aún sueñan con volver y en todas partes alimentan su aspiración de libertad y una vida digna”, reza el manifiesto.
Ese sueño de volver, la importancia de la memoria y los estragos del exilio han marcado los avatares del pueblo palestino desde su Nakba. Ya forman varias generaciones desde aquel 1948, pero todas ellas se remiten a la generación Nakba.
A su lado, un puñado de intelectuales y escritores han dado forma a la identidad colectiva, han registrado la historia y han labrado la memoria nacional a lo largo de sus obras.
LA INJUSTICIA DE UN PUEBLO
Quizá Mahmud Darwish, nacido en Birwa en 1941, sea el escritor palestino más significativo, tanto por su andadura personal como por su obra. Ambas trayectorias son indivisibles y representan la injusticia vivida por un pueblo. Sus poemas hablan de esa experiencia: el destierro, la guerra, la cárcel, la injusticia, la lucha por la supervivencia. Darwish ha conocido todas estas estaciones de la vida.
En sus libros –traducidos al español tenemos “El lecho de una extraña”, “Menos rosas” (ambos en Hiparión); “El fénix mortal” (Cátedra) o los fascinantes “Mural” (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo)- describe la tragedia diaria de los palestinos, pero sin dramas.
Lo hace con un lirismo revestido de belleza y melancolía que impregna sus palabras. Con palabras sencillas y cotidianas contrapone realidades, pasado y futuro, el desastre y la esperanza de un pueblo. La derrota, su idea clave. “Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella”, dice en el poemario “Menos rosas”, publicado en árabe en 1986.
En enero de 2002, escribió “Estado de sitio” (Cátedra), que relata el asedio de Ramalá durante el invierno de 2001-2002. “Bajo sitio, la vida se torna tiempo: / memoria del principio, / olvido del final”. Darwish recoge una maraña de sentimientos bajo la ciudad sitiada por las tropas israelíes. Describe la violencia (“Los soldados calculan la distancia entre el ser / y la nada / con la mirilla del tanque”), la tristeza, el aislamiento (“Solos, estamos solos hasta la náusea / por toda compañía las visitas del arco iris”).
La dificultad –y la necesidad- de comunicar la terrible experiencia personal de verse desposeído y abocado al exilio ha generado una brillante literatura que ayuda a salvar la memoria y sanar las heridas del destierro y la derrota.
“Sólo la literatura puede articular un discurso que pueda explicar lo más complicado, lo contradictorio, lo atroz y lo bello al mismo tiempo”, ha reflexionado el escritor libanés Elías Khoury (Beirut, 1948) en las páginas de “El Cultural”. Su obra, “Bab a Shams”, “La puerta del sol” es un mosaico sobre la guerra, el éxodo y, en definitiva, la tragedia palestina. Muchos escritores árabes, como el propio Khoury han relatado el horror y el sufrimiento de sus compatriotas palestinos.
El novelista Ghasan Kanafani (1936-1972) ofrece también una trayectoria novelística y personal cercana al destino de los palestinos. A menudo, utiliza la imagen del desierto como metáfora del sufrimiento de su pueblo. Nacido en Acre, fue portavoz del Frente Popular para la Liberación de Palestina hasta 1972, cuando murió en un atentado con coche bomba.
Su obra más emblemática es “Hombres bajo el sol”, la historia de tres palestinos que intentan huir a Kuwait escondidos en el interior de un camión-cisterna. Su trágico final augura la agonía del pueblo palestino, atrapados bajo un sol cegador. Realidad y literatura van de la mano en el triste destino que han sufrido los palestinos.
Miércoles 14 de Mayo de 2008
NUESTRO PATRIMONIO CULTURAL
Por Reham Alhelsi, Palestine Think Tank/Rebelión
Traducido por Nadia Hasan y revisado por Caty R.
Mientras en todo el mundo los palestinos conmemoran la Nakba y 60 años de limpieza étnica ininterrumpida, asesinatos y apartheid por parte del sionismo, hay un aspecto de nuestra identidad palestina que ha sobrevivido a pesar de todos los intentos sionistas de eliminación: nuestro patrimonio cultural. El patrimonio cultural palestino está lleno de canciones populares, poesía, refranes, historias, artesanía y otras expresiones folclóricas. Estos son los puentes que conectan a las generaciones y unen a los palestinos de todo el mundo, vinculándonos y formando nuestra identidad cultural.
Mirando hacia atrás, pienso en mis dos abuelas (que Dios dé descanso a sus almas). Ambas sobrevivieron a la Nakba y fueron testigos de ella, cada una a su modo. Mi abuela paterna proviene de una familia beduina y vivió a las afueras de Jerusalén. Cuando se enteraron de los ataques sionistas en otras partes de Palestina, los hombres fueron a defender sus casas mientras las mujeres se reunieron con los niños y buscaron refugio en las cuevas cercanas. Años después mi padre, que era un niño en la época de la Nakba, nos llevó, a los niños, a conocer esas cuevas y nos contó acerca de la vida cotidiana de aquellos días.
Recuerdo que miré a mí alrededor escudriñando los huecos y pensando que si tuviéramos nuestro propio estado, ese lugar se habría convertido en un museo. Los rastros de las personas que vivieron ahí y las huellas de su vida cotidiana seguían siendo visibles en el momento de nuestra visita. Debo mencionar que estas cuevas estaban ubicadas en un área destinada a campos de olivos. No había casas en las cercanías y tuvimos que caminar largas distancias para llegar a ellas. Años después, antes de abandonar Palestina, una de las cosas que quise hacer antes de partir fue ir a visitar de nuevo el lugar. Fuimos allí pero sólo para una corta visita. Nos quedamos en el bosquecillo de olivos pero no nos acercamos a las cuevas. Había asentamientos sionistas ilegales en los alrededores y sabíamos que nos observaban y que nos dispararían si nos acercábamos. Hace un par de años, cuando volví a casa de visita, tenía muchas ganas de ver de nuevo los campos, pero ya no estaban ahí. La tierra y los campos de olivos habían sido confiscados. Me pregunto si las cuevas seguirán ahí…
Hace muchos años, mi abuela solía contarnos historias que ella había escuchado de niña. Historias de una bruja o un monstruo (ghuleh, en árabe) que solía atormentar a las personas buenas. Estas eran personas simples, que continuaban con su rutina, trabajando duro para ganarse el pan de cada día. Los niños estarían jugando afuera en los campos, bajo el sol y los ghuleh vendrían, secuestrarían a sus hijos y nunca volverían a verlos. No recuerdo los detalles con exactitud, pero sí recuero un hecho: si alguien se encuentra con el ghuleh, lo mejor que puede hacer es trepar un árbol y estará a salvo. Mientras escribo esto tengo una imagen visual de ese árbol frente a mí. Es un árbol que se halla en los campos cercanos a mi casa, próximo a una cueva. Solíamos jugar allí cuando éramos niños y la cueva estaba tan bien escondida que debía de ser la casa del ghuleh. ¡Y el árbol estaba tan cerca, que tenía que ser esa la casa! El hecho es que el ghuleh nos ha acompañado durante todos estos 60 años acechándonos, haciéndonos sufrir y asesinando a nuestros niños. Pero mi abuela era una anciana inteligente, ella siempre terminaba el cuento diciéndonos que un día los niños que quedaban se mantuvieron firmes, miraron la causa de su miedo a los ojos y decidieron que era el momento de actuar. ¡Fueron a la cueva y comenzaron a tirarle piedras al ghuleh hasta que cayó muerto! Así que al final fueron los niños los que tuvieron la llave de la salvación de sus familias y sus hogares.
Mi otra abuela proviene de una familia de simples pero orgullosos campesinos. Tenían mucha tierra en una pequeña aldea llamada Jrash. Nunca he estado en Jrash y lo único que sé es lo que he escuchado de mi abuela. Jrash fue destruida completamente por el sexto batallón israelí de la Brigada Harel en la operación ha-Har que lo limpió étnicamente de sus habitantes en su totalidad. Los obligaron a marcharse y deambularon durante algún tiempo por las colinas. Después se trasladaron a una zona cercana a Belén donde las Naciones Unidas dispuso las bases para un campamento de refugiados: el campamento de refugiados de Dheisheh.
Mi abuela solía describir Jrash como una aldea con verdes praderas y colinas que se prolongaban hasta donde los ojos podían ver, con árboles frutales, principalmente almendros, higueras, olivos, algarrobos y cactus que crecían por todas partes. Junto a los muros de piedra los cactus formaban una especie de límite que indicaba la tierra que pertenecía a cada familia. Mi abuela solía hablar de los meses de cosecha. “Nuestra familia tenía vastas extensiones de tierra”, decía con tristeza mientras describía las praderas bañadas por el sol, hombres y mujeres trabajando codo con codo, hablando y riendo, qué duro trabajaban y qué felices eran. “Éramos muy felices”. A menudo repetía esta frase y era tan sincera y al mismo tiempo serena. Conservó la llave de su casa hasta que murió y con frecuencia sacaba tiempo para hablarnos de Jrash. Hoy ese paraíso está despoblado y sólo son ruinas en colinas desiertas, pero el “jrashis” nunca olvidó Jrash y lleva consigo su nombre en su mente y en su corazón.
Recuerdo que mi abuela solía cantar de vez en cuando, supongo que en un intento de olvidar que cada uno de sus hijos estaba confinado en una putrefacta celda de una cárcel israelí. El tiempo de visitas era el más terrible. Solía ocurrir que la visita coincidiera en el mismo día para más de uno de mis tíos, por lo que la familia completa se tenía que distribuir para que cada uno de ellos recibiera una visita. Creo que mi abuela hubiera deseado poder visitarlos a todos el mismo día, pero era imposible ya que nunca estuvieron todos en la misma prisión.
Como he dicho, sólo en contadas ocasiones mi abuela cantaba canciones sobre parejas recién casadas: la esposa tenía que vender sus joyas para que su esposo pudiera comprar un arma y luchar contra los sionistas. Más tarde, en la vida, entendí qué querían decir aquellas canciones y a veces, cuando ella se encontraba descansando en la sala de estar y parecía que estaba triste, absorta en sus pensamientos, ponía la casete de Ashiqeen: una banda palestina que cantaba canciones folclóricas. Siempre que reproducíamos otras casetes, mi abuela decía que apagáramos esas tonterías. Pero cuando Ashiqeen u otra banda folclórica sonaba, sólo se sentaba y escuchaba. Me gustaba observarla, me sentaba a su lado, escuchaba la música e intentaba imaginarme a la hermosa y triste mujer sentada ante su pequeña casa esperando a que su valiente marido volviera a casa trayendo consigo la victoria. Luego miraba a mi abuela y trataba de imaginarla como una mujer joven, trabajando en los campos, sentada al lado de los manantiales con sus amigas, riendo y parloteando, o sentada junto al abuelo, por la tarde, bajo la higuera del patio compartiendo pan, tomillo, aceite de oliva y aceitunas. Me pregunto si ella habrá pasado una situación similar durante la Nakba. Por ella sé que los hombres de Jrash pelearon valientemente defendiendo la aldea contra las tropas sionistas y que miembros muy cercanos de la familia murieron mientras defendían la aldea. ¿Se sentó ella junto a sus amigas y los niños a esperar a que llegara la buena nueva de la victoria? ¿Habrá mantenido la esperanza, incluso después de que los expulsasen de sus casas? ¿Habrá perdido alguna vez las esperanzas, tantos decenios después de la Nakba? Nunca le pregunté, pero de una cosa estoy seguro: ella nunca perdió la esperanza de regresar un día a su casa de Jrash ya que conservó la llave hasta el final.
Nuestra vida y lucha cotidianas están grabadas en nuestro folclore, nos dan la fuerza para seguir y no perder nunca la esperanza. Nuestro patrimonio cultural es parte de cada uno de nosotros, algo que no pueden arrancarnos, sin importar cuánto lo intenten (los sionistas). Y a pesar de sus continuos robos e intentos de imitar nuestro patrimonio cultural, ¡el original sigue siendo soberano, sigue siendo palestino!
Reham Alhelsi es una palestina nacida en Jerusalén. Trabajó durante mucho tiempo en Palestinian Broadasting Company y desde el año 2000, que se trasladó a Alemania, ha trabajado en varias radios y cadenas de televisión que incluyen Deutsche Welle, SWR y WDR. Actualmente está haciendo su doctorado en Planificación Regional enfocado en la Administración de Tierra Palestina y gobierno local.
Nadia Hasan y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.
Miércoles 14 de Mayo de 2008
PALESTINA, 60 AÑOS DE RESISTENCIA
Por Issa Salameh, La Prensa (Nicaragua)
En 1917, Gran Bretaña como potencia gobernante, y en un disimulado intento de asegurar sus intereses colonialistas en el Oriente Medio, favoreció la creación de lo que llamó un Hogar Nacional para el pueblo judío, mediante el documento conocido como la Declaración de Balfour.
El 29 de noviembre de 1947, durante su 2do. período de sesiones, la Asamblea General de la ONU aprueba la Resolución 181, que estableció la partición de Palestina en un Estado judío, al que se le adjudicó el 55 por ciento de las tierras, y uno árabe con el 45 por ciento. Este acuerdo pretendía poner fin a un complicado y sangriento proceso que se inició mucho antes.
El 14 de mayo de 1948 se crea el Estado de Israel, que se apropia violentamente del 78 por ciento del territorio, y comienza una escalada de violaciones al Derecho Internacional, que persiste en los últimos 60 años. La expansión territorial israelí implicó la destrucción de 418 aldeas y ciudades palestinas, y más del 60 por ciento de la población fue expulsada y convertida en refugiados, un drama aún sin solución. El desalojo fue llevado a cabo con extrema violencia por el ejército israelí y provocó el éxodo masivo de palestinos, que en la actualidad suponen más de 5 millones de expatriados, según las Naciones Unidas.
Este hecho pasó a los anales de la historia como el Nakba, que significa desastre, y que para muchos analistas regionales sigue siendo una realidad.
En un intento por reparar la injusticia cometida y en reconocimiento tácito a las atrocidades de Israel, la propia ONU declara el 29 de noviembre como Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino.
Desde 1948 hasta el presente los territorios palestinos se vieron reducidos al 14 por ciento como consecuencia de la anexión de sus tierras y la creación de asentamientos por parte de Israel.
El control de servicios imprescindibles como el agua, la energía y el combustible están en manos de Israel, quien los utiliza a su antojo para imponer medidas punitivas contra la población de los territorios ocupados, casi 4 millones de palestinos.
Destruye, asimismo, la infraestructura y segrega a millones de palestinos detrás del llamado Muro del Apartheid, que alcanzará una longitud de 750 Km. y que fuera declarado ilegal hace más de tres años por el Tribunal Internacional de Justicia.
Israel, incumpliendo decenas de resoluciones de Naciones Unidas, prosigue con la ampliación del número de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén, en las que ya se han ubicado a cerca de medio millón de israelíes.
¿Cuántos años más tendremos que seguir sufriendo los palestinos?
* El autor es palestino residente en Nicaragua.
Martes 13 de Mayo de 2008
LA DOBLE NAKBA DE YASIN HASEN
Por Mónica G. Prieto, Diario El Mundo - España
“En mi vida ha habido dos catástrofes, la primera el 15 de mayo de 1948 y la segunda el 20 de mayo de 2007. Mayo no es muy buen mes para mí”. Yasin Hasen, de 71 años, recalca pausadamente la palabra nakba, catástrofe o desastre en árabe, mientras consume su cigarrillo en el campo de refugiados de Shatila, donde comparte una abigarrada vivienda con su hija, sus nietos y su familia política desde que el último desastre le desterrara de su “segunda tierra”.
En los recuerdos de este anciano palestino perviven con la misma nitidez las memorias de ambas. “Cuando cierro los ojos regreso mentalmente a Solam. Sus praderas, su monte, las excursiones que hacíamos por las cercanías… Si pudiera volver sabría cómo moverme, lo conocía como la palma de mi mano”, dice sobre la pequeña localidad que le vio nacer.
Igual de bien recuerda la guerra que le obligó a huir con sus padres y hermana cuando apenas tenía 9 años. “Los niños escuchábamos hablar de los problemas que provocaban los judíos, aunque no entendíamos bien qué pasaba. Hasta que un día, en Afula (localidad cercana) los vecinos extendieron el rumor de que los judíos nos iban a atacar”.
Su familia decidió huir a Nazaret, donde permaneció dos meses, hasta que la artillería hebrea comenzó a golpear la ciudad. “Entonces huimos al este sin rumbo fijo. Recuerdo que íbamos descalzos y que mi padre arrastraba una sola maleta. Caminamos durante cinco días en una marcha a la que se iban sumando más familias, al final éramos muchos. Pasábamos por pueblos abandonados. El dolor en los pies no nos importaba: tal era el miedo que pasábamos. Así hasta que llegamos a Bent Jbeil”.
Con la llegada al Líbano Yasin H. perdió en cierta forma su infancia y, sin duda, su vinculación con su país natal. El terreno de su familia en Solam, ciudad que parece mencionada en la Biblia como Shunem, fue expropiado en virtud de la ley de la propiedad de los ausentes aprobada por Israel dos años después de su declaración de independencia.
La norma implicaba que toda posesión dejada atrás por cualquiera que abandonase el país entre 1947 y 1948 pasa a ser propiedad del Estado judío. Así fue como la familia de Yasin perdió su casa, como el resto de los vecinos de Solam y, su país, como los más de 700.000 desterrados tras la Nakba.
LIMPIEZA ÉTNICA
Según el historiador israelí Ilan Pappe, que aumenta la cifra a 800.000, el plan israelí consistía en acometer una limpieza étnica para quedarse con la mayor parte de la Palestina bajo mandato británico.
Yasin no recuerda haber visto ciudades destruidas durante su huida –“sólo estaban abandonadas”, dice- aunque Pappe estima en 531 las villas arrasadas por las tropas judías.
Israel no sólo consumó su plan, sino que también cometió un memoricidio, indica el historiador, borrando de la Historia aquellos hechos a fuerza de repetir que los palestinos vendieron sus tierras o se fueron voluntariamente, mentiras que calaron en la conciencia colectiva de muchos para escarnio de los palestinos.
“Nos echaron por la fuerza, nos bombardeaban, nos hicieron mucho daño”, se rebela el anciano Yasin cuando escucha la versión oficial israelí. Pero hace 60 años, a los que acababan de perder sus tierras lo único que les importaba era rehacer sus vidas.
Tras pasar un año en un barracón de la Cruz Roja, la familia de Yasin se desplazó a Nahr al Bared, por entonces una enorme extensión plagada de tiendas de campaña. “Yo lo vi crecer. Tres años después de nuestra llegada nos dieron materiales de construcción y cada familia se levantó su casa. En los años 60 y los 70, el campo vivió un gran desarrollo hasta convertirse en un núcleo comercial, y en los 80 ya era un lugar de negocios [para muchos libaneses del norte del país] que se quedó con la estructura con la que lo conocíamos hasta ser destruido por el Ejército”.
FATAH AL ISLAM
Yasin se refiere al campo de 31.000 habitantes, formado por un casco antiguo y otro nuevo, escenario entre mayo y septiembre de 2007 de combates tan atroces que quedó convertido, en gran medida, un cúmulo de ruinas.
“Antes de aquello éramos un pueblo próspero, que acogíamos a la gente nueva con los brazos abiertos sin considerarla una amenaza”, explica Yasin. Pero algunos de sus huéspedes no eran precisamente deseables: un grupo fundamentalista, Fatah al Islam, simpatizante de Al Qaeda, se atrincheró en Nahr al Bared y atacó al Ejército declarando una guerra que no terminaría hasta cinco meses después.
“Dos días después de los combates nos vimos obligados a huir”, explica Yasin lentamente. “Me sentía como si hubiera vuelto a mi infancia: nos fuimos andando, al principio éramos un grupo de familiares y vecinos al que se sumó más gente, todos ancianos como yo”.
La segunda Nakba le arrancó de su tierra de acogida como la primera lo hizo de su patria. “Soy un hombre sin tierra ni religión, sólo tengo recuerdos de refugiado”, se lamenta.
Yasin no sabe nada de su casa, situada en el casco antiguo de Nahr al Bared, el último reducto de Fatah al Islam antes de ser derrotado por los uniformados que bombardearon fuertemente la zona. “Algunos dicen que ha sido destruida”, dice el anciano. La mayor parte del área quedó destrozada.
La ONU ha instalado 300 viviendas prefabricadas en las afueras del campo para descongestionar el vecino campo de refugiados de Badawi, de 10.000 habitantes, que triplicó su población con la llegada masiva de desplazados por los combates, insuficiente para acoger a quienes por segunda vez en sus vidas lo han perdido todo.
Nueve meses después de los combates, la reconstrucción es tan lenta que sólo han podido regresar unas 10.000 personas, mientras el resto se siente desplazado de su propio exilio y sólo piensa en regresar. “Aunque no sea mi patria quiero volver. No quiero morir en este lugar extraño. Ya no quedan vivos con recuerdos como los míos, y eso me hace sentir mal”, se queja Yasin antes de desaparecer por las callejuelas de Shatila.
Lunes 12 de Mayo de 2008
NO HAY GUERRA CIVIL EN EL LÍBANO;
HAY UNA GUERRA EN CONTRA DE LA RESISTENCIA
Por Nadia Hasan, Palestine Think Tank / Rebelión
Lo que está pasando hoy en el Líbano es sólo una extensión de lo que está aconteciendo en toda la región. Estados Unidos y sus aliados occidentales están tratando de hacernos creer que la religión es el factor principal en este conflicto e intentando, a su vez, encubrir las motivaciones políticas e intereses económicos involucrados en todo el proceso. Existen dos posiciones principales hoy en el Líbano, por un lado un proyecto colonialista conducido por Estados Unidos y su principal aliado en la región, Israel, cuyo vocero es el propio gobierno libanés, y por otro lado, un proyecto de soberanía conducido por el movimiento de resistencia. De hecho, es una guerra entre un movimiento patriótico contra agentes externos. Es por esto que ambos sectores están compuestos por diversas corrientes religiosas, sectarias e ideológicas. ¿Cómo se explica sino que Michel Aoun - cristiano maronita - y líder del Movimiento Patriótico Libre, y el Partido Comunista estén alineados con Hezbollah?
El gobierno pro-imperialista occidental libanés pretende enfrentar al Ejército Nacional en contra del pueblo y la resistencia. Su objetivo es escudarse detrás del ejército debido a su falta de apoyo popular. Debe tomarse en cuenta que la jefatura del ejército sigue en manos de nacionalistas.
Previo a la invasión israelí contra el Líbano en 2006, se ejerció una serie de presiones, tanto internas como externas, para desmantelar al legítimo movimiento de resistencia en el Líbano, Hezbollah. Estas presiones se incrementaron luego de que este grupo derrotara al ejército israelí y diera esperanzas a otros movimientos de resistencia en otras partes de la Patria Árabe. Esta victoria fue una nueva prueba de que la resistencia contra la globalización por una parte, y la guerra de guerrillas por otra, aún es posible.
Hace pocos días atrás, y luego de la más larga sesión del parlamento libanés en la historia, la coalición pro-occidental votó una moción que declaró ilegal la red de comunicaciones de Hezbollah, un sistema de telecomunicaciones que fue sumamente efectivo contra el ejército israelí durante la guerra que tuvo lugar el verano de 2006. Esta “Declaración de Guerra” contra la resistencia es sólo un ejemplo más de cómo los perritos falderos locales de Estados Unidos e Israel están luchando en contra de su propio pueblo, ya que por esta acción el gobierno - de hecho - está tratando de desmantelar la principal herramienta con la que cuenta la resistencia para luchar en contra del proyecto colonialista en la región.
Esto no es un asunto menor, ya que es la primera vez desde la firma de los Acuerdos de Taif en 1989, que pusieron fin a la guerra civil en el país y que le concedió legitimidad a la resistencia armada de Hezbollah en contra de Israel, que el gobierno condena una red de comunicaciones que forma parte del aparato de seguridad del movimiento y la considera una “ilegal amenaza contra el propio Estado”.
Lo que el gobierno libanés está haciendo no es más que es trabajo sucio de Israel, sólo un par de días después de que el gobierno estadounidense volviera a declarar a Hezbollah como una organización terrorista y lo mantuviera en su “Lista Negra”.
El objetivo aquí no es otro que darle a Estados Unidos el control tanto del principal aeropuerto del país como de todo el sistema de comunicaciones, para así poder socavar la legítima resistencia del pueblo contra su principal objetivo, Israel, provocando luchas internas, que puedan ser confundidas fácilmente como disputas religiosas, de la misma manera que lo están haciendo en Iraq y Palestina. La principal razón que se esconde detrás de la destitución del responsable de la seguridad del aeropuerto es que éste declaró que al-Hariri mantuvo una reunión secreta hace pocos días en el aeropuerto con el príncipe saudita Bandar. Por cierto Bandar fue el único árabe a quien Bush informó cuándo la invasión de Irak iba a tomar lugar.
La principal amenaza para el proyecto colonialista en la región, incluyendo tanto a los regímenes árabes como a sus benefactores occidentales, es el pueblo y su poder de resistencia. Socavar este poder y crear un clima de constante tensión interna es el objetivo de cualquiera que esté en contra de un movimiento nacionalista árabe en la Patria Árabe.
¿Cómo podemos explicar sino es de esta manera las acusaciones de intromisión iraní en el Líbano, llegando al punto de solicitar la expulsión de su embajador y paralizar todos los vuelos desde y hacia Irán, debido al apoyo a Hezbollah por parte del gobierno iraní, pero al mismo tiempo no se pronuncie una sola palabra en contra de la intromisión externa de Estados Unidos en Irak, no se pronuncie una sola palabra en contra de permitir que un tercio de la tierra de Qatar sea utilizada como base militar estadounidense, y no se pronuncie una sola palabra en contra de las fuerzas internacionales, armadas hasta los dientes, que bajo el falso pretexto de “preservar la democracia” están ignorando el respeto de la territorialidad libanesa y consideran “terroristas” a gran parte de su población?
Francia, la “Madre Patria”, mantiene una fuerte presencia militar en la zona, centrada principalmente en tratar de recuperar su proyecto colonialista y una vez más haciendo el trabajo sucio de una entidad que ha oprimido a un pueblo completo por más de 60 años.
Se llevará a cabo una reunión de cancilleres en el Cairo, reunión solicitada por Egipto y Arabia Saudita, pero ¿por qué razón otra que condenar, una vez más, el derecho de un pueblo a resistir contra su opresor, tal y como lo está haciendo con éxito Hezbollah en el Líbano? De seguro estos ministros discutirán las formas de poner fin a la influencia “negativa” que los miembros de la resistencia tienen dentro del país.
Finalmente, debe quedar claro que Palestina está en el centro del conflicto en el Líbano. Poner fin a la resistencia nunca ha significado “reconstruir” al Líbano, pero sí proteger a Israel y convertirlo en un estado “normal” en el corazón de la Patria Árabe. Es por esto, que la primera decisión de los agentes pro-imperialistas, si llegan a tener éxito, será el reasentamiento de los refugiados palestinos del Líbano… a cualquier lugar menos Palestina.
El artículo original fue escrito en inglés para "Palestine Think Tank" y ha sido traducido al castellano por la propia autora.
Lunes 12 de Mayo de 2008
EL NACIMIENTO DE LA CAUSA DE LOS REFUGIADOS PALESTINOS
Por Walid Ahmad, La Haine.org
La causa de los refugiados palestinos nace junto con la decisión de dividir a Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío
Ponencia presentada en el XII seminario anual Los partidos y una nueva sociedad, promovido por el Partido del Trabajo de México
La causa de los refugiados palestinos nace junto con la decisión de dividir a Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío, suceso conocido como Resolución No. 181, con fecha 29 de noviembre de 1947, de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Dicha organización sobrepasó sus facultades y atribuciones con la aprobación de tal Resolución que representó el despojo de una parte del territorio perteneciente al pueblo palestino.
La creación de un estado judío personificó el acatamiento del compromiso establecido mediante la “Promesa de Balfour”. Sin embargo, la partición en si, significó, al final de la Primera Guerra Mundial, el incumplimiento del compromiso británico de conceder a Palestina su independencia. Al prevalecer el compromiso de Balfour con el Movimiento Sionista por encima del adquirido con los palestinos, queda demostrada la injusticia histórica cometida contra el pueblo palestino.
La Resolución de partición viola los principios de la carta de Naciones Unidas que reconoce y define el papel de la comunidad internacional de salvaguardar la unidad territorial de los países y las naciones, como se hizo en Europa, por ejemplo en Polonia. Si el pretexto de la Resolución era justificar la separación entre los dos pueblos, el judío y el palestino, por las dificultades de no convivir juntos, los hechos demostraron que la partición no garantizó la convivencia entre ambas partes, tampoco puso fin a las confrontaciones, por el contrario, las agudizó.
Los palestinos se vieron obligados a defender su territorio, propiedades, sus vidas, su identidad política y nacional. Mientras tanto el Movimiento Sionista encontró el respaldo perfecto para ampliar sus agresiones expansionistas y el voraz apetito de tragar más tierras, en momentos en que la correlación de fuerzas era abismalmente desigual y las condiciones regionales e internacionales le favorecieron.
Con esta Resolución la Asamblea General no solo fue más allá de sus facultades, sino que demostró un menosprecio total a la voluntad del pueblo palestino de rechazar la partición de su suelo patrio y de mantener su integridad territorial. Los palestinos, desde el punto de vista moral, fueron y son los dueños del territorio, por lo tanto, su voluntad representa la expresión cimera de la democracia.
Lo anteriormente señalado explica por qué la Asamblea General de las Naciones Unidas no sometió la idea de la partición a votación mediante consulta popular, ignorando hechos y pruebas irrefutables, para promulgar su injusta resolución desconociendo, de esta forma, el derecho inalienable del pueblo palestino a la autodeterminación sin mandato ajeno.
Cuando mencionamos la Asamblea General y su Resolución no se puede ignorar el papel protagónico de la delegación de EE UU, dentro del organismo internacional, que ejerce enormes presiones sobre los países miembros, para sumar apoyo a los intereses sionistas y adoptarla de forma definitiva, ante el chantaje de condicionar las ayudas a los países pobres nacidos a finales de la Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces EE UU fue el gran vencedor del mundo capitalista, llamado mundo libre y primera potencia económica que pudo otorgar ayuda a esos países pobres, que dependían de dicha ayuda, para iniciar el largo y difícil camino de la reconstrucción.
Los memorandos de muchos de los jefes de las delegaciones de estos países, en aquel entonces, demostraron con hechos y anécdotas que la delegación de EE UU, no solo era representante de su país, sino también un verdadero defensor del Movimiento Sionista.
La Resolución 181 carece de justicia política, legal y moral por los motivos y mecanismos que favorecieron su aprobación, además el propio termino “partición” no aclara como es posible dividir un país de forma tan diabólica, que convierte la aplicación de uno de sus artículos en algo imposible o en el mejor de los casos algo sumamente difícil, por carecer de las posibilidades prácticas para su ejecución.
Son numerosos los países que votaron a favor de dicha Resolución, a la vez que ignoraron las realidades geográficas y demográficas de Palestina, mientras que por otra parte, los que la planearon tenían plena conciencia de la nueva página y realidad que estaban gestando en la región del Medio Oriente y en la historia de las Naciones Unidas.
La totalidad del territorio de Palestina, bajo el mandato británico, en el año 1946, era de 27 mil km², con 1 millón 972 mil habitantes. Según la mayoría de los censos, los palestinos árabes eran 1 millón 364 mil y los judíos 608 mil, la mayoría de ellos emigrantes europeos que llegaron a Palestina de forma ilegal sin contar con el derecho a la residencia o ciudadanía.
Palestina fue dividida según la Resolución 181 en dos Estados, el judío sobre el 55,5% del territorio de Palestina, en momentos en que los judíos apenas representaban la tercera parte de la población y eran propietarios de menos del 7% de las tierras. Sin embargo, a los palestinos le correspondió el 44,5 % del territorio y constituían, los dos tercios de la población y además eran propietarios de la mayor parte de las tierras.
Como resultado del Proyecto de Partición, Palestina fue dividida en ocho partes, tres árabes, tres judías, una parte internacional que incluía a Jerusalén y sus alrededores y la octava fue la ciudad de Jafa y sus alrededores, que pertenecía a la parte árabe, sin embargo, se encontraba situada dentro de la demarcación perteneciente a Israel.
Según las referencias históricas, los habitantes del Estado árabe alcanzaron un total de 818 mil, incluyendo los 71 mil de Jafa, mientras había menos de 10 mil judíos que residían en esta zona árabe. Sin embargo, en el área considerada judía, según la partición, vivían 499 mil judíos y 438 mil árabes. Esto explica el por qué de anexar a Jafa al Estado árabe según la partición, para evitar que los árabes sean mayoría en esta parte judía.
Antes de la creación del Estado de Israel, se impuso la emigración forzosa de los árabes buscando, de esta forma, la limpieza étnica y religiosa. Con el afán de lograr este objetivo recurrieron a horrendas masacres, quemando aldeas y localidades, donde la historia es un testigo fiel de esos hechos imborrables en la memoria de la humanidad y en particular de la del pueblo palestino.
La región de Jerusalén contaba con una mayoría árabe de 105 mil frente a 100 mil judíos.
La Resolución 181 no le garantizó a Israel la base habitacional para su creación como un estado judío puesto que en gran parte de sus regiones, los árabes eran mayoría. Por ejemplo, en el desierto de Neguev, anexado al estado judío, vivían solamente 1 mil 20 judíos, mientras 103 mil 820 eran árabes.
En Galilea oriental vivían 86 mil 200 árabes frente a 28 mil 750 judíos. La mayoría de la población judía se concentró solamente en la costa, entre Tel Aviv y Haifa.
La llanura interna al este de Haifa contaba con una mayoría judía de 496 mil 259 habitantes frente a 235 mil 760 árabes. Con relación a las propiedades como hemos mencionado anteriormente, la propiedad judía en Palestina, históricamente, era del 7% de las tierras de aproximadamente 1 mil 820 km², de un total de 15 mil km², que representa la extensión total de la parte judía. El 80 % de esos 15 mil km² que conformaron el Estado de Israel, después de la partición, eran propiedades pertenecientes a los palestinos. De los 187 km² que abarcaba la región de Jerusalén solamente pertenecían a los judíos 12,5 km². Desde el punto de vista económico, las mejores tierras pasaron a formar parte del Estado judío. Se despojó al pueblo palestino del 50% de las llanuras y las tierras dedicadas al cultivo de los granos y cítricos. El cítrico representaba el 80 % de las exportaciones palestinas. El 40 % de la industria y la mayor parte de los suministros de fluido eléctrico se anexaron a Israel.
El nacimiento del Estado de Israel no representó el surgimiento de un Estado Palestino paralelo, sino de una nueva causa, la de los refugiados palestinos que fueron expulsados de sus tierras y obligados a asentarse en Cisjordania, Gaza y los países árabes vecinos, como el Líbano, Siria, Jordania e Irak.
Los refugiados palestinos que llegaron a estos países, después de la declaración del Estado de Israel el 15 de mayo de 1948, según fuentes estadísticas, se calculan entre 700 y 800 mil. El Reino Hachimita de Jordania extendió su control sobre la Ribera Palestina del Río Jordán y la anexó como parte inseparable de su reino recién nacido. Obligó a los palestinos a renunciar a su ciudadanía para adoptar la jordana. Mientras el Gobierno egipcio creó una administración militar para supervisar la Franja de Gaza que se convirtió en asilo de los refugiados.
Por su parte, los que llegaron a los países árabes fueron reorganizados en campamentos y asentamientos y conocidos, desde aquel entonces, como refugiados palestinos. De esta forma, la consigna del “Retorno” sintetizó la esencia de la causa Palestina. Detrás del cruel muro del Estado sionista quedaron viviendo en sus tierras 120 mil palestinos, perseguidos por las leyes de emergencia, las medidas represivas y el cerco. Estos representan, en la actualidad, el talón de Aquiles del estado judío de Israel, que se encuentra ante la prueba de la falsa democracia y las exigencias de las políticas racistas, pues esta minoría árabe, 18 % de los habitantes, se convirtió en una minoría, pero de peso, con un creciente rol dentro del corazón de la sociedad sionista.
INGLATERRA INCUMPLIÓ SU COMPROMISO CON LA INDEPENDENCIA DE PALESTINA
Los ejércitos de los aliados entraron en Palestina en 1917, sus voceros y representantes declararon públicamente y en más de una ocasión que no tenían interés de colonizar los territorios que formaban parte del Imperio Otomano. Los jefes de dichos ejércitos justificaron su presencia en estas regiones bajo el alegato de ayudar en la construcción de sus propios estados independientes y democráticos.
En este sentido Lord Balfour, autor de la famosa “Promesa”, envió un mensaje el 8 de febrero de 1918 dirigido al Sharif Hussein Bin Alí en nombre del Gobierno Británico y de los Países Aliados en el cual expresa: “y el gobierno de su majestad británica, ratifica sus compromisos anteriores de apoyar la independencia árabe y ayudar a aquellos países que aún no han logrado su independencia después de la guerra”
El 7 de noviembre de 1918 un comunicado emitido por Francia e Inglaterra, afirma que el objetivo de su guerra en el Medio Oriente es liberar a los pueblos árabes y establecer gobiernos y administraciones nacionales que sean libremente elegidos por los pueblos. Ello significó un compromiso claro y público de apoyar la independencia de Palestina y establecer un gobierno nacional elegido por el pueblo árabe de Palestina.
EL mandato británico tuvo como referencia el artículo 22 de la Carta de la Liga de las Naciones Unidas, que estipula de forma clara y precisa el respaldo a los pueblos para crear sus propios estados independientes y dar cumplimiento a la tarea que tenía a su cargo. Sin embargo, el Gobierno Británico cumplió su promesa con el Movimiento Sionista respecto a la creación de “un hogar nacional para los judíos” en Palestina e incumplió su compromiso contraído con la Liga de las Naciones Unidas sobre la construcción del Estado Independiente de Palestina.
En el informe presentado por una comisión de la Liga de las Naciones Unidas para analizar las consecuencias de la Partición sobre la situación general en Palestina, se confirma que la misma es contraria al deber de la Liga de las Naciones, viola sus principios y objetivos. Además se contradice con los principios de la Carta de la Liga de las Naciones, que “no posee medios para hacer cumplir la Resolución”, por lo tanto debía trabajar según los principios de la justicia y las leyes internacionales respetando el principio de la igualdad de los derechos entre los pueblos incluyendo el derecho a la autodeterminación.
LA PROMESA DE BALFOUR
“Ministerio del Exterior, 2 de noviembre de 1917”
Estimado Lord Rotschild, Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.
“El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.”
Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.
Sinceramente suyo,
Arthur James Balfour
Domingo 11 de Mayo de 2008
ENTREVISTA AL HISTORIADOR CANADIENSE YAKOV RABKIN
“No puede haber paz sin justicia”
El especialista en historia judía contemporánea vino a presentar Contra el Estado de Israel, un libro polémico que invita a discutir sobre el sionismo. “El debate es entre nacionalismo étnico y nacionalismo de Estado”, plantea.
Por Silvina Friera
El historiador canadiense Yakov Rabkin cuestiona los mitos y creencias con los que se nutre el antisemitismo, pero también separa las aguas que mezclan y confunden el judaísmo y el sionismo. Y lo hace con un libro polémico, Contra el Estado de Israel (Martínez Roca), a pocos días del sesenta aniversario de su creación (el 14 de mayo de 1948), que presentó en la Feria del Libro. “El movimiento sionista y, más tarde, la proclamación del Estado de Israel, provocaron uno de los mayores desgarramientos de la historia judía –escribe Rabkin–. Una mayoría indiscutible de los que mantienen e interpretan la tradición del judaísmo se oponen desde el inicio al nuevo proyecto de sociedad, al nuevo concepto de judío, a la inmigración masiva en Tierra Santa y al uso de la fuerza para establecer ahí su hegemonía política.” En la entrevista con Página/12, el historiador de la Universidad de Montreal cuenta que no escribió el libro –traducido a siete idiomas, curiosamente ha sido publicado en árabe en Beirut, pero aún no fue traducido al hebreo– pensando sólo en la comunidad judía sino en mucha gente que quiere entender lo que está pasando. “El problema es que Israel utiliza la fuerza; ahora no hay Irak, hay Irán, mañana habrá Pakistán, pero dónde se va a terminar el deseo de controlar a sus vecinos. En la tradición judía es fuerte el que puede hacer de su enemigo un amigo. Eso Israel no lo hace”, subraya este especialista en historia judía contemporánea.
– ¿Mucha gente teme criticar al Estado de Israel por ser considerada antisemita?
– Sí, hay que aprender a distinguir entre oposición al sionismo y oposición al Estado de Israel como Estado sionista, y oposición a los judíos o al judaísmo. Hay que diferenciar entre los que se oponen a la estructura sionista del Estado, que teóricamente pertenece a los judíos del mundo, y los que quieren destruir físicamente a sus habitantes. Cambiar la estructura del país no quiere decir necesariamente destruir o masacrar a millones de personas.
– ¿Cuál es su posición respecto de la existencia del Estado de Israel?
– Escribí este libro como historiador, no fue mi propósito tomar posición respecto del sionismo–antisionismo, pero me parece una situación trágica. Hace más de sesenta años que hay conflictos, guerra, terrorismo. No puede haber paz sin justicia. Un historiador israelí, Benny Morris, que escribió sobre la limpieza étnica de Palestina, dijo que aunque hubo limpieza étnica, no fue suficiente como en América, por eso tenemos un problema. Una manera de combatir la violencia es tratar de encontrar una solución justa. Yo no pienso que el Estado de Israel sea ilegítimo; es el único Estado creado por las Naciones Unidas, pero contra la voluntad de los países de la región. Esa fue una idea soberbia que puso a Israel en un impasse que dura hasta hoy. Israel gana todas las guerras, pero nunca gana la paz.
– ¿De qué manera se podría alcanzar esa paz?
– La solución está en manos de israelíes, árabes y palestinos. Yo puedo ayudar en el debate sobre Israel, en la visión occidental de Israel, y en este sentido mi libro puede ser útil. Si quiero que el debate sobre Israel prospere, no hay que ligarlo con la historia del antisemitismo y la Shoá, porque entonces el debate sería imposible. Como dijo el primer ministro Ehud Olmert, si no se crea el segundo estado palestino, vamos a tener un estado común con los palestinos, y yo que vivo en el estado de Québec (Canadá), donde convivimos todos los grupos juntos, no me parece terrible tener un estado en común. El libro plantea una problemática mucho más general: ¿Queremos vivir bajo un nacionalismo étnico exclusivo o queremos vivir en sociedades pluralistas? En realidad, el debate es entre nacionalismo étnico y nacionalismo de estado. No es un accidente que Israel hoy movilice mucho apoyo en los círculos más derechistas del mundo, aunque el país fue creado supuestamente por socialistas. El hecho de que Bush, Berlusconi o Sarkozy sean los mejores aliados de Israel debería indicarnos algo.
– ¿Cuándo se produjo esta derechización?
– Un colega mío de la Universidad Hebraica, Zeev Sternhell, que escribió un libro sobre los mitos fundadores de Israel, plantea que el movimiento sionista, que era profundamente nacionalista, utilizó los medios socialistas para ocupar la tierra, pero ni Ben Gurión ni sus aliados creían en un Estado socialista. Sternhell hace unas piruetas intelectuales interesantes y dice que no sabe cómo llamar a este movimiento. No puede llamarlo nacionalsocialista, porque el término quiere decir algo muy diferente, pero acepta denominarlo socialismo nacionalista. En realidad la idea de tener un Estado étnico, exclusivo, siempre es una idea de derecha, cualquiera sea la vestimenta que vaya a usar. El Estado de Israel fue creado por socialistas, pero Ben Gurión aceptó muchas ideas de derecha. Hoy ya no es posible ser sionista de izquierda, es como un oxímoron.
– Saramago dijo que la realidad de Palestina era comparable a la de los campos de Auschwitz. ¿Está de acuerdo?
– Genocidio es un término que se define por la intención de destruir por completo una entidad étnica o nacional, y no me parece que el Estado de Israel abiertamente haya declarado esta intención, aunque muchos sionistas quisieran que los árabes desaparezcan. Genocidio es un término un poco exagerado e incendiario. Claro que hay discriminación y matanzas de palestinos; es horrible todo lo que está pasando, pero no es genocidio. El escritor Amos Oz dijo que tenemos una barra moral muy baja: todo lo que es mejor que la Shoá es correcto. La Shoá no es el único criterio; no se necesita construir campos de concentración para hacer algo inhumano.
Jueves 08 de Mayo de 2008
“NAKBA”: 60 AÑOS DE TRAGEDIA DEL PUEBLO PALESTINO
Fuente: TeleSUR - Argentina
Hace 60 años Israel desterró al pueblo palestino para fundar un Estado independiente, algo que los palestinos recuerdan como “Nakba” o la “Tragedia”.
A partir de esta semana Israel celebra con fuegos artificiales y conciertos los sesenta años de su nacimiento como Estado independiente. Sin embargo, al otro lado de la frontera los palestinos lamentan esta fecha en el “Nakba” o “Tragedia”, la misma que los marcó como un pueblo sin identidad ni territorio.
La historia del Nakba comenzó el 29 de noviembre de 1947, cuando la Asamblea General de la ONU, durante su II Período de Sesiones, aprobó la Resolución 181, que estableció la partición de la Palestina histórica en un Estado judío, al que se le adjudicó 55 por ciento de las tierras y uno árabe con las restantes.
El debate en torno a la partición de Palestina fue turbulento, lleno de presiones y maniobras, pero al final fue aprobada la resolución por votación de 33 países a favor, 13 en contra y 10 abstenciones, entre éstas la de Argentina, según datos históricos.
Este acuerdo pretendía poner fin a un complicado y sangriento proceso que se inició mucho antes.
En 1917, el Reino Unido, como potencia gobernante y en un disimulado intento de asegurar sus intereses colonialistas en el Oriente Medio, favoreció la creación de lo que llamó un Hogar Nacional para el pueblo judío, mediante el documento conocido como Declaración de Balfour.
El 15 de mayo de 1948 se creó el Estado de Israel, que se apropió del 78 por ciento del territorio y comenzó una escalada de violaciones al derecho internacional, que persiste en los últimos 60 años.
La expansión territorial israelí implicó la destrucción de 418 aldeas y ciudades palestinas, y el 60 por ciento de la población fue expulsada y convertida en refugiados, que hoy suman más de 4,5 millones, según las Naciones Unidas.
El desalojo fue llevado a cabo con extrema violencia por el Ejército israelí y provocó el éxodo masivo de palestinos de una población total de un millón 300 personas que vivían en la entonces Palestina bajo dominio británico.
Además, fuera de las fronteras en los vecinos Líbano, Siria y Jordania hay dos millones y medio más de personas en calidad de refugiados.
“En 1948 confluyeron el momento más perverso y el más glorioso”, explica el historiador israelí Ilán Pappe, quien denuncia en sus ensayos que los líderes judíos trataron de llevar a cabo una limpieza étnica de los nativos palestinos.
TRISTES RECUERDOS
Jamal Al-Roumi, un profesor árabe de 51 años que vive en el campo de refugiados de al-Amari, en Ramalá, ve desde su casa como cada año en la colonia de Pesagot, establecida en 1981 en la colina vecina, se lanzan fuegos artificiales y se escuchan gritos y risas de celebración.
“Cada año veo las celebraciones y los fuegos artificiales con ocasión de las fiestas de la independencia. Y cada vez vuelve a mi mente el recuerdo de mis padres que en 1947 abandonaron nuestra tierra en Lod”, cerca de Tel Aviv, relata.
“Lanzan fuegos artificiales frente a nuestro campo para provocarnos. Lo saben, y lo hacen adrede”, agrega Abdel Nasser Bayid, de 41 años, otro habitante del campo de refugiados.
Margalit es una palestina cuya familia judía convivió en Palestina por más de mil años, junto a otras religiones. Todavía conserva su religión judía y su cultura árabe.
“Vivíamos sin importar la religión, trabajábamos las tierras, los cultivos juntos, nos ayudábamos unos a otros, no había diferencia”, recuerda.
El israelí Auri Mazar, también relata una época idílica, cuando musulmanes y judíos convivían “como una sola familia”.
“En el tiempo de mis abuelos recuerdo una vida tranquila, musulmanes y judíos vivíamos como una sola familia, una hermandad, hasta el conflicto árabe israelí de 1948”, comenta.
Pero la esperanza de volver a sus tierras nunca muere. Algunas familias conservan colgadas de sus puertas una llave, que simboliza el retorno de los refugiados a su tierra, un derecho reconocido por la ONU pero cuya aplicación nunca ha sido planteada en los procesos de negociación de paz entre Israel y Palestina.
La Nakba se recuerda oficialmente cada 15 de mayo desde 1998, el mismo día en el que en 1948 Israel se declaró independiente, según el calendario gregoriano.
Sin embargo, esta fecha varía en el calendario judío, que sigue al sol y a la luna. Este año cae 8 de mayo.
Una de las tragedias que más se rememora es la de la masacre de Deir Yassin, en la que milicias judías asesinaron a sangre fría en tres días de abril de 1948 a más de cien habitantes de ese poblado, ubicado a las afueras de Jerusalén.
Estas milicias después se unificaron y se convirtieron en el Ejército de Israel, responsable a diario de la muerte de cientos de personas, entre mujeres, niños, ancianos y milicianos de la resistencia.
Pero como para terminar de rellenar la tragedia, el presidente mundial del derechista partido israelí Likud, Danny Danon, pidió al ministro de Seguridad Interior, Avi Dichter, que prohíba las procesiones pautadas por los palestinos para el Nakba.
Para el líder conservador el propósito de las marchas es “oponerse e incitar la violencia contra el Estado”, y que se trata de un “deliberado y subversivo” desafío de los dirigentes árabes contra la existencia del Estado de Israel.
Jueves 08 de Mayo de 2008
60 AÑOS DE LA CREACIÓN DEL ESTADO DE ISRAEL:
LA VOZ DE LOS PALESTINOS
Fuente: BBC Mundo
Hethan, empleado de un café en Jerusalén Oriental
“Un Estado palestino es posible si llegan a un acuerdo. Antes de que se creara, Israel era un sueño pero pudo convertirse en realidad. ¿Por qué no un Estado palestino?
Hay que seguir negociando, ya corrió demasiada sangre, ya hubo demasiadas guerras y no poner a Dios en el medio. Dios no es un agente inmobiliario. Yo no lo veo firmando escrituras de terrenos con los israelíes o los palestinos. Tenemos que vivir en paz, esa es la enseñanza de todas las religiones”.
Amin, desempleado
“Los líderes israelíes actuales no quieren resolver el problema palestino.
Los líderes palestinos tienen voluntad de encontrar una solución pero hay líneas que no pueden cruzar, asuntos en los que no deben ceder como Jerusalén, el retorno de los refugiados y los prisioneros. Pero los israelíes no quieren negociar estos temas con nosotros”.
Umm Mohamed, vendedora, Jerusalén Oriental
“Debido a los puestos de control israelíes yo tengo que viajar toda la noche para recorrer los 30 kilómetros que separan esta ciudad de mi pueblo. Todos mis hijos están desempleados y como son jóvenes no pueden venir hasta aquí.
Gracias a mi edad yo puedo llegar a Jerusalén para vender hojas de parra y así ayudar un poco a mi familia. Antes de 1948 vivíamos mejor, ahora no hay motivo alguno para ser optimistas”.
Dr. Ahmed Soboh, Vicecanciller en la ANP, Ramallah
“El significado de este día es el de tiempo perdido para crear un Estado palestino. La comunidad internacional ha fracasado en hacer justicia aquí. Basta con ver a un refugiado palestino para comprender hasta qué punto este pueblo ha pagado los platos rotos en este conflicto.
Parece que 60 años de independencia de Israel no han sido suficientes para que los israelíes entiendan, que la mejor seguridad para ellos son los derechos palestinos”.
Kadura Fares, miembro de Al-Fatah, Silwad
“Es triste que un pueblo se alegre por su independencia mientras ocupa a otro y se comporta como ocupante. Los que miren la televisión israelí y vean los programas sobre lo que hacen en su día de independencia, sentirán que eso es a expensas de nuestros nervios y de nuestro futuro.
Hoy todo el mundo árabe está dispuesto a hacer la paz con Israel, a condición de que se retire de todos los territorios ocupados, pero Israel hace caso omiso de la iniciativa árabe”.
Elías Zananiri, periodista, Jerusalén Oriental
“Yo nunca perderé el optimismo, pero admito que el futuro no se ve bien. Hay demasiadas debilidades en los liderazgos de los dos lados. Todos sabemos cuál es el destino del barco, pero no hay un capitán que logre dirigirlo en la dirección correcta. Creo que falta el coraje necesario para hacer lo que se debe.
Si no se logra concretar la opción de la paz en uno o dos años, quedará perdida. Y así, aunque no lo queramos, la única opción será un Estado binacional, que al final tendrá mayoría árabe, no judía”.
Orsan Yassin, 53 años, intendente de Shfaram
“En 1948 hubo aquí una guerra entre judíos y árabes y los judíos se quedaron con la tierra, pero no podemos mirar todo el tiempo hacia atrás.
Israel ya existe, es reconocido por el mundo, es nuestro país. Si quiero que mis hijos tengan aquí un buen futuro, para recibir también tengo que dar.
Yo también quiero que haya un Estado palestino pero tengo que preocuparme también por los árabes de Israel. En el día de la independencia, yo festejo”.
Miércoles 07 de Mayo de 2008
EEUU, ISRAEL Y LAS LÁPIDAS DE HORMIGÓN QUE DIVIDEN ORIENTE PRÓXIMO
Por Hernán Zin, Periódico 20 Minutos - España
Al recorrer la Cisjordania ocupada desde 1967 por el Estado de Israel, que el próximo día 14 cumple sesenta años de vida, se encuentran a cada paso estas construcciones de hormigón que parecen enormes lápidas.
Todo un símbolo de la marginación por la raza, así como por el mesianismo religioso, los intereses relacionados con el agua, la tierra, la especulación inmobiliaria y la industria armamentística, que sufren los palestinos.
Un símbolo que se repite en Irak, donde los EE.UU. han desperdigado estas enormes construcciones de concreto por todo el país, replicando el modelo israelí de dominación a través de la segregación y la exclusión a las que, en un giro dialéctico imposible de aceptar desde el derecho y la razón, llaman “medidas de defensa”.
EXPORTAR EL MODELO
Claro que todas las ocupaciones a lo largo de los siglos han seguido características similares, pero cuando los historiadores miren hacia las primeras décadas del siglo XX, quizás concluyan que el modelo que hoy se ha extendido por Oriente Próximo fue en buena medida creado, ensayado y desarrollado por Israel.
País destacado en la detención preventiva y en la tortura de los ciudadanos de los territorios que no le pertenecen, en el bombardeo de las zonas civiles, y en el desarrollo de tecnologías de última generación para la subyugación de la población dominada.
Un negocio fantástico, tanto para el sector público como para las empresas privadas, que comienza con los aviones no tripulados de reconocimiento y ataque, en los que Israel es sin duda líder mundial, y que exporta a países como India, China, Francia y Suiza por unos 600 millones de dólares anuales.
Siguiendo por los zeppelines de observación, que en algún momento se dijo que EE.UU. compraría para vigilar la frontera con México, donde la compañía militar israelí Elbit Systems ha conseguido un suculento contrato, y donde en estos días se supo que Blackwater va a establecer una nueva base. ¿Para llevarse su parte del negocio de cazar inmigrantes ilegales?
Para terminar con los cursos de entrenamiento que militares hebreos en activo y retirado imparten en decenas de países, incluido Zimbabwe, como explica Justin Raimondo en Antiwar a través del artículo “Israel loves Mugabe”.
Todo esto sin contar el armamento convencional, del que Israel se ha convertido en 2007 el cuarto vendedor a nivel planetario con contratos India, Turquía, EE.UU. y Gran Bretaña que alcanzan los 2.932 millones de euros.
LAS VALLAS DE EE.UU.
Ya en su momento Robert Fisk denunció la participación de militares israelíes en la construcción de los diversos muros de hormigón que dividen Bagdad, pues la sinergia entre ambos países en cuestiones estratégicas y armamentísticas es fluida.
Los bloques de hormigón se producen en la ciudad de Gopala, en el Kurdistán iraquí, al vertiginoso ritmo de 50 toneladas de concreto al día.
La colocación tiene lugar durante la noche, bajo la protección de helicópteros Apache. En algunas semanas se han llegado a instalar unos 2.000, según informa The Washington Post. A tal velocidad que cuando los soldados se paran frente a ellos al día siguiente, aún el cemento está fresco.
El más destacado de estas sucesiones de bloques de hormigón es el que encierra al miserable distrito chií de Sadr City, donde viven 2,5 millones de personas, y cuya puesta en sitio se aceleró últimamente, como informa el New York Times.
Justamente allí tuvieron lugar durante las pasadas semanas enfrentamientos que han dejado como saldo más de mil muertes. La CNN afirma que el 60% de las víctimas han sido mujeres y niños, una proporción de asesinatos de civiles similar a la que Israel obtiene cada vez que invade la franja de Gaza con sus tanques Merkava.
LA MISMA MANIPULACIÓN
Y una respuesta, por parte de las fuerzas castrenses estadounidenses que recuerda al argumento que tan a menudo dan los altos mandos hebreos: “Los terroristas usan a los civiles como escudos humanos”.
En este sentido, la sinergia entre ambos países va más allá del ámbito militar y también tiene lugar en el sector de la propaganda, con el uso reiterado hasta el paroxismo de la excusa del terrorismo para perpetuar la ocupación, y la perversa lógica de culpar al enemigo por las muertes de inocentes provocadas por ataques indiscriminados en zonas civiles.
Esos muros de hormigón con forma de lápidas que florecieron en Gaza y Cisjordania, para luego extenderse al Líbano durante la ocupación, y reproducirse ahora en Irak y Afganistán, son todo un símbolo de los intereses espurios y las mentiras que han cubierto de sangre la región.
Miércoles 07 de Mayo de 2008
PALESTINA: LAS VÍCTIMAS DE LAS VÍCTIMAS
Por Dámaso Javier Vicente Blanco, El Norte de Castilla - Castilla y León, España
Fue un judío alemán, el filósofo Walter Benjamín, que acabaría siendo víctima de la persecución nazi, el que dijo que era preciso examinar la historia desde la perspectiva de las víctimas, no de los verdugos. Y fue el cristiano-palestino Edward Said, catedrático de literatura comparada en la Universidad de Columbia (EE.UU.) y premio Príncipe de Asturias del 2002, el que dijo que los palestinos eran “las víctimas de las víctimas”. La historia del siglo XX puede leerse como una concatenación de humillaciones y conflictos. Si de la Gran Guerra salió humillado el pueblo alemán y en ello estuvo también el embrión de la II Guerra Mundial, la barbarie nacionalsocialista resultante de aquella humillación organizó la planificación del exterminio judío, la Soah (u Holocausto), que luego sería utilizada para legitimar la creación del Estado de Israel en Palestina, para acallar los suplicios del pueblo palestino y para minimizar la humillación árabe. De aquéllos polvos estos lodos, pues de la humillación árabe todos sabemos cuál ha sido el precio; fue en ella donde se alimentó y anidó la crisálida del radicalismo y el fundamentalismo islámico. Estas son lecciones que deberíamos aprender.
Se cumplen ahora sesenta años de la creación del Estado de Israel. Decía el mencionado Benjamín que “Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie”. La creación del Estado de Israel, la llamada por los judíos israelíes “Guerra de la independencia” es la “Nakba” palestina, la “catástrofe”. Alrededor de un millón de palestinos salieron de sus hogares a punta de pistola, obligados a abandonar sus tierras y sus bienes. Allí había gentes de toda condición, palestinos de clase media, profesionales liberales, médicos, abogados, comerciantes, pequeños empresarios, campesinos, trabajadores. Debieron de abandonar sus casas, las casas de sus padres y de sus abuelos. Centenares de poblados fueron arrasados y hubo matanzas de civiles como la de Deir Yassim; una aldea donde los soldados judíos entraron lanzando fuego de ametralladora contra las casas, violaron mujeres antes de asesinarlas y reunieron a la población para matarla a sangre fría. Ya el Mahatma Gandhi, en 1938, había dicho que el proyecto sionista de crear el Estado de Israel llevaba a corregir una injusticia, la del pueblo judío, por medio de ocasionar otra, la del pueblo palestino. El internacionalmente más prestigioso historiador israelí, el profesor de la Universidad de Haifa, Ilan Pappé, acaba de publicar la traducción de un libro suyo al castellano, La limpieza étnica en Palestina (Crítica, 2008), donde da cuenta de estos hechos, utilizando como base documentos recientemente desclasificados. Como puede imaginarse, Ilan Pappé no puede publicar sus libros en Israel y vive allí amenazado de muerte.
El conflicto palestino aparece y desaparece de las portadas de los periódicos y de las pantallas de la televisión como el Guadiana. Cansa. Es de esos conflictos que se nos muestran como irresolubles. Ahora además, nos parece más complicado y menos comprensible con la presencia de Hamás. Pero la actual catástrofe humanitaria es real. Israel incumple las resoluciones de Naciones Unidas. Incumple los límites fijados en 1967. Incumple sus obligaciones como potencia de ocupación de los territorios que no son suyos, los territorios palestinos, Gaza y Cisjordania. Incumple la obligación de no ampliar los asentamientos. Planifica, con el poder que le da la ocupación, la destrucción palestina. El peso sobre el poder del fundamentalismo religioso judío le lleva a tomar decisiones desquiciadas, pues su fundamentalismo no es menos integrista que el islámico, pero usa otros medios. El llamado “Cuarteto”, con Estados Unidos incluido, advirtieron a Israel el pasado 2 de mayo de que no debía ampliar los asentamientos; las colonias ilegales que lleva extendiendo sin parar, aún en las épocas de negociaciones de paz. Israel es un negociador desleal, no ha cesado de ampliar su espacio por nada del mundo. Hay en ello una fatal evocación de la lógica del “espacio vital” de tan infausto recuerdo.
El pasado 29 de abril se presentaba en el aula Mergelina de la Facultad de Derecho de Valladolid un comunicado firmado por setenta profesores de la Universidad de Valladolid, a iniciativa de algunos miembros de la comunidad palestina en la ciudad. Llevaba por título “La necesidad de un clamor internacional frente a la catástrofe humanitaria en Palestina”. La catástrofe humanitaria está ahí, no sólo en los televisores o en las portadas de los periódicos. Es una realidad material. Cuando escribo estas líneas, las páginas Web de los periódicos titulan: “Suspendida la ayuda a Gaza”. El silencio de la comunidad internacional, de la sociedad civil de occidente, es casi atronador. ¿Quién puede clamar por ello?
Miércoles 07 de Mayo de 2008
ISRAEL, DE LA NORMALIZACIÓN A LA OCUPACIÓN
Por Alberto Masegosa, Proceso Digital
El Estado de Israel celebra a partir de esta noche y hasta mañana el sesenta aniversario de su creación en 1948 por una decisión con la que Naciones Unidas pretendió la “normalización” del pueblo judío dotándolo de un "hogar nacional".
La intención fue que, repartidos por el mundo, los judíos contaran con un estado como el resto de naciones para protegerlos del peligro de un nuevo Holocausto como el que hacía tres años habían perpetrado los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Tras barajarse la posibilidad de establecerlo en los territorios de países tan dispares como Argentina y Uganda, el nuevo estado se implantó finalmente en el que entonces todavía era protectorado británico de Palestina, la bíblica Tierra de Israel.
El territorio había albergado tres mil años antes el reino del rey mítico David, incluía la capital religiosa hebrea, Jerusalén, y acogía desde finales del siglo XIX oleadas de emigración judía que se fueron haciendo masivas al calor del movimiento sionista.
Pero hacía más de un milenio que el grueso de los habitantes del país eran árabes que en su mayor parte profesaban el Islam.
En un intento de satisfacer las aspiraciones de los antiguos y los derechos de los nuevos inquilinos la ONU dividió la antigua Palestina en dos estados -uno judío y uno árabe-, en un reparto salomónico que aceptaron los primeros y rechazaron los segundos.
Y que provocó un conflicto armado que se había gestado en los meses previos con cruentos enfrentamientos entre las dos comunidades, y que seis décadas después es el más longevo y el que mayores implicaciones políticas y militares tiene en el planeta.
El primer jalón bélico se produjo en 1948, cuando de manera simultánea a la proclamación del Estado de Israel fue atacado por los ejércitos de media docena de países árabes.
La victoria en la llamada Guerra de la Independencia permitió al estado recién creado ampliar su soberanía al territorio que en la actualidad se reconoce internacionalmente como israelí.
El giro se produjo veinte años después, cuando en 1967 Israel se apropió en una nueva guerra de varias parcelas de países árabes vecinos, y de estado amenazado pasó a potencia ocupante.
El Estado de Israel ha ignorado desde entonces, en ocasiones de manera sistemática, las decisiones de Naciones Unidas -el organismo en que basa su legitimidad-, para que abandone la ocupación y regrese a las fronteras que tenía hace cuatro décadas.
Y con el argumento de proteger su seguridad ha respondido a atentados terroristas con lo que según los parámetros de las democracias occidentales sería terrorismo de estado.
También discrimina socialmente a las poblaciones árabes con ciudadanía israelí, y segrega físicamente a los palestinos de Gaza y Cisjordania, con muros, vallas y cercos.
Más allá de cuestiones morales, estas prácticas le acarrean en el plano político un grave déficit de imagen e impiden su total regularización y plena integración en la comunidad de naciones.
Y empañan logros como un sistema de cobertura social que llegó a ser modélico, un aparato judicial implacable en la persecución de delitos de corrupción política, y una disposición no menos ejemplar para asistir a otros pueblos ante desastres naturales.
Esto es, truncan la “normalización” iniciada seis décadas atrás.
Lunes 05 de Mayo de 2008
60 AÑOS DEL ESTADO DE ISRAEL, LA NAKBA NO HA TERMINADO.
Por Juan Miguel Muñoz, Diario El País - España
El 14 de mayo de 1948, David Ben Gurión fundó el Estado de Israel en tierras de la antigua Palestina. Al día siguiente comenzó la primera guerra árabe-israelí. Sesenta años después, la paz sigue ausente en una tierra pretendida por dos pueblos.
A tiro de piedra de la residencia oficial del presidente de Israel, la cristiana y elegante palestina Claudette Habesch señala con el dedo: “La mitad de ese árbol da limones; la otra mitad, naranjas”. Su padre, un próspero hombre de negocios, adoraba entretenerse en el jardín de su casa. En 1947 alquiló el sótano a un joven y otra vivienda contigua a una familia judía, los Jacoby. Claudette, entonces una niña de siete años, jugaba con Ruth Jacoby. Hasta que un día el padre de Claudette descubrió una bomba en su hogar. “La colocó el inquilino, que pertenecía al Irgun”, recuerda la mujer palestina. Eran tiempos muy agitados. El movimiento terrorista judío sembraba el caos. Los francotiradores de la Legión Árabe jordana disparaban desde las murallas de la ciudad vieja de Jerusalén. Los Habesch decidieron trasladarse a su casa de veraneo en Jericó. Nunca volvieron a Talbieh, el barrio de la burguesía palestina. Hace un mes, Claudette cayó en la tentación. Visitaba de nuevo la casa de su infancia. Se adentró en el jardín. Con voz tenue, deseando eludir a Ruth, habló de los desgastados azulejos del suelo en el pórtico de entrada, de las viejas puertas blancas de hierro, de la fuente y los árboles asilvestrados que su padre cuidaba. Ruth se asomó a una ventana y preguntó quién andaba por ahí. Se reconocieron al instante. Se saludaron, se fotografiaron y se despidieron en el lugar en el que se divertían juntas. Sin efusividad. El reportero comentó que no le agradaba allanar una propiedad ajena. “Lo entiendo”, afirmó Claudette emocionada, “pero yo sí entro. Es mi casa. Ruth dice que la compró, pero no a sus dueños”.
Israel mira al futuro atado a su pasado, siempre con enemigos. Los palestinos ven en su futuro un túnel negro
El 14 de mayo de 1948, David Ben Gurión fundó el Estado de Israel en tierras de la antigua Palestina. Al día siguiente comenzó la primera guerra árabe-israelí. Sesenta años después, la paz sigue ausente en una tierra pretendida por dos pueblos.
Originarios de 70 países de todo el mundo, los israelíes carecen de una identidad común.
Para los palestinos, el desastre sigue vivo. No pueden olvidar el expolio porque nunca cesó
La sociedad está dividida. Un viejo chiste dice: cuando dos judíos se reúnen fundan tres partidos
La muerte de un soldado se atribuye ahora siempre al terrorismo, la causa que todo lo justifica
La confianza palestina en la comunidad internacional se ha esfumado, se sienten solos
En 1948, los palestinos huyeron sin plantar cara. Sus hijos han dado la vuelta a la tortilla
“La novia es bonita, pero ya está comprometida”. La delegación sionista que visitó Palestina medio siglo antes de la fundación de Israel llevó ese mensaje a los líderes judíos europeos que calibraban dónde fundar su Estado. ¿Argentina? ¿Uganda? La escogida, Palestina, sigue siendo escenario de una cruda batalla por la tierra. Probablemente, lo único que permanece inmutable desde que, tras el Holocausto, los judíos perseguidos en Europa desembarcaran de viejos buques en las playas de Haifa. Seis décadas después del día –14 de mayo– en que David Ben Gurión declaró la independencia en la avenida Rotschild de Tel Aviv –“en Jerusalén se fue la luz, no pude escucharla por la radio”, recuerda el historiador y ex vicealcalde Meron Benvenisti–, Israel y los territorios palestinos atraviesan una coyuntura crucial. Del Israel que soñaron y forjaron los fundadores quedan sólo vestigios, y el panorama es sombrío. Las celebraciones –miles de israelíes han firmado contra los excesivos dispendios en los fastos– serán austeras. ¿Y los palestinos? El profesor universitario Bashir Bashir, árabe con pasaporte israelí, se apresura a precisar: “Yo no celebro el 60º aniversario. Yo conmemoro la Nakba, la catástrofe”. Un desastre que para ellos sigue muy vivo, y no sólo en la memoria. Les resulta imposible olvidar el expolio porque nunca ha cesado. Malviven sus cuatro millones de almas bajo ocupación en Cisjordania, y asediados económica y militarmente en un gueto: Gaza. Profundamente divididos. La pobreza crece. Nunca, ni durante el imperio otomano (hasta 1918), el mandato británico (1948) o la dominación egipcia (1967), han sufrido tanto.
Israel mira al futuro encadenado a su pasado. Siempre con enemigos –ahora Irán, Hezbolá, Hamás, Siria– a la vista. “No se ha digerido el Holocausto, y su traducción es que siempre existe una amenaza existencial. Es con lo que juega la clase política: ahora conecta el terrorismo con la cuestión nuclear iraní. El israelí medio está abrumado y mira hacia otra parte. A los israelíes y a los palestinos les gustaría que desapareciera el enemigo. Pero eso no va a suceder”, opina Mario Sznadjer, profesor de ciencias políticas de la Universidad Hebrea. Los palestinos coinciden en describir el porvenir: un túnel negro. Sólo Hamás confía en su fe para superar la enorme frustración. Un factor decisivo para el futuro inmediato, porque tras 50 años de hegemonía indiscutible de los laicos de Al Fatah, la islamización de la sociedad palestina se antoja imparable. Un proceso que comenzó hace un cuarto de siglo, cuando las mujeres aún lucían falda y melena. Sus nietas, la mayoría con orgullo, llevan velo. Israelíes y palestinos son rehenes de una trágica historia.
Originarios de 70 países, los israelíes carecen de una identidad común. “Incluso para mis hijos y nietos es muy extraño todo lo que pienso. Me siento un extranjero en mi país. Soy un fósil, nostálgico y desilusionado”, cuenta Benvenisti, nacido en 1934 en Jerusalén. Sus padres habían emigrado desde Grecia y Lituania 10 años antes. “Hoy sólo quedan 60.000 judíos, el 1% de la población israelí, que recuerdan el nacimiento del país”. La memoria y el presente se abofetean. “Tuvimos una actitud antisemita hacia nuestros padres porque detestábamos la vida que llevaban los judíos en Europa. Creímos que éramos buenos, sionistas socialistas que construiríamos una sociedad nueva basada en los kibutzim. Y muy pronto, en los años cincuenta, empezamos a crear una sociedad injusta, mediocre. Tuvimos que acoger oleadas de inmigrantes, de gente destrozada. Nos desilusionamos muy pronto”, agrega el profesor.
Los “kibutzim” guardan ya poca relación con el mítico sistema comunal, al tiempo que las privatizaciones impulsadas hace una década adelgazan el Estado de bienestar. La aliya (inmigración de los judíos a Israel) está en sus estertores, hasta el punto de que la Agencia Judía se dispone a abandonar su misión de atraer correligionarios al Estado. La seguridad, anclada en un potentísimo ejército, comenzó a quebrarse en la guerra de Yom Kipur, en 1973. En el verano de 2006, por primera vez en 40 años, la guerra también se libró en suelo israelí: 33 días soportando cohetes sobre el norte, convertido por Hezbolá en un páramo. Los pilares sobre los que se fundó la utopía se caen.
“La sociedad israelí”, precisa Benvenisti, “está completamente fragmentada porque conviven varias subculturas: emigrantes rusos, ultraordoxos, los judíos de los países árabes, los religiosos sionistas y los hijos seculares de los padres fundadores. Lo único que les une es el odio a los árabes. Una manera de definir la identidad israelí es preguntarse: ¿quién no eres? Lo relevante es el enemigo exterior. Admitir esto es muy difícil para todo israelí, porque pretenden mantener la ilusión de una identidad y quieren aferrarse a unos valores. Pero cuanto más fragmentada está la sociedad, más necesaria es la propaganda. El Holocausto es un elemento importantísimo en la construcción de la identidad del pueblo. Es macabro”.
Los jóvenes más ilustrados también desesperan. El escritor Ron Leshem, de 32 años, ejemplifica esa ansiedad. “Perdimos la ingenuidad. Tras el trauma de Yom Kipur se produjo una grave herida y perdimos la confianza. En 1982 comenzó otra guerra, y desde entonces no hay consenso. Las guerras han provocado que la gente esté exhausta, sobre todo los jóvenes. Israel es una gran institución psiquiátrica en la que los doctores son muy malos. Parte de la población cree en las soluciones mágicas, aunque eso sea ridículo, y luchan con fanatismo por esa solución. Soy muy pesimista, esto es deprimente. Es una esquizofrenia. Este país son un montón de tribus aisladas que tienen miedo a cualquiera que sea diferente, que se odian. Sospechan de todos. No formamos una sociedad”.
Los ultraortodoxos se enclaustran en las burbujas de sus barrios, sinagogas y escuelas talmúdicas. Apenas se relacionan con sus conciudadanos. Los mizrahi (judíos originarios de países árabes o musulmanes) acusan todavía a las élites asquenazíes (judíos procedentes de Europa central, los fundadores del Estado) de marginarles. La discriminación de las minorías beduinas, drusas, árabe-israelíes o etíopes es insultante. El millón de rusos, incorporados tras el derrumbe de la Unión Soviética, editan periódicos en su lengua, y, claro está, tienen su propio partido político. Porque, como dice el chiste, cuando dos israelíes se reúnen fundan tres partidos.
Nada es hoy lo que fue en los años cuarenta, cuando los judíos arriesgaban sus vidas y corrían a luchar. El bienestar merma la disposición al sacrificio. La muerte de un soldado es ahora un drama nacional atribuido siempre al terrorismo, el pretexto que todo lo justifica. No importa que el uniformado cayera invadiendo la ocupada Gaza. “Hoy”, asegura Leshem, “el 35% de los jóvenes no va al ejército. El sueño es ser ingeniero informático, no oficial. La mayoría de los hijos de los ricos, o no sirven en las Fuerzas Armadas, o lo hacen en los servicios de inteligencia. Al frente de batalla van los inmigrantes, los pobres o los religiosos sionistas. Las élites no tienen un compromiso. En Tel Aviv no pensamos en los cohetes que se disparan contra Sderot, a sólo 30 minutos en coche. Vivimos en un sueño y no percibimos que un día los cohetes pueden alcanzarnos”.
La ciudad mediterránea es otra burbuja en la que trabaja Miri Weingarten, activista de Médicos por los Derechos Humanos. “Hay un muro también en las mentes. Tel Aviv no sería tan tolerante y abierta si se conociera bien lo que sucede en Gaza y Cisjordania. Aquí se puede ser homosexual o izquierdista, pero Jerusalén refleja mejor la esencia de Israel”. No es de extrañar que amplios segmentos de la población ignoren lo que sucede en los territorios ocupados. El Gobierno israelí prohíbe a sus periodistas trabajar en la franja. La matanza de 130 palestinos en Gaza –la mitad mujeres, niños y hombres desarmados– a comienzos de marzo sólo mereció unas pocas líneas en una página perdida de los periódicos más leídos.
El novelista David Grossman ha escrito que Israel es un país sin compasión. Y eso que aludía, preferentemente, a las relaciones entre sus compatriotas. El desprecio al palestino y el desinterés por su porvenir es la regla. Desde hace seis años apenas ven esa mano de obra barata. La oleada de atentados suicidas ejecutados por Hamás mató a cientos de civiles, y el Gobierno de Ariel Sharon anuló los permisos de trabajo y levantó el muro de hormigón y las alambradas electrificadas en Cisjordania. Es la frontera que deseaba imponer. Sin negociar. En agosto de 2005 evacuó a los 8.000 colonos de Gaza. Los israelíes se han convencido de que el divorcio es una necesidad imperiosa. Cuestión aparte es que sea ya posible.
Palestina e Israel son paraísos del odio. Mutuo y arraigado. Cientos de palestinos celebran en las calles cada atentado terrorista. Los israelíes expresan su animadversión más comedidamente. “¿Que mueren civiles? No me da ninguna pena”, exclama un ejecutivo bancario. La impunidad es casi norma cuando la víctima es árabe. El jefe de bomberos de la región norte ha confesado sin reparos en un diario israelí que asesinó a dos hombres desarmados en Gaza en 1967. “Había que disuadir”, recordaba ufano. Ahora se lanzan bombas de fragmentación en Gaza que despedazan a inocentes. Cientos de muertos al año. Más disuasión. Los gobiernos israelíes han demolido 18.000 casas palestinas y admitido la práctica de la tortura. Un ex soldado reconoció el verano pasado haber disparado a un hombre de Hebrón porque le miró mal. Hubo confesión, pero no castigo. Se discrimina flagrantemente a la minoría árabe-israelí en las inversiones públicas, se veta su acceso a la venta de tierras estatales, se les impide construir viviendas…
Seis guerras después (1948, 1956, 1967, 1973, 1982 y 2006), Israel atraviesa otro periodo de tensión bélica y también de hastío por el continuo brotar de escándalos de corrupción que aquejan a una clase política desacreditada. Paradójicamente, la bonanza económica se prolonga desde hace un lustro. Aunque las desigualdades sociales, efecto de las reformas liberalizadoras, son desgarradoras.
El banco central acaba de difundir un informe preocupante: el 34% de los ciudadanos no puede comprar varios alimentos básicos. Decenas de miles de familias han recibido comida de organizaciones caritativas para celebrar la pascua judía. El sistema educativo, advierten los expertos, está hecho unos zorros, aunque algunas universidades –sólo la Hebrea de Jerusalén cuenta con más premios Nobel que España– alcanzan la excelencia. Junto a ciudades con enormes bolsas de pobreza –Ramla, Lod, Kiryat Malachi…– se alza el moderno y vibrante Tel Aviv. Rico, aunque descuidado. El reino de los laicos. “Es el Israel próspero que puede permitirse el lujo de subvencionar las dos periferias: las ciudades en desarrollo, basadas en la industria y en sectores económicos obsoletos, y los colonos, que viven del empleo público, trabajan en Jerusalén o Tel Aviv y no disponen de una economía real”, explica Sznadjer.
Israel cuenta con una potente industria informática y de fármacos genéricos, es uno de los líderes mundiales en patentes y en investigación de nuevos materiales, es pionero en energía solar, y su industria armamentística es poderosísima: acaba de desplazar al Reino Unido como cuarto exportador mundial de armas. Pero al mismo tiempo, su economía también depende de sectores caducos como la agricultura o los sectores químico y textil, que emplean a la mitad de los siete millones de israelíes. A un nutrido grupo de ciudadanos, estos avatares les importan un bledo.
Viven en sus mundos. Hasta los 23 años, Amid Peer, nacido en Tel Aviv, pisaba poco las sinagogas; ahora –tirabuzones y ataviado con levita negra– pide donaciones en el Muro de las Lamentaciones. A sus espaldas, el presidente Simon Peres se dirige a centenares de cadetes de las escuelas militares. Recuerda el mandatario que Israel no tenía tanques en 1948, que cinco países árabes les atacaron… La mayoría cree la narrativa heroica, aunque historiadores prestigiosos hayan desmontado la versión oficial: los soldados judíos siempre gozaron de nítida superioridad numérica y armada frente a los ejércitos árabes. “Peres sólo dice tonterías. Tenemos enemigos porque no rezamos. Si pudiera hablar, les diría a esos jóvenes que no se alistaran. Necesitamos más fe. Si todos los judíos lucháramos por el objetivo común de la salvación no necesitaríamos al ejército. Dios nos protegería”. En cuanto a la tierra, no hay debate. “Eretz Israel, entre el río Jordán y el Mediterráneo, fue entregada por Dios a los judíos. Así lo dice la Biblia. ¿Sabes que los palestinos tienen 22 Estados árabes donde pueden habitar?”, interroga Peer. Se marcha sonriendo. Es feliz.
Esa mueca de eterna felicidad ilumina también el semblante de Dina Rajamim. Vive desde hace 25 años con su marido y siete hijos en el asentamiento de Eli, residencia de 600 familias protegidas por el ejército, sobre una colina en Cisjordania. No estrecha la mano por imperativo religioso, pero es pura amabilidad. “No es sencillo vivir aquí. Ha de amarse el lugar. Esta tierra es nuestra. Y la tierra lo sabe. Por eso a nosotros nos da frutos, porque sabe que nuestro corazón está con ella. Mira los árabes. Nos marchamos de Gaza y no pueden cultivar porque a ellos la tierra no les da frutos”.
Dima, falda larga y cabello cubierto, cree fervientemente lo que dice. Pero tampoco ignora, como tanto israelí, que el sueño del Gran Israel no será el futuro. Se aprecia su resignación. “No haremos como en Gaza. No queremos enfrentarnos al ejército porque nuestros hijos son soldados. Nos iríamos con dolor. Aquí nos trajo Ariel Sharon y ahora nos quieren sacar. Estamos cansados del conflicto, pero los árabes lo quieren todo. Quieren Jerusalén, y eso no puede ser. Es nuestro. Está escrito en la Biblia. Los palestinos viven aquí y no los podemos expulsar. Pero todo se agravó cuando Sharon subió al Monte del Templo (Explanada de las Mezquitas, septiembre de 2000). No debía haber provocado, porque, además, nadie debe pisar el monte. Sólo cuando llegue el Mesías”. Si llegara el Mesías se toparía en Cisjordania con un mar de alambradas, de muros y de torretas militares. De bloques de cemento que taponan las carreteras palestinas. Es agobiante. Los colonos, atrincherados en sus 120 asentamientos y 100 colonias salvajes de casas prefabricadas, disponen de las suyas. En los tramos comunes no se detienen en los check-points. Tienen su carril. Un muro de hormigón de ocho metros de altura asfixia varias ciudades –Belén, Kalkilia, Tulkarem…–. Israel ha ganado en seguridad después de dos intifadas. Las cifras de víctimas mortales israelíes han caído en picado en los últimos cinco años, y la presencia permanente de los soldados en Cisjordania y las redadas diarias abortan ataques y atentados. Cuentan con miles de soplones a su servicio.
“La ocupación dura 40 años”, explica Miri Weingarten. “Dos tercios de la historia de Israel. Pero la historia de 1948 no ha terminado. Los israelíes dicen a los palestinos que la Nakba es el pasado. Para ellos no lo es. Siguen viviendo en los campos de refugiados, sufriendo expropiaciones, mueren en manifestaciones. Todo les lleva a recordar 1948. La Nakba no ha terminado”.
Sonríe Amer Awad en su modesta casa de la ciudad de Gaza. “¿Qué me vais a contar de los 60 años?”, espeta de entrada. Su pueblo, Hamamé, se alzaba a 15 kilómetros al norte de la franja, hoy Israel. “Nunca olvidaré lo que vi. Yo tenía 12 años en 1948. Recuerdo que teníamos buenas relaciones con los judíos porque forma parte de nuestra tradición ser hospitalarios. Les visitábamos en sus fiestas. No me arrepiento. Pero el mundo no sabe lo que nos hicieron. Dos semanas después de que nos expulsaran regresé con mi padre, mi tío y unos primos para recoger las cosas. Dormimos en nuestras casas. A la mañana siguiente fui a la de mis primos. Uno estaba sin cabeza, otro con las tripas fuera. Mientras huíamos otra vez nos bombardearon. Hacían cráteres tan grandes como camellos”. Cuando, muchos años después, pudo volver a su aldea identificaba los lugares por los árboles. No quedaba nada más: 500 pueblos fueron borrados del mapa –el historiador Ilan Pappe tilda de “limpieza étnica” la expulsión de unos 800.000 palestinos a los países vecinos–, y sobre esos lugares Israel creó parques nacionales. Entre los pinos y abetos, ajenos a la flora autóctona, aún pueden encontrarse ruinas.
Recordarán su 14 de mayo. El día más triste. Embargados por la melancolía, el resentimiento, el miedo, la impotencia, la incomprensión y una economía de subsistencia. Sus miradas lo dicen todo. Les cuesta comprender por qué Israel, que ignora desde hace cuatro décadas la resolución de Naciones Unidas que exige la retirada de los territorios ocupados, goza de impunidad. La confianza en las buenas palabras de la comunidad internacional se ha esfumado. Se sienten solos. En los últimos dos años, tras el bloqueo económico impuesto a Hamás después de su triunfo en unas elecciones impolutas, el recelo hacia Europa se ha disparado. “¿No querían democracia?”, se preguntan.
Leila Sansour, de 42 años, es cineasta. Hay que tener coraje para serlo en Cisjordania, donde sólo hay un cine abierto. Trabaja con ONG extranjeras, y a muchas las critica ácidamente. “Se guían por agendas propias. Hay una nueva moda. Si quieres hacer un vídeo sobre la ocupación de Palestina, es muy difícil. Los temas deben ser los derechos de la mujer o la transparencia en el Gobierno. Nos tratan según un modelo colonial. No ayudan a crear una industria, sólo dan una cámara a un principiante y nos acostumbran a la caridad. Eso hace difícil que seamos ambiciosos”, explica Sansour. Todo ayuda a alimentar el extremismo. “La fuga de cerebros nos daña. En los años setenta y ochenta, muchos activistas pacifistas acabaron en la cárcel o exiliados, y, tras ese fracaso, el relevo lo han tomado fuerzas más radicales. Hemos intentado que el mundo nos ayudara, pero nada se ha conseguido”. La frustración respecto a la comunidad internacional es inmensa. “La simpatía de Europa no es suficiente. La gente se ha convencido de que hay que enfrentarse a la ocupación con la fuerza que tengamos”, dice Sansour.
Y es que los Gobiernos israelíes han destrozado sistemáticamente los liderazgos palestinos. Yasir Arafat siempre fue considerado un terrorista. Que en 1988 diera el complicadísimo paso de reconocer la legitimidad de Israel sirvió para alumbrar el proceso de Oslo en 1993. Las negociaciones embarrancaron. Arafat fue encerrado en la Muqata de Ramallah hasta la partida, en 2004, hacia su muerte en París. El actual presidente, Mahmud Abbas, fue humillado sin escrúpulos. “Es irrelevante”, repetían los gobernantes israelíes que ahora lo consideran su socio. El historiador Benvenisti no se traga ese anzuelo: “El mundo está sobornando a los palestinos con miles de millones de dólares para mantener la ilusión de un proceso de paz. La Autoridad Palestina no existe, son una banda de ladrones. Y el Estado de Israel se fundamenta en la superioridad sobre los inferiores aplicando un régimen de apartheid”.
No hay palestino de a pie que crea en el diálogo con Israel. Durante 60 años han mirado hacia adelante y hacia atrás, a derecha e izquierda, y hacia abajo. No han hallado la salida. Han padecido también los desmanes de sus propios clanes políticos, corruptos hasta límites escandalosos. Ahora cientos de miles dirigen su mirada hacia arriba. Hacia su Dios. “En Yabalia (Gaza), hace 20 años sólo había dos mezquitas”, comenta Fayez. “Algunos viejitos iban a rezar. No había salas para las mujeres. Hoy, sólo en este campo de refugiados hay docenas de templos, y no se construye una sin una planta para mujeres. Los viernes están a rebosar”. La tendencia se atisba irreversible. “Mi hijo tiene cuatro años y va a la mezquita. No se lo hemos enseñado. Cuando oye al imán lo deja todo”. Impera la miseria, la luz y el gas escasean, las materias primas no entran en Gaza desde hace un año, el desempleo es atroz, el sector privado casi ha desaparecido… Como hace seis décadas, el burro aún es un medio de transporte. En la franja se fermenta el radicalismo. Nadie puede aislarse del cerco bestial que padece el territorio. “Tengo otra hija de dos años”, añade Fayez, “que el otro día me pidió que le comprara ropa de muyahidin. Quiere luchar contra los israelíes porque nos cortan la luz”.
La desolación también conduce a otros caminos. Vera Baboun enseña literatura en la Universidad de Belén. Enviudó a los 45 años y alimenta a cinco hijos. Es creencia extendida que las mujeres palestinas se limitan a sus labores caseras. Craso error. Abundan las que son más duras y decididas que muchos hombres. Hay que tener arrestos para ser mujer y jugar al fútbol. Como Honey Thaljieh. “Jugamos en asfalto, afrontamos el problema del muro y la mentalidad machista. Las mujeres vienen a animarnos; pero los hombres, a comprobar si somos capaces de jugar”. Vera Baboun tampoco se rinde. “Los palestinos”, apostilla, “tienen varios estereotipos: los refugiados del interior, los del exterior, emigrantes que decidieron marchar para no volver, los palestinos que viven en Israel. ¿Sabes lo que es bueno? Permanecer. Los que vivimos bajo asedio somos los más afortunados. Creo que eso nos fortalece. Sólo podemos escoger entre el negro y el negro”.
Que se lo digan a Hagar Kandil, vecina de Rafah, fronteriza con Egipto. Su marido está desempleado desde hace siete años. Hagar trabaja en el sector educativo y gana 500 euros al mes. No ve a dos de sus hermanos emigrados ni a su hijo, en una escuela militar en Yemen, desde hace tres años. No hay que buscar para hallar familias con tres o cuatro miembros en el exilio. Hagar, sin embargo, sólo salió de Gaza una vez en su vida, en 1980, y para ir a Cisjordania. “Cuando mandaban los egipcios había seguridad, pero la pobreza era tremenda. Con los israelíes mejoró la economía, pero la gente se sentía amenazada en sus casas. Ahora no nos podemos considerar seres humanos. Creo que vivimos peor que nunca”.
Majed Shahin casi no puede comparar. Es uno de los 600.000 palestinos encarcelados en algún momento en Israel: 23 de sus 50 años los ha pasado entre rejas. Cumplió su condena en 2007. Eterno militante en Al Fatah, no se arrepiente de nada. Cobra una pensión de 1.000 euros –“como un general”, asegura– por su condición de ex prisionero. Y tampoco confía en las negociaciones con Israel que dirige su partido. “No hay otro remedio. Al Fatah sabe que eso destruye su imagen, pero ese gobierno está muy presionado por la comunidad internacional. La alternativa es la resistencia, pero la división que existe ahora entre los palestinos la hace inviable. Además, necesitamos la unidad árabe. Sin ella sólo podrá haber pequeños ataques”. Largo lo fía.
Son legión, no obstante, quienes disienten de Majed. Los más aguerridos, los 25.000 milicianos islamistas. Dispuestos a lo que sea. “Por mi patria y mi religión”, claman. Disciplinados, han alcanzado el modesto estatus de mosca cojonera frente al ejército más poderoso de Oriente Próximo, y han situado bajo la amenaza de sus cohetes Kassam, todavía artesanales, a 250.000 israelíes. En 1948, los judíos pelearon a muerte y los palestinos se fugaron sin apenas plantar cara. Los hijos de los refugiados han dado la vuelta a la tortilla, fundaron Hamás en 1987 e inculcaron a los nietos la disposición al sacrificio. Saben que van a sufrir lo indecible, y que, casi con certeza, nunca verán los frutos. Pero su vida es un tormento. Y juran que aguantarán.
Claudette Habesch cree que no hay que lanzar siquiera una piedra. Insiste en que hay que persuadir a las potencias mundiales. Y en cierto modo coincide con el profesor Benvenisti. “No quiero”, afirma la mujer, “echar a nadie al mar, pero tampoco quiero que me expulsen al desierto. ¿Sabes? Los judíos son las víctimas. ¿Es ésta su victoria? Yo veo lo que 40 años de ocupación han causado a sus generaciones. No me gustaría ver a mis hijas trabajando en el aeropuerto Ben Gurión y pidiendo el sujetador a las mujeres. ¿Es eso seguridad? Ya no me pongo elegante cuando viajo. Me visto con chándal”.
Lunes 05 de Mayo de 2008
MI NAKBA
Por Najwa Sheikh*, Electronic Intifada / Rebelión
Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
Dentro de unas pocas semanas** los palestinos de todo el mundo conmemorarán su Nakba (catástrofe), la pérdida de su tierra natal, de su identidad, de su dignidad y de su vida.
Muchos países y organizaciones interesados por el dilema palestino ayudarán en esta conmemoración. Para ellos la Nakba significa hablar de sufrimiento y de la pérdida de una nación, contar las relatos de quienes fueron testigos del acontecimiento y huyeron de su tierra natal con una esperanza, la de que un día retornarían.
Como perteneciente a la tercera generación de refugiados palestinos, para mí la Nakba es diferente en términos de lo que contiene de dolor y de sufrimiento. Soy totalmente consciente de la gran perdida que experimentaron mis padres y mis abuelos cuando huyeron de su tierra en 1948. Sé lo devastador que es perder el lugar que te da todo el sentimiento de seguridad y la identidad que te dice quién eres realmente. El dolor que sintieron mis abuelos durante los años de su vida que vivieron en el campo (de refugiados) hasta que murieron con el único deseo de volver a ver su casa es desgarrador. Los sueños que mi padre conservó en nombre de sus padres y sus propios sueños de volver a casa son también desgarradores.
Pero para mí la Nabka es más que huir de la tierra natal y perder la propia identidad. Es no tener ni un solo recuerdo de la tierra que un día fue la de mis abuelos y de mis padres. Es no tener nada que contar a mis hijos, como el sabor de los frutos de mi tierra, el olor de su arena, las historias y las experiencias con mi pueblo.
Mis abuelos y su generación, y también mis padres y su generación son afortunados, simplemente porque cada uno de ellos tiene una historia que contar, una historia propia, incluso su historia del viaje de su huida con todas sus experiencias dolorosas. Sus recuerdos compartidos del lugar que un día fue suyo les ayudaron a continuar con su vida y les dieron el valor para luchar contra las terribles condiciones en las que se ven obligados a vivir.
Todavía recuerdo los relatos de mis abuelos acerca de su tierra, de sus tradiciones, de sus vecinos, las bodas, los nacimientos, incluso acerca de la muerte. Con cada palabra de sus relatos, un torrente de sentimientos rompe el dolor y la pérdida, les devuelve otra vez su tierra, fresca y viva, como si nunca la hubieran abandonado un día.
Estos relatos eran la chispa de esperanza que fortalecía su convicción y su deseo, y les daban una razón para vivir, para continuar. Compartir estos relatos con sus hijos y sus nietos era revivir su tierra.
Yo soy una refugiada que ha vivido toda su vida en un campo, preguntándome qué relatos iba a contar a mis hijos, qué relatos iba a conservar. Los relatos que yo tengo se limitan al campo, a los callejones estrechos, a los canales de desagüe que rebosan en invierno, a las aulas abarrotadas.
En mis relatos no hay un olivar, no puedo describir sus frutos y su sabor. En mis relatos no hay espacios naturales, simplemente personas que viven el día a día. Unos relatos que mis hijos nunca vivirán porque también ellos vivirán la misma vida que sus padres, la vida del campo. Andarán por los mismos callejones estrechos, saltarán esquivando los mismos canales de desagüe para cruzar la calle y experimentarán la misma dolorosa vida abarrotada de gente que vivieron sus padres.
La experiencia de tener que huir fue terrible para mis padres y para mis abuelos, pero los recuerdos que conservan a través de los años alivian el sabor de su pérdida y de su dolor. Cuando se sienten perdidos en su tristeza los recuerdos les ayudan a devolver algo dulce a sus vidas, un privilegio que ni mis hijos ni yo, quizá ni siquiera mis nietos, tendremos.
* Najwa Sheikh es una refugiada palestina que vive en el campo de refugiados de al-Majdal situado al norte de Gaza. Ha vivido toda su vida en campos de refugiados de Gaza. Está casada y tiene tres hijos. Este artículo se publicó originalmente en Palestine Chronicle y se reproduce con su autorización.
** El artículo se escribió el 17 de abril de 2008. El aniversario de la Nakba es el 15 de mayo (N. de la T.)
Viernes 02 de Mayo de 2008
LA NAKBA, UNA TRAGEDIA GRABADA EN LA IDENTIDAD DEL PUEBLO PALESTINO
Fuente: Agencia EFE - Terra España
La creación hace sesenta años del Estado de Israel, que los judíos celebran con conciertos y fuegos artificiales, es para los palestinos la “Nakba”, la tragedia que cambió sus vidas y forjó su identidad de pueblo desposeído.
“En 1948 confluyeron el momento más perverso y el más glorioso”, explica el historiador israelí Ilán Pappe, quien defiende en sus ensayos que los líderes judíos trataron de llevar a cabo una limpieza étnica de los nativos palestinos.
La guerra que siguió a la creación del Estado de Israel llevó al exilio a 750.000 del 1.300.000 palestinos que vivían en la entonces Palestina bajo protectorado británico.
Más de cuatrocientos poblados árabes fueron destruidos. Sobre sus ruinas se alzan ahora kibutz, localidades de mayoría judía o parques naturales.
Hoy, los refugiados palestinos rozan los cuatro millones y medio, fruto de la posterior guerra de los Seis Días de 1967 y, sobre todo, del crecimiento natural, según datos de Naciones Unidas.
No es de extrañar, pues, que este episodio central del siglo XX permanezca anclado como un desastre en el imaginario colectivo tanto de los habitantes de Gaza y Cisjordania como de los palestinos con ciudadanía israelí y de los más de dos millones y medio de refugiados en las vecinas Jordania, Siria y el Líbano.
Ya ancianos, muchos de ellos trasmiten a sus nietos los relatos de una vida, quizás idealizada, en sus localidades natales antes de huir o ser expulsados.
Algunas familias tienen colgada en sus hogares una llave que simboliza el retorno de los refugiados a su tierra, un derecho reconocido por la resolución 194 de la ONU pero cuya aplicación plena nunca ha estado sobre la mesa en las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos.
La “Nakba” se recuerda oficialmente cada 15 de mayo desde 1998, el mismo día -según el calendario gregoriano- en que hace sesenta años Israel declaró su independencia.
No obstante, los palestinos también organizan actos conmemorativos en coincidencia con el Día de la Independencia de Israel, que cada año se celebra en una fecha distinta al seguir el calendario judío, que sigue el sol y la luna.
En esta ocasión cae en 8 de mayo.
Lo que sucedió después de que los ejércitos árabes atacaran al incipiente Estado Judío en 1948, pocas horas después de que declarase oficialmente su nacimiento, es todavía un profundo elemento de disputa entre israelíes y palestinos.
Los primeros argumentan que, en su inmensa mayoría, los nativos palestinos abandonaron voluntariamente sus hogares espoleados por sus dirigentes y los países árabes, que preveían una rápida victoria.
Subrayan, además, que los palestinos pagaron las consecuencias de haber rechazado el plan de partición aprobado en 1947 por la ONU, que establecía aquello por lo que suspiran sesenta años después: la creación de un Estado judío y otro árabe, entonces en la Palestina bajo control británico.
“Entendemos que 1948 fue un periodo muy trágico para los palestinos”, reconoce Mark Regev, portavoz del primer ministro israelí, Ehud Olmert, antes de matizar que “la verdadera Nakba es que el liderazgo palestino de la época rechazara la solución de dos estados”, lo que ha supuesto desde entonces a Israel seis guerras y dos Intifadas.
Por su parte, los palestinos recuerdan que sus antepasados -a los que se había prometido un Estado en todo su territorio- no podían aceptar un plan que daba un 56 por ciento de la tierra a los judíos, que aparte de representar tan sólo un tercio de la población eran, en su inmensa mayoría, sionistas que habían emigrado a la zona desde inicios de siglo.
Insisten además en que las tropas judías no se limitaron a ganar el conflicto, sino que buscaban hacer realidad el famoso mito sionista de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.
La más conocida de las atrocidades documentadas en esas fechas fue la masacre de Deir Yassin, en la que milicias judías -que semanas después se fusionaron para formar el Ejército regular israelí- mataron a sangre fría en tres días de abril de 1948 a más de cien habitantes de este poblado a las afueras de Jerusalén.
Al igual que sucede con el idioma hebreo, cuya palabra “shoá” ha pasado de significar “desastre” a referirse sólo al genocidio nazi, el término árabe “Nakba” remite al éxodo palestino más que a su significado original de “tragedia”.
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